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viernes, 4 de junio de 2021

Blaxploitation y vampiros


Blacula (1972)

Ésta película de William Crain fue un hit comercial, la rompió en taquilla, y abrió las puertas a que se hicieran muchas más películas de terror pertenecientes al Blaxploitation. Es una película con algunos altibajos, pero decente. Tiene sus buenos momentos de terror, como cuando víctimas de Blacula -un Drácula negro- se despiertan convertidos en vampiros y salen corriendo a atacar con los colmillos fieros ensangrentados y lanzando gritos, fuera de sí. Blacula vive para amar a una mujer que murió asesinada por el Drácula original y quien lo condenó a ser un monstruo. Tina pareciera su reencarnación. Blacula la asecha por las calles cuando la ve por primera vez. A la actriz Vonetta McGee, quien hiciera de la protagonista de El Gran Silencio (1968), cuando es perseguida le enfocan las bellas piernas en tacos coloridos. En ésta maravillosa escena hay tensión y sensualidad. Esto pronto deriva en romance. Hay un buen contrapunto del amor con el terror, con el miedo, con la muerte. Una cosa interesante del filme es que Blacula es aceptado como real de manera contundente por todos, incluida la policía, en medio de la modernidad, aun siendo un ser clásico, y un heredero africano de mucho atrás. Blacula se mueve por L.A., por lo urbano, de manera normal, sin lucir incongruente o propio de la comedia. La policía lo persigue como a un monstruo, pero capaces de matarlo, como una amenaza más. Blacula no se ve débil, pero tampoco con demasiada ventaja. En un momento hay más agresores que héroes, hay más vampiros presentes, y así la propuesta se resuelve con astucia, mediante unas lámparas, lo que propicia una gran secuencia de terror. En el inicio también luce curioso que quienes descubren el ataúd de Blacula y lo despiertan son una pareja de homosexuales, quienes llegaran a ser vampiros. Blacula tiene buena música de acompañamiento, hay perfomances en vivo notables. El Drácula negro (William Marshall) también no luce anticuado, ni tampoco demasiado cool, está en su punto moviéndose entre lo clásico y lo moderno, llegando a manejar su buena dosis de ironía verbal inclusive. 


Ganja and Hess (1973)

Hecha tras el éxito de Blacula, pero aquí los directores, Bill Gunn y Lawrence Jordan, especialmente Gunn que es dueño del guion, hacen una cinta de cine arte minoritario y cine experimental, que es una obra de culto; poco conocida, sobre todo bastante en comparación a Blacula, pero a la vez muy interesante. El filme tiene cierta elipsis y fragmentos a unir sobre como deviene el protagonista en vampiro. Se entiende que por una daga maldita y un ritual, que tiene mucho de místico, tribal, pagano, con acercamientos y enfrentamientos con la religión cristiana, de la que nuestro protagonista, el Dr. Hess (Duane Jones, el héroe mayor de la mítica Night of the living dead, 1968), participa. El propio Bill Gunn actúa, como el asistente malévolo -de Hess- que disemina la maldición. Gunn se manda con tremendo discurso filosófico, extenso e histriónico, antes de perpetrar un apoteósico suicidio. Éste filme tiene escenas potentes, cargadas de dramatismo. Igualmente es muy sensual, erótico. Los afroamericanos lucen apasionados, pero finos y sensibles en las muy bien trabajadas escenas de sexo. Hay fetichismo y harta liberalidad, también igualdad entre hombres y mujeres en el sexo, incluso la mujer presenta harto poder en ello -aunque no altruista-. Se representa a los vampiros de manera muy fiel como seres muy sensuales, muy carnales, pero algo extraños como paquete completo. Hess es el maestro de Ganja (Marlene Clark) que se revela más perversa que él. Hess es un ser romántico, atormentado por sus pecados. Ganja es una mujer materialista y no teme humillar al débil. La traición y la deslealtad le viene natural. El retrato de ella es muy particular, es poco halagador, pero lleno de intensidad. La larga secuencia de trasformación de ella es notable. El filme tiene momentos apagados, lentos, pero en conjunto es bastante especial. 

jueves, 6 de mayo de 2021

Cine de terror mexicano


El Vampiro (1957)

