domingo, 8 de diciembre de 2024
Class Relations
Class Relations (1984) del matrimonio francés Daniele Huillet y Jean-Marie Straub adapta la novela inacabada Amerika de Franz Kafka. Todos los actores actúan de manera austera y abiertamente fría (sin adornos expresivos), con cero histrionismo, con mucho ascetismo. Es una película que trata de compaginar las distintas clases sociales produciendo una interrelación analítica, reflexiva si se quiere, y aunque los autores galos son ideológicamente socialistas -plasmado en sus trabajos- muestran también gente pícara y hasta abusiva entre la gente sin recursos. El relato tiene a un muchacho europeo, alemán, Karl Robmann (Christian Heinisch, en su única actuación en el cine), que ha embarazado a la empleada de su casa y su familia lo ha mandado lejos, a New York, por barco, para evitar el escandalo. Karl luce un chico básico en sus expresiones, en sus reacciones y posibilidades con la gente (sin embargo hace más de lo que se espera de él, de sus debilidades), hasta pasa por inocente e incluso frágil (no obstante se presenta intrépido para nadar sólo en tierras lejanas y desconocidas). Posee buena educación y luce a un punto culto. Se le percibe real a secas, destila mucha humildad para con la gente sin recursos. En el barco se debate en defensa del fogonero con quien entabla amistad y un aura de respeto hacia éste, y va más allá de las meras palabras o la demagogia, sino intenta solucionar sus problemas. Se puede señalar que hay cierto estado de injusticia en el ambiente del relato, en el planeta, en la humanidad, en la sociedad, en la convivencia, y es poner el lente sobre una realidad que se aplica común (aunque Kafka lo dimensiona hasta lo neurótico), muy propio también del mundo. Los fuertes pisan, dominan o subyugan a los débiles o unos buscan estar por encima del resto (sea de donde vengan), si bien esto es obviamente reprochable, implica proponer equilibrios, construir sociedades más factibles para nuestra humanidad. Karl en EEUU anhela ser independiente, quiere hacerse desde abajo, pero la situación es muy difícil. Kafka muestra, como suele hacer en sus escritos, al hombre que el peso del mundo lo opaca, lo hace ver pequeñito, y simplemente trata de remar hacia adelante como puede, como quien no tiene muchas armas para solucionar su propia existencia, contraer sosiego, paz mental, si bien posee ciertas ventajas en su habitad, como el estatus social, una familia poderosa, como el tío millonario hecho en América (Mario Adorf). Karl, y el propio Kafka (hombre de por sí complicado, embrollado mentalmente, y al mismo tiempo, muy inteligente, excepcional), siempre pretende un cierto idealismo que suele resultar poco práctico y que más bien lo pone en jaque frente a la vida. Karl se mete en mil problemas por no aceptar la existencia sencilla que le ha tocado vivir producto de sus privilegios sociales (sólo tiene que estudiar). La maleta y el paraguas de Karl se pierden una y otra vez, están expuestos al hurto constante. El joven enfrenta así la simbólica derrota frente al trato interpersonal, aunque él mismo se lo pone arduo, porque se pone en el plano de la gente de bajos recursos -dígase cierto primitivismo o violencia, el dictamen de la fuerza bruta- como con Delamarche (el director de cine experimental Harun Farocki que hace de un buen pillo, con 40 años de edad; un pillo cool además), sujeto que se quiere comer el mundo aun cuando no tiene muchas virtudes o ventajas y más bien coquetea con lo criminal, aunque todavía a baja escala. Delamarche es un vagabundo que no obstante se las arregla con su atractivo físico de enamorar a una cantante con dinero, solitaria y envejecida, con fama en descenso, interpretada por la gran actriz italiana Laura Betti que por entonces tenía 57 años. Delamarche tiene un amigo que es como el tonto u oprimido del dúo, Robinson, quien le cuenta sus cuitas, su vida menospreciada a Karl. Conversan en una azotea, a lo The room (2003). Huillet y Straub hacen uso de escenarios bastante austeros, ultra primarios, pero competentes, tal si estuviéramos metidos en una clínica, rodeados por el color blanco o como si nos encontráramos especialmente iluminados, con únicamente sus pocos personajes, no hay otra gente nunca, no hay extras. Manifiestan un estilo formal con un distintivo blanco y negro del metraje y una visualidad minimalista medio de aire futurista, propio de una unidad con las performances que hacen. Hay un quehacer sexual en la historia, la que se percibe de estilo Kafkiano, que no se siente fácilmente, que medio que sutilmente intenta pasar desapercibida, como con la empleada que entra de noche al cuarto de Karl y dice estar volviéndose loca por no hablar con nadie, lo cual es muy americano. Así mismo con la hija del profesor, que parece una chica liberal y quizá proponer un trio, o el intercambio de parejas; en todo caso, la permisividad. En esa mansión de aspecto aristocrático se puede entender una cierta propensión a la corrupción o la trasgresión de tipo sexual, pero metida en el cinismo u que se pretende ocultar en cierta manera -la liberalidad puede ser peligrosa, mostrar lo peor-. Karl no es mostrado muy interesado en lo sexual, no parece prioridad en su personalidad, algo que tenga fijo. Sus inquietudes son de otra índole, está vislumbrando su futuro, el camino a seguir, como ejercer el altruismo, un amor atípico y real por los demás. Lo de la empleada que embarazó da a pensar que fue un acto que al propio Karl lo ha cogido por sorpresa en todo sentido, no se intuye un acto deliberado, lujurioso, menos de clásico aprovechamiento de clase, de opresión, pero eso habla también de nuestra imperfección general, nuestra dificultad de poder trascender. No existe el ser humano perfecto se podría decir, sin sonar que por ello hay que aceptarlo, aguantarlo o permitirlo todo. Hasta un tipo como Karl falla miserablemente. También es la tendencia de Karl a empatizar con la gente humilde, un poco en dejarse llevar, ser algo un barquito de papel en el agua. No ve diferencias sociales, ve personas, no clases sociales. No obstante tampoco esperen la eterna telenovela. La obra de Kafka está por encima de esto, su poderosa particular ambigüedad y su complejidad abriéndose a empalmar mil aristas por algo lo sindican como un escritor importante de la literatura universal, y tanto Huillet y Straub aun en sus ideologías dominantes parecen respetar finalmente eso.
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