Spaghetti Western dirigido por Damiano Damiani que exuda
bastante inteligencia, en su argumentación social, en su narrativa, muy bien
estructurada, que a la vez es muy entretenida. Tenemos a un americano apodado
El Niño (Lou Castel), siempre de sastre a lo gángster, que se une a la
revolución mexicana, se hace compañero de un líder llamado El Chuncho (Gian
Maria Volonte), un tipo rustico y muy llano, pero autentico y honesto. Con él está
un sacerdote revolucionario, interpretado por Klaus Kinski haciendo una vez más
de loco. Kinski aparece poco. El protagonismo se lo reparte Castel y Gian Maria
Volonte.
Es un filme notable, que prefiere ser realista que mítico.
En un inicio vemos tal cual la revolución, que tiene que matar gente opuesta a
ellos, que no son muy distintos. En el tren se teje un plan secreto aunque se
ve de lejos, con un Niño muy audaz, muy calculador, un tipo que persigue como
él mismo anuncia el dinero. Después con el Chuncho pasan a tener
enfrentamientos con el gobierno mientras buscan conseguir armas.
Vemos en toda claridad como el pueblo le exige justicia a
los guerrilleros, quieren la tierra de un rico terrateniente y su ajusticiamiento,
todo está muy directo y trabajado a fondo que no se busca ninguna poesía en el asunto
y queda una recreación muy sólida pero que por ello a muchos menos ha de
gustar. Se ve que el terrateniente no es una mala persona, su familia sufre su
sentencia, aunque la gente del pueblo lo
tiene por indiferente con su entorno y lo ven como el eje del sostenimiento de
la pobreza de los demás.
El filme tiene éste tipo de argumentación social, el filme
defiende el socialismo, que en oposición tiene al gringo, al Niño, un
capitalista absoluto, un amante del dinero. La propuesta plantea el idealismo
de la revolución de la mano de un tipo muy común y hasta salvaje en el Chuncho,
excelentemente interpretado por Gian Maria Volonte, que como hombre de acción
igualmente da la talla, como el filme, que muestra mucha adrenalina e
intensidad. En ese sentido Kinski sobresale, lanzando granadas y rezos, aunque se
limita a esto.
El Chuncho es muy violento, pero también aunque de tipo bruto
carismático, es un simple obrero de la revolución, aunque líder de un grupo
bajo el mando del General Elías. El Chuncho se hace muy amigo del gringo y en
esto salta su lugar en el mundo. El filme sólo al final se permite una cierta
poética, aunque fiel a su argumentación. Sobresale también la participación de Martine
Beswick como Adelita, una revolucionaria con cerebro y bella además.
El Niño es el tipo más audaz del filme, el pistolero más
dotado, el más frío y solitario, aunque el protagonismo a fin de cuentas le pertenece al Chuncho,
curioso porque es el tipo más ordinario de todos. En esto está pensar en que cualquiera
puede ser héroe, incluso alguien por una parte cruel –capaz de matar a un
compañero o querer acostarse con la mujer de un ajusticiado-, como en un inicio
se ve en los revolucionarios con el trato a los que van en el tren, que no están
caricaturizados en nada, ni los militares, que temen por sus vidas, dudan qué
hacer.
Pero al mismo tiempo hay muchas escenas para hacer simpático
al Chuncho, como esa en que agotado tira piedras a la mujer robusta insaciable
sexualmente o cuando salta hacia detrás de un muro para evitar morir ante los
disparos torpes de los nuevos reclutas, guerrilleros a lo cine de Pasolini, muy
humildes, poco agraciados, algo cómicos.