Difícil ser original con un personaje como Drácula, tan popular, tan conocido. No obstante el director mexicano Fernando Méndez perdura en el tiempo habiendo logrado algo atractivo y con su cuota de propio y novedoso. El filme por el final se pone incluso algo complejo con el fluir de su narrativa. Éste filme tiene tremendo ritmo, puede que a ratos parezca correr un poco, pero es notable aun así. Es la historia de una familia de hacendados, quizá de expropiadores en clave simbólica, con un Conde Duval (Germán Robles) tratando de recuperar lo que le han quitado o perdido -incluyendo familiares-, sólo que a través de la leyenda y mitología del vampiro frente a la cara naif de los descendientes. También se ve notable la creación y el deambular de las 2 hermanas dueñas de la hacienda, una vampira convertida por Duval, Eloisa (Carmen Montejo), y la otra, una mujer vista como loca y muerta en el pánico, María Teresa (Alicia Montoya). Eloisa es muy astuta, pone la nota interesante en la trama cada vez que su agudeza fija la vista en el descubrimiento. María Teresa también es astuta y es una buena contrincante, más allá de las apariencias, como suele ser. La protagonista o el conducto es Marta (Ariadne Welter), muchacha bella, frágil, sensible, que regresa a la hacienda de su niñez y la halla descompuesta, envejecida, descuidada, pero ama el lugar no obstante. Marta es una damisela en constante peligro, que provoca un romance, un cortejo, simpático, de la mano de la galantería de un viajante de comercio, Enrique (Abel Salazar, gestor, productor del filme también). Enrique es en primera instancia el héroe de la historia, aunque la película por el final coquetea con el feminismo, con un pie en el miedo y otro en las armas de tomar. 


Ladrón de cadáveres (1957)

México ama la lucha libre profesional, es parte de su identidad y cultura. Es a comienzos de los 50s que ésta pasión por el deporte mezclado con el entretenimiento y el espectáculo se transforma en cine, se plasma en la gran pantalla. Para fines de los 50s llega al éxtasis con el luchador El Santo y sus películas, y después con Blue Demon. En 1957 con Ladrón de cadáveres, de Fernando Méndez, se hace una de terror serio con luchadores, si bien es cine B, también un homenaje al mítico Frankenstein, con la creación de una historia bien mexicana, con un Frankenstein a la mexicana; sin duda, toda una curiosidad, y encima es una película no solo entretenida sino una buena película de terror de cine B. Es la historia de un científico loco y criminal que mata luchadores y saquea tumbas para poder crear un superhombre. Finalmente nuestro Frankenstein mexicano lleva la sangre o el cerebro de un gorila. Verlo libre en acción es lo más divertido y cinéfilo que uno espera ver. El científico y genio loco (Carlos Riquelme) se disfraza como los grandes, sus planes son maestros para poder doblegar a estos luchadores tan celebrados, fuertes, y míticos para la gente del pueblo. Hay grandes escenas con estos planes de secuestro, escenas llenas de emoción, suspenso, tensión y audacia. Columba Domínguez es la beldad por la que se muere nuestro protagonista, Guillermo (Wolf Ruvinskis). Columba fue pareja del director de cine mexicano Emilio "El indio" Fernández, años antes de ésta película. Columba es Lucía, una secretaria muy segura de sí, sobrada a un punto, que hace la diferencia en la vida de ese perseguidor de secretarias que es Guillermo, un cowboy seductor, un típico mexicano, un macho man con corazón. El filme tiene por el final hasta cierta recreación a lo King Kong. Las escenas donde los luchadores se ponen a luchar -que son varias y extensas- son un alarde de atletismo, técnica y show


El esqueleto de la señora Morales (1960)

Dirige Rogelio A. González. Guion de Luis Alcoriza. Adapta un cuento del galés Arthur Machen. Lo protagoniza el genial actor mexicano Arturo de Córdova. Ésta es una obra maestra. Es una comedia de humor negro, una comedia de terror. La historia nos muestra a una mujer insoportable torturando día a día a su marido. Gloria (Amparo Rivelles) cojea de una pierna por una rodilla deforme, es una mujer bella a pesar de esto, pero su fe y su hígado hacen que no quiera nada sexual con su marido, a éste lo obliga a lavarse mil veces las manos y a echarse alcohol todo el tiempo, odia su profesión, él es taxidermista; tampoco tuvieron niños, aun cuando Pablo (Arturo de Córdova) los adora, como a los niños del barrio con quienes juega. Pablo es odiado por el cura confesor de Gloria, aquí se señala a la religión católica como enemigo. Pablo es un hombre de ciencias, un tipo muy inteligente. En un momento habla del crimen perfecto, lo tiene muy claro. Pablo en el filme no es perfecto, es propenso ciertamente al alcohol, que se deja ver sutilmente. También ha llegado un momento en donde no soporta estar cerca de su mujer; es bonachón con gente del barrio, pero indiferente a su mujer en general. Gloria es una fémina torturadora, a razón de sus frustraciones y complejos. Tanto uno como la otra tienen su gente que los respalda y su propia versión. Gloria para muchos es un ser maltratado, sufrido, también es una buena mentirosa, puede ser muy cruel a puerta cerrada. El filme tiene una comedia y trama sólida. La propuesta es mucho las tantas caras de Gloria. Lo macabro llega por el final. Es una película muy divertida, Arturo de Córdova está fuera de serie, así mismo Amparo Rivelles, hacen una grandiosa dupla de antagonistas. 


