Fue la ganadora de la palma de oro 2019. El coreano Bong
Joon-ho se coronó en popularidad en el cine arte, siendo muy querido por la
cinefilia internacional. Le faltaría sólo un cupo al Oscar a película
extranjera para completar toda popularidad. Bong ha hecho cine social
inteligente y de cine arte. Aunque su mejor película sigue siendo Madeo (2009)
y la más aclamada Memories of murder (2003), Parasite es una muy buena
película. Bong no es críptico, pero sí muy inteligente con ésta propuesta. Es
cine social con arte en mayúsculas. El filme no necesita de montón de rareza
para ser bueno, tiene solo una cierta cuota por el final. No obstante todo el
filme es una construcción artística. Al mismo tiempo es una obra seductora, que
se ve muy bien, que entretiene bastante, que mantiene el interés y la sorpresa.
Es un filme que medio que dispone todo para el final, con esos remates
poderosos del séptimo arte. Es cine social efectivo e inteligente, como no lo
era Snowpiercer (2013). La sátira o el humor negro que ven muchos lo veo en un
inicio mostrando la pobreza de los protagonistas. Pero va menguando. La
narrativa lleva cierta calma hasta el final explosivo. Por el final se vuelve
brutal, híper violenta y gore, donde la lectura social está más diluida, es más
metafórica y más complicada de entender por mayor impacto y hedonismo. Es una
historia de estafadores, pero sin subrayarlos, dándoles humanidad y algo de
discreción. Es la historia de unos arribistas, que luego por un lado se enfrentan
a la consciencia. Pero que buscan escapar de ella. El primer suspenso surge
cuando sus planes ya están ejecutados, cuando los lugares de trabajo están
ocupados y reemplazados, es ahí que vemos tocar el timbre a la antigua ama de
llaves. De esto se desprenden dos líneas de pobreza. No veo tanta lucha de
clases, de ideología, aunque si deja qué pensar. Bong es más sutil que esto,
piensa en hacer cine. En un momento la esposa compara al marido (el genial Song
Kang-ho) con una cucaracha, y en ese momento anida el meollo del filme, el
marido atisba violencia frente al menosprecio. Todo ello se manejará en la relación
de la clase alta con la clase baja, entre servidumbre y patrones. El detonante
es algo nimio, pero que hiere el amor propio, se manipula a través del olor, aunque
en realidad es el olor del desprecio, del menoscabo, más que de algo físico u
olfateable. El chofer entra por tanto en depresión silenciosa, le molesta el
vender su alma por dinero, el humillarse, pero su realidad lo empuja a obedecer.
De no ser así le espera un borracho meando por su ventana (la sátira), o un
electrocutamiento tras una inundación (el drama). Nuevamente Bong se muestra
inteligente, lo hace de algo aparentemente insignificante, hacer que el chofer
se disfrace de indio para alegrar la fijación del hijo del dueño. La explosión
de violencia surge por dos vertientes, por medio del desprecio y la venganza.
El hijo del chofer, pobre, duda y pregunta si puede encajar en la clase alta a
la hija de la familia privilegiada que enamora, él cree que no, al ver tanto
goce. Su padre antes le dice que no hay que tener plan porque la vida se ríe de
los planes. Pero el hijo no hace caso de nada y propone un plan y buscar el
dinero como solución de todo. El filme vuelve al ciclo de destrucción que nos
ha mostrado previamente. O quizá no, habrá éxito, y es porque ahora es
distinto, al ejecutarse por el buen camino. De todas formas queda todo como una
cierta ilusión. El problema es que como dice el padre la vida no permite que
exista un plan efectivo a lo que uno tanto delinea, y se habla de pesimismo o del
realismo de la frustración. Puede también que la salida venga de lo improbable,
ese es el mensaje, el llamado de la eterna sorpresa, como la violencia del
filme.