viernes, 13 de diciembre de 2024

Los ganadores


Me gusta que el cine me sorprenda, ir tras lo mejor de todas partes del eclecticismo del séptimo arte, desde sus posibilidades, desde el propio estilo, la propia personalidad y la personal búsqueda o sentido. Busco la novedad (la que se sostiene) en todo el cine, que no es gratuita, que no es efectista, que no anhela congraciarse con el que quiere que lo seduzcan banalmente o de manera como quien engaña al crédulo de siempre, sino con sustancia, con algún tipo de originalidad o creatividad auténtica. No me entusiasma ver nuevamente lo mismo, ver método, que me ganen fácilmente, simplemente entretenerme o matar el rato, yo quiero aventura, deseo pasión en cada visionado. Por ello cada vez soy más difícil con que me anime a ver una película, cada vez estoy peor, me empiezo a cansar. Una película puede ser menos lograda o más defectuosa pero más interesante -hablando en términos profesionales- que una que tiene todo plenamente calculado, depurado y controlado, porque el cine implica riesgo, implica audacia, mucho más que (pseudo) perfección. La perfección viene con la pasión, con la aventura, con la osadía que uno le pone (implicando, desde luego arte, raciocinio, su meditación; no es cualquier cosa). En Los payasos (2019) ya el título indicaba cierta sorna. Si bien trata de justificar que hay dos payasos en el corto claramente hace alusión a los que no tienen talento o son ineptos (pero quieren reconocimiento; como todos, dirían), palabra dolorosa, sobre todo en un mundo que nos han hecho creer que todos podemos hacer cualquier cosa, que estamos preparados para todo (como si no se tratara de propias capacidades o cierta naturaleza inherente), y ahí entra a tallar que muchos ineptos efectivamente tienen suerte o son inteligentes y tienen éxito, porque el éxito no siempre va de la mano del talento o porque eres el mejor sino porque muchas veces te mueves bien, sabes a quien convencer o como venderte. Claro, inepto también es quien se duerme en sus laureles, o no sabe como escalar o hacerse notar o destacar. Dejar que los más astutos se lo cenen, que estén por encima de él, y ¿qué pasa cuando un inepto llega al poder?, pues el talento y la verdadera vocación pasan a segundo plano. El inepto se convierte en juez y demérito del talento. El mockumentary de Bucci y Sposato se plantea sutilmente en la burla del iluso, del que no tiene miras reales con el arte, o se cree su propio cuento -y puede caer en la parodia de la vanidad- y de ésta manera muchos fallan. Pero como es de esperar se suele mirar al costado, porque los pobres diablos en nuestra cabeza nunca somos nosotros. Lo hace al estilo Frenkel, siempre en el límite, entre el bien y el mal como dice, y audazmente, con cierta crueldad o indiferencia controlada o superioridad indolora a nosotros mismos, en medio de lo políticamente incorrecto, logrando rodearse de un aura de complicidad que se deslinda finalmente de su esencia sarcástica y saca la vuelta y pasa por algo más manejable, más empático, más humano. Los ganadores (2016) es una película que claramente ha inspirado a Los Payasos. En un momento un viejo que da premios a diestra y siniestra dentro de una comunidad de gente random o promedio se siente discretamente avergonzado porque alguien se ha dado cuenta del vacío que significa su asociación que regala premios sin mérito real o demasiado mérito. Frenkel señala éste sistema de premios gratuitos, premios banales, una caricia para el alma se llega a decir como quien minimiza su importancia real, su sentido primigenio. Igual, uno es más que el que dirán los otros, del reconocimiento. Uno hace algo porque le apasiona, le entretiene, o le hace feliz, aparte de lo económico que signifique, y lo hace en la medida de sus posibilidades, en el nivel que le permite su capacidad, su disposición y su movilidad con el mundo. El filme de Néstor Frenkel, Los ganadores, es como Los Payasos, allá no se le decía al hombre sin talento directamente payaso, era algo sutil, aquí igual, se le dice ganador a la gente entre comillas, como quien pone en tela de juicio esa denominación y todo el filme va de eso, de hacer ver el sistema de estos premios como entregados entre amigos y sin justificación, sin ninguna trascendencia celebratoria de por medio, por una especie de comunidad o submundo que tiene de un poco trucho (aun cuando se recalca que es sin fines de lucro), que no sea para que la gente simplemente se alegre, se sienta como el título, sin que ellos mediten realmente que son en efecto parte de esa denominación. Es la banalización del sentido de ser premiado o una excusa para participar de una especie de fiesta, donde comes, bebes, te ríes y tampoco suena descabellado. Muchos de los ganadores de éste documental tienen programas de radio o tv extravagantes, curiosos, (algunos también ridículos o ya hasta absurdos), pero eso tampoco implica que sean buenos o que merezcan atención, aun cuando hay una cierta creatividad de por medio y ya tiene un tipo de sentido de existencia en la bolsa, aparte del gen de felicidad y logro para uno mismo que uno siente y que comparte con otros, muchos otros. Lograr público también es arduo, gente talentosa muere en el anonimato, sin un sol en el bolsillo, y gente sin talento brilla en la popularidad y hasta en el dinero, aun cuando puede sonar como otra caricia para el alma o el confort de nuestra propia ineptitud. Más allá de mirar con distancia a los demás, a los llamados: los otros, es una película curiosa, nos muestra algo que genera interés, en las distintas caras de nuestra humanidad, la fea, la bonita, etc. Tiene un halo de originalidad y seguramente justifica su existencia como documental, pero además es gente que más allá de merecer o no un premio son gente interesante, que hacen cosas pequeñas pero llaman la atención en cierta manera. Dan a entender que el ser humano es un mundo y en general todos tenemos algo en sí de excepcionales, algo que contar, una vida que vivir. El protagonista ha hallado su lugar en el tango y le ha sacado múltiples actividades. Está bien organizado, aun cuando lo de los premios que otorga él y sus amigos exhiben una cierta esencia de ridiculez, pero quien está totalmente libre de esto en la vida, quien se la sabe todas. Baila para un público, tiene radioescuchas, posee televidentes, no serán muchos, pero existen, y se ha hecho de una comunidad, que puede verse como un club. Tiene una vida plena, aunque promedio, y eso también es un triunfo.