Alucarda, la hija de las tinieblas (1977)

Ésta es la The devils (1971) mexicana en cierta manera, pero mucho más, tiene su propia personalidad. No es tan grandiosa como la de Ken Rusell, pero Juan López Moctezuma ha hecho una película con su atrevimiento personal y una historia con atractivo narrativo, con su curiosidad y novedad en el terror. Alucarda (Tina Romero) es una muchacha huérfana que vive en un convento católico, tiene premoniciones y sueños raros, hay un destino oscuro detrás suyo, que un sátiro jorobado vestido de adivino gitano le confirma, un destino que se cumple con la apertura de un ataúd, que le aflora su lado demoniaco. Alucarda es lesbiana, ama a compañeras desvalidas, pero también las transforma en seres posesos por el mal. El filme pareciera invocar a la inquisición, con el cura y líder autoflagelador, el padre Lázaro (David Silva), y las monjas superiores, pero en realidad figura un extraño exorcismo que parece cámara de tortura y asesinato. La propuesta de Moctezuma se pone del lado de la fe católica, los justifica finalmente -con alguna muerte de por medio-, aun cuando los hace antes ver como fanáticos, como extremistas -también el lugar de contexto es un convento de claustro, ubicado en el campo-. Alucarda tiene una escena de glorioso terror cuando empieza  a quemar a todo el mundo con el simple deseo y llamado del demonio, demonio que en forma de animal llega a aparecérsele. Su compañera, Justine (Susana Kamini), se comporta como vampiro y también brinda buenas escenas de horror. El filme muestra desnudos, pero se sienten parte de la necesidad del terror, se ven naturales. El momento en que Alucarda y Justine empiezan a gritar arengas al demonio frente a una clase de religión llena de monjas y aspirantes a monjas es de antología, tiene tremenda fuerza escénica, también tiene algo de cierto humor involuntario, pero nada excesivo en ese sentido que malogre la idea del momento. Este filme es admirado por varios fans del género, incluidos directores famosos. Los lugares, sobre todo el convento, es puro concreto y minimalismo, implica lo necesario solamente y tiene gran potencia histórica y realismo.


El extraño hijo del sheriff (1982)

México tiene su personalidad, nacionalismo e identidad en el western, con sus películas rancheras y de charros, al western llegaron a conocerlo bien desde temprano y a darle su propio estilo, por ello no es tan sorprendente que lograran hacer westerns de terror ya desde varias décadas atrás del estreno de El extraño hijo del sheriff, del mexicano Fernando Durán. El western de terror no es muy conocido, no ha logrado trascender mucho, quizá por ser visto como cine B o como lo llaman algunos weird western, pero en México se podría llamar un subgénero -que ya no trabajan-, que logra su cumbre con el presente filme. El guion es de dos actores, de Bárbara Gil y de Eric del Castillo; Eric también actúa aquí, como el sheriff de la historia. El filme nos habla de dos niños que nacieron pegados por la columna vertebral, siameses, y que su padre los esconde encadenados, hasta que decide obligar a un doctor a separarlos. El doctor (Mario Almada) le advierte que de hacerlo uno morirá y, cuando sucede, el niño muerto se convierte en un demonio. Es un filme imperfecto, de cine B, pero muy entretenido y curioso, está lleno de giros y sorpresas. Es una obra muy imaginativa, tiene tantas vueltas y novedades que sería injusto llamarlo básico en son despectivo -que lo básico también puede ser gloria-, aun cuando es bastante claro y a ratos imperfecto. Su terror es astuto, un poco irónico, y sublime, como cuando el niño demonio miente para matar a alguien o cuando aparece furioso pareciendo que viene a salvar a su padre. Es una propuesta que critica la pena de muerte, no justificándola ni con asesinos de ancianas. Tiene un juicio y es muy intenso y brillante, no es para nada aburrido, va al asunto y le pone potencia. También el filme trasuda feeling con los niños siameses, tanto con Fred como con Erik, en el asomo de la orfandad o simplemente con ser buen padre; además se puede entender una línea religiosa con el aborto; así mismo involucra la discapacidad en general, como se enfrenta, desde lo llano. El sentimiento lo matiza muy bien con el terror. Al niño -en doble actuación-, a Luis Mario Quiroz, se le exige montón, y lo hace bien, pensando que es un filme de bajo presupuesto, de cine B. 

