Hace tiempo que David Fincher ha demostrado que es un gran cineasta y nuevamente regresa con una muy buena propuesta, adaptando al séptimo arte la célebre novela de Stieg Larsson “los hombres que no amaban a las mujeres”; un bestseller que ha dado la vuelta al mundo y que personalmente encuentro de muy buena calidad sin que sea tampoco una obra de arte (se destaca en su medida); su recepción pública ha sido uno de esos aciertos de excepción. La historia que nos compete actualmente lleva el espíritu del entretenimiento ya que todo no puede ser filosofía o complejidad intelectual que puede estar sobrevalorada si la ponemos como única forma de vida o como la voz de la consciencia general, siendo en realidad solo una opción más a tener en cuenta.
El mundo necesita la libertad de sentarse y disfrutar que la cultura implica lugares como la gastronomía o la música que representan una identidad o una forma familiar de compartir que también es importante aunque tampoco única en cuanto a alcances; hay que decirlo porque luce como que se es menos inteligente o se es intrascendente por concebir pasar un buen momento, recordando que la felicidad no pasa por una sola motivación sino por muchas y más con la habilidad de Fincher de generar un cine de buena factura con una historia atrapante llena de matices y que no escapa incluso desde su libertad y sencillez a producir algún valor ya que todo lo que lleva un entusiasmo positivo siempre es productivo.
Sin mayores preámbulos abordemos la película diciendo que su trama se basa en la búsqueda de una muchacha perdida hace 40 años perteneciente a una familia adinerada de Suecia en que los conflictos internos y los elementos nocivos abundan, viendo que tiene parientes apologistas del nazismo. El patriarca de ese imperio industrial, Henrik Vanger (Christopher Plummer) no puede descansar pensando qué pudo sucederle a su más querida sobrina, para lo que contratará a Michael Blomkvist (Daniel Craig), un periodista de investigación caído en desgracia por una acusación que hizo sin suficientes pruebas para con un empresario corrupto de nombre Hans-Erik Wennerstrom; y que lo hará viajar hasta el pequeño pueblo de Hedestad con la misión de resolver el olvidado caso.
No estará solo porque tendrá la ayuda de una compleja jovencita de 24 años de edad, con las características de ser hacker, andrógina, bisexual y con la apariencia de una punk, llamada Lisbeth Salander (Rooney Mara), un personaje inclasificable, rico en personalidad, que lleva traumas que le infligen desconfianza en sus relaciones humanas pero que está dispuesta a atreverse a romper su coraza física hacia el afecto ajeno, a pesar de sus defectos y a costa de ser defraudada; llevando la ironía de que aún siendo una persona cerebral muy articulada en lo tecnológico se le menosprecie estando al cuidado del estado por medio de un tutor.
Es fácil notar que Salander es la chica del dragón tatuado por lo que su peso artístico es indispensable en la historia, sin que ello desmerezca el interés que produce resolver el enigma de qué sucedió con Harriet Vanger. La actriz Rooney Mara que da la figura al protagónico ha sido nominada al Oscar por ésta actuación con lo que tiene el respaldo de un sector dedicado al cine, y que para quien escribe se lo merece ya que no solo implica escenas muy fuertes de orden sexual o un desnudo humillante sino obtiene una emulación radical creíble. No queda en la mera superficialidad sino introduce emotividad oculta, y sus silencios o antipatías confabulan solventemente en la receptividad del público que puede apreciar a una verdadera outsider. Hay ratos menos integrales al personaje en que la dificultad del contexto hacen casi imposible el generar contundencia realista, como en el castigo que ejerce a un violador que es algo incompleto en expresividad aunque no cae en la nulidad porque lleva un nivel más que aceptable, o en la persecución de un ladrón, sin embargo, y esto es más valioso decirlo, la suya es una magistral interpretación a resaltar porque en lo particular sientes que es más que algo artificial que sería la forma de resaltar solo su apariencia corporal cuando lo profundo está en su interior y para eso Mara consigue frialdad externa y sensibilidad secreta, una inexpresividad que se debe entender desde esa persona en que se convierte para el ecran, una apariencia reaccionaria desde el deseo de ser dura en cuanto a sus sentimientos.
Un reto nada sencillo de lograr y ésta novel actriz deja a un lado su notoria belleza y su normalidad para ser un ente de acero visual; mucho más si notamos que de personajes secundarios y poco notados ha acometido el máximo lugar en una realización. Seguramente no ganará la estatuilla dorada frente a pesos pesados como Glenn Close o Merryl Streep, o actuaciones de amplia empatía como la de Viola Davis, no obstante ya sabemos quién es, una talentosa promesa cinematográfica que ha hecho de un memorable ícono literario contemporáneo.
La otra actuación que no podemos obviar es la de un estupendo Daniel Craig, que del intocable e infalible James Bond pasa a ser un (muy humano) periodista que no teme ser la antítesis de la mirada machista masculina siendo salvado del peligro por una dama, o convertirse siendo un mujeriego en el pasivo en una relación sexual heterosexual. En la presente es un tipo regular sin demasiados condimentos pero que no deja de lucir capaz e inteligente, y que da paso -en una performance de esas que no son chicas por deficiencia sino porque el personaje es así- a su compañera que es la atracción del relato. Craig luce sobresaliente en momentos de miedo, en su curiosidad investigativa y en dejarse llevar en el sexo. Éste es un cambio del libro donde Blomkvist aunque a ratos débil también es muy decidido. Faltó quizás reforzar esa imagen ya que no es poca cosa enfrentarse al poder. Sin embargo es la decisión de Fincher de poner todas sus fichas sobre Salander que está muy bien porque el cineasta aún adaptando un libro no deja de ser un creador, y en el americano no es una postura –ni siquiera un trabajo- sino algo real que viendo el filme no da pie a la ambigüedad.
Un recurso de la película es que los diálogos fluyen con naturalidad casi sin darnos cuenta que se nos cuenta todo por ellos, eso sí mantiene frases que son vitales en la obra literaria y que se refuerzan en pantalla, muchas de ellas son potentes como las que hacen alusión a una familia ruinosa. Algo que puede parecer un defecto es que se salta algunos pasos introductorios, empero no llega a romper la continuidad de la trama sino la agiliza, comprimiendo la vastedad del texto con habilidad.
Además, recorta algunos pasajes sin que se extrañe su lugar en las letras mientras contiene tino en el abordo de todos los momentos descarnados del libro, por ejemplo cuando se tocan los abusos que padece Salander. Visto lo dicho redondeamos agregando que el filme recoge con eficiencia lo mejor del libro, en sus personajes (potenciando uno de ellos) y en el leitmotiv de la resolución de la desaparición de la chica, con lo que vamos a encontrarnos con una propuesta bastante agradable y para todo público que bien vale el paseo a la sala de cine.