miércoles, 17 de junio de 2020
Trilogía de los Karnstein: Twins of evil
Si uno tenía una idea de cómo sería Twins of evil (1971), de John Hough y de la Hammer, pues es distinto, y es una historia muy buena, sólida. Yo pensaba que el filme pondría a dos gemelas como vampiros en el clásico y simple homicidio repetitivo del folclore, pero en lugar de eso pone a una gemela como perversa y libertina, y a otra tranquila, decente y temerosa de su tío, del orden y de Dios. Maria (Mary Collinson) es la buena; Frieda (Madeleine Collins), la mala. El presente filme a diferencia de The vampire lovers no es muy erótico y esto paradójicamente le favorece, no tiene muchas escenas de corte sexual, a lo máximo se descubren en un momento los senos sugerentes de Frieda. La trama va de que el conde Karnstein (Damien Thomas) es un aristócrata que quiere nuevas aventuras, todo le aburre, por lo que cree que las más audaces las proporciona el demonio, por lo que se entregará a él, para volverse un vampiro, previa gran escena con la mítica Carmila, la que será cadáver, fantasma y luego no muerta. Otra escena sublime, estéticamente y en acciones, es cuando es descubierta la vampira central por los puritanos en pleno asesinato suyo en el bosque. También la propuesta tiene su galán y héroe, Anton (David Warbeck), que busca vencer su propio miedo, primero, y motivar al pueblo, después, frente a los puritanos y al terror del demonio (con los vampiros como sus representantes). Son dos frentes, y es ahí que el filme se presenta original, porque juega con ambos enemigos, para juntar y buscar una solución general, que vista bien no es políticamente correcta. Es como tener que aceptar el mal como parte de nuestras vidas. Hay una lucha por una parte, y por otro, una convivencia que se asume. Es como decir que la corrupción inunda el mundo, es parte de lo natural, aunque esté uno medio ciego. Maria es una virgen, la representación de la bondad y esperanza en la tierra, siendo una muchacha bella, lo que se está destruyendo; el nombre no parece casual, tampoco que sea sobrina de Gustav Weil (Cushing). También el filme presenta un atractivo juego con las apetencias, esas que nos atraen hacia el mal, no sólo en el conde Karnstein que se va a lo extremo, sino en lo cotidiano, representado en la sexualidad, libertinaje e irreverencia, de Frieda, la mujer perversa, pero así mismo un imán, la atracción por el pecado, por la lujuria, que curiosamente los puritanos enaltecen de manera indirecta con su odio. Twins of evil tiene muchas grandes escenas de terror, es una película muy entretenida, está repleta de aciertos, de un toque cool en todo momento.
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