El filme empieza enfocándose brevemente en el espacio con
una roca a punto de caer a la tierra, más tarde algo se percibe extraño en el
ambiente (el misterio dura como una hora y al descubrirse se aprecia claramente).
Una mujer desnuda en una cabaña luce rara, ensimismada, excitada (pide más de algún
tipo de sexo), luego ella comenta con un amigo sobre conocer no sé qué en un
apartado de campo cercano a la ciudad, dice no conocer el sexo de ese ser que
la tiene en éxtasis, que la ha dejado marcada.
El director mexicano Amat Escalante para sorpresa de quienes
seguimos su carrera nos presenta un sci-fi, pero que recorre centralmente la
relación oculta homosexual de un hombre con su cuñado. El filme apela al sexo y
a la violencia como leitmotiv, y como todos creen ver a una alegoría de la
sociedad en general y del pueblo mexicano en especial, que implica el caos tras
la represión sexual.
Ángel (Jesús Meza) es un tipo que aparenta ser homofóbico –más
que seguro que por la sociedad mexicana que lo empuja a ello- pero es bisexual
en realidad, se divierte con el hermano de su mujer, Fabián (Eden Villavicencio),
que es abiertamente gay. La vida de Ángel sería común y corriente si no fuera
por esta doble vida sexual, y el filme muy cotidiano si no fuera por el
extraterrestre. El filme contiene erotismo en aquel monstruo con tentáculos tipo
falos, monstruo que recuerda a Possession (1981).
La propuesta es oscura a un punto, con un aire a velado culto
satánico, como en The Witch (2015). Igualmente recuerda a Post Tenebras Lux
(2012) en ese llamado del bosque a lo oculto, al desenfreno, y al juego con el
demonio representado en la liberalidad que genera karma, e inconsciencia –una mente
poseída, en blanco- como en Antichrist (2009). También a Tenemos la carne
(2016) pero exhibiendo una película mucho más digerible y coherente, mejor
estructurada, como mejor expuesta en su análisis social aunque este luzca leve.
El filme invoca referentes del terror, pero tiene una trama
en mayor parte realista. El monstruo queda como en segundo plano, son las
relaciones a la vera del sexo las que generan tantos problemas, y la cereza del
pastel es ese ente “prodigioso” ofreciendo el placer máximo. Vemos distintos animales
copulando dentro de una orgía sobre un cráter y más que felicidad se percibe
como algo sórdido. La música también moviliza hacia esa dirección. Verónica (Simone
Bucio) complementa el panorama como una especie de vampira acólita.