miércoles, 17 de junio de 2020

Trilogía de los Karnstein: Twins of evil

Si uno tenía una idea de cómo sería Twins of evil (1971), de John Hough y de la Hammer, pues es distinto, y es una historia muy buena, sólida. Yo pensaba que el filme pondría a dos gemelas como vampiros en el clásico y simple homicidio repetitivo del folclore, pero en lugar de eso pone a una gemela como perversa y libertina, y a otra tranquila, decente y temerosa de su tío, del orden y de Dios. Maria (Mary Collinson) es la buena; Frieda (Madeleine Collins), la mala. El presente filme a diferencia de The vampire lovers no es muy erótico y esto paradójicamente le favorece, no tiene muchas escenas de corte sexual, a lo máximo se descubren en un momento los senos sugerentes de Frieda. La trama va de que el conde Karnstein (Damien Thomas) es un aristócrata que quiere nuevas aventuras, todo le aburre, por lo que cree que las más audaces las proporciona el demonio, por lo que se entregará a él, para volverse un vampiro, previa gran escena con la mítica Carmila, la que será cadáver, fantasma y luego no muerta. Otra escena sublime, estéticamente y en acciones, es cuando es descubierta la vampira central por los puritanos en pleno asesinato suyo en el bosque. También la propuesta tiene su galán y héroe, Anton (David Warbeck), que busca vencer su propio miedo, primero, y motivar al pueblo, después, frente a los puritanos y al terror del demonio (con los vampiros como sus representantes). Son dos frentes, y es ahí que el filme se presenta original, porque juega con ambos enemigos, para juntar y buscar una solución general, que vista bien no es políticamente correcta. Es como tener que aceptar el mal como parte de nuestras vidas. Hay una lucha por una parte, y por otro, una convivencia que se asume. Es como decir que la corrupción inunda el mundo, es parte de lo natural, aunque esté uno medio ciego. Maria es una virgen, la representación de la bondad y esperanza en la tierra, siendo una muchacha bella, lo que se está destruyendo; el nombre no parece casual, tampoco que sea sobrina de Gustav Weil (Cushing). También el filme presenta un atractivo juego con las apetencias, esas que nos atraen hacia el mal, no sólo en el conde Karnstein que se va a lo extremo, sino en lo cotidiano, representado en la sexualidad, libertinaje e irreverencia, de Frieda, la mujer perversa, pero así mismo un imán, la atracción por el pecado, por la lujuria, que curiosamente los puritanos enaltecen de manera indirecta con su odio. Twins of evil tiene muchas grandes escenas de terror, es una película muy entretenida, está repleta de aciertos, de un toque cool en todo momento.

domingo, 14 de junio de 2020

Trilogía de los Karnstein: Lust for a Vampire

Lust for a Vampire (1971), de Jimmy Sangster, no es tan buena película, pero tampoco un bodrio, tiene sus cosas positivas y entretenidas en general, aunque como terror le falta montón. Carmilla Karnstein se esconde como Mircalla en un instituto de mujeres, y vuelve rubia, con la actriz danesa Yutte Stensgaard. El héroe, entre comillas, porque no hay héroes en realidad, es de aspecto medio pícaro y risueño, incrédulo de la existencia de los vampiros. También hay un hombre -del tipo estudioso- obsesionado con Carmilla. Ésta vez los seducidos son varones, profesores, pero Carmilla simplemente es bella, sin más talento; quedan atraídos por su aspecto físico sin trabajo de ella, como si lo hacia la Mircalla de Pitt. Yutte es muy guapa y sugerente, pero Ingrid Pitt era mucho más erótica y sensual y hasta más talentosa como actriz. No obstante Yutte tampoco está horrible como profesional. La historia tiene su gracia, es un poco particular, aunque algo ridícula, con una Carmilla como estudiante; también tiene cierta originalidad, por no ser un escenario tan siniestro, anclado al siglo XIX. El instituto tiene una directora, una viejita refinada, que teme cierren su centro y esconde las muertes de las muchachas. A la propuesta le falta más vampirismo, le falta folclore, le falta mítica, le falta más sangre también -que son tapados con ataques al corazón y suicidios, mitad y mitad ingenio/ridículo-. Pero la obsesión por Carmilla como mujer da su juego, tiene su atractivo, igual todo el contexto del instituto. Aunque los profesores quedan prendados de Carmilla, se portan medio bobos e inocentes con ella, no muy avispados, no muy maduros o dignos de admiración. Llega la escena de sexo esperada y la hacen ver como que fuera plus ultra, pero le falta harta fuerza, se extraña el erotismo bravo de la película precedente, la escena carece totalmente de ingenio. Lo que sí suma es la intervención clásica del pueblo temeroso y la ayuda de los esclavos de Carmilla.

sábado, 13 de junio de 2020

Trilogía de los Karnstein: The Vampire Lovers

The vampire lovers (1970), de Roy Ward Baker, es una película de terror notable. Está cargada de erotismo, pero mantiene una buena trama y es entretenida, más allá de lo sensual que en realidad es un adicional y una característica de los vampiros que retrata ésta trilogía de la Hammer. Ingrid Pitt seduce jovencitas, con su lesbianismo poderoso, aun cuando las chicas no se declaran así y resulta trasgresor para la época retratada (siglo XVIII), más no los 70s, desde luego. Pitt también seduce hombres, todo para chuparles la sangre, conseguir víctimas, sin importar el género. En un castillo vivieron los Karnstein, los llamados no muertos, y fueron casi todos asesinados por un hombre furioso por la muerte de un familiar. No obstante sobrevivió Mircalla (Pitt), o Carmila, o Marcilla, como se hace llamar, para engañar y engatusar a nuevas presas. Una señora, una esclava, la introduce y ella queda al cuidado de alguna familia aristocrática, entra a un hogar y pone en práctica su vampirismo. El filme hace fría para matar a Mircalla, pero suele ser muy falsa antes, atrayendo emocionalmente a las muchachas, que la creen una gran amiga, y terminan de fiambre. Un general (el gran Peter Cushing) padece en manos de Mircalla. Luego sigue hacia otra familia, ese es su sistema. Mircalla es muy seductora, erótica y audaz, hay buenos momentos de juego lésbico o bisexual de ésta manera. Mircalla no se conforma con sólo el trabajo laborioso con las muchachas ricas, virginales, también mata al azar a la intemperie a gente del pueblo que cruza el cementerio donde yace su ataúd. Por todo hay muy buena mítica en el filme de Ward Baker. Hay una escena donde Mircalla presencia un cortejo fúnebre y muestra toda la bipolaridad femenina, se enoja, luego se entristece, es un mar de emociones. A esa vera se vuelve sugerente con su joven y lozana acompañante, hablando curiosamente de muerte. La idea general es que Mircalla parece una persona inocente, confiable, una buena persona, aunque en ella se esconde un monstruo. Alguien "suspicaz" llega a sospechar del vampirismo metido en casa, pero no la imagina a ella como la culpable de la enfermedad que ronda. El asunto es que la belleza y fuerte sexualidad de Mircalla los tiene embobados a todo el mundo; lo que deseas resulta algo perfecto y hermoso a tus ojos, no posee fisuras. Eso es lo que sucede. Drácula observa a la distancia, ríe diabólicamente. El terror se posa en todas partes. Es un juego pleno de manipulación, Mircalla es un vampiro inteligente. Sin embargo ella se rige al folclore y en ese lugar están las claves para derrotarla. Mircalla es semejante a un asesino serial que teniendo tantas muertes encima deja rastro de sí, aun cuando se cubre bien. El final es inevitable, bastante potente también. Pero antes el vampirismo nos entrega tremendo entretenimiento.

miércoles, 10 de junio de 2020

The lost boys

Películas así ya no se hacen -no igualitas-, películas familiares, con algunas cosas inocentes, como la participación de adolescentes como héroes frente a peligros mayores a su alcance, al mismo tiempo de hacer uso de formas duras, como lo son las muertes de los vampiros, aunque, claro, amparados en lo sobrenatural y la fantasía que lo permite y lo aguanta todo. Son filmes con cierto espíritu, amantes del entretenimiento, pero lo comercial y lo cinéfilo juntos, al estar provisto el filme de calidad, cosa que ha disminuido en general bastante hoy en día -aunque no todo es mediocre con la originalidad y cualidad de autor, desde luego-, a pesar de que ahora hay mayores presupuestos en juego y gran tecnología. El director es Joel Schumacher, un director excesivo en sus gustos personales, que lo hacen proclive al ridículo, declarado prácticamente unánime con sus películas de Batman. Pero Schumacher también es el director de Un día de furia (1993) y 8mm (1999), muy buenas películas, y The lost boys (1987) se suma a ese grupo, aun cuando hay sus momentos criticables que no escapan a la personalidad cinematográfica del director, a su exceso de inocencia.  The lost boys es una muy buena película de vampiros con su pinta juvenil y con su personalidad propia en el folclore, como cuando los vampiros duermen como murciélagos colgados del techo o como cuando atacan a sus presas viniendo volando y llevándose a su victimas por los aires como aves de caza. El filme tiene un aire cool, con Jim Morrison como ícono vampírico. Tiene bastante encanto también el grupito de chiquillos cazavampiros, con Corey Feldman y Corey Haim como maestro y amateur respectivamente. Jason Patric es un guapito heróico destacado y Kiefer Sutherland es un gran antagonista, incluso estéticamente, cosa que además distingue a Schumacher. Sutherland en mucho es la cara de la película. Se le reconoce bastante a ésta propuesta hoy en día por su participación y look. Jami Gertz luce bella, se presta perfecta para el romance juvenil y gancho hacia el mundo de los vampiros. El filme es muy entretenido, muy hedonista, tiene bastantes buenos momentos. Así mismo la película posee además una buena comedia, hace reír decentemente. El enfrentamiento contra los vampiros es emocionante y tiene su notable creatividad. Sutherland y compinches eran suficientes, pero qué importa. Dianne Wiest ofrece ternura como madre soltera, toda ella es entrañable. Como se aprecia, es un filme con muchas cualidades, muchos aciertos, para fans de las buenas historias de vampiros, enmarcado en el terror ligero.

jueves, 4 de julio de 2019

Ferat Vampire (Upír z Feratu)


Que un auto sea un vampiro suena híper extravagante y original, pero el resultado es un filme extraño para el cine de terror, pero interesante aun así. El auto en cuestión tiene un desenvolvimiento más discreto que algo potente y terrorífico, el terror es más anexo por otras cosas que por el propio auto; el auto vampiro, el ferat, más bien tiene una especie de investigación, comprobación, de que en efecto es un vampiro, y el trabajo en ello parte de un tipo que es freak y cuenta esto a un doctor (Jirí Menzel), el doctor se convence porque el ferat implica a una mujer que él ama, una enfermera, Mima (Dagmar Havlová). El filme gira en base a un rally, el ferat va a competir en éste rally. Mima va a conducir el auto, ya que la anterior piloto murió, supuestamente chupada su sangre por el ferat. En el filme hay un juego del doble con ésta mujer, Luisa (Jana Brezková) y su hermana Clara (la misma Jana), presentándose como una alucinación, un juego de terror, donde muchas mujeres quedan confundidas. Esta propuesta tiene su complejidad, es algo intrincada de entender. Mima y Luisa tienen sus vidas vinculadas, la morgue las espera. El doctor Marek es el padrote, las seduce a ambas, aun cuando tiene la pinta de nerd. Ferat Vampire (1982) es un poco seria con su investigación de hacer ver al ferat como un vampiro, esto se dilucida al final finalmente, antes todo busca comprobar los supuestos disparates de un tipo. Esto del ferat vampiro hace percibir al filme raro, porque no busca hacer terror barato, terror básico o intenso, es algo más sutil, el auto chupa la sangre por el pedal, hay una adicción y dependencia ahí, esto se conjuga con la pasión por el automovilismo y el deseo de éxito y reconocimiento. Mima ama el automovilismo, igualmente como Luisa lo amaba, ambas están dispuestas a morir por ello. También tiene influencia que un vampiro chupa la sangre a alguien y la vuelve dependiente de su hechizo, es como una esclavitud la que genera, hipnotiza a la persona, roba el alma. Ambas cosas van de la mano, la pasión por el automovilismo y el vampirismo, hay una fusión sólida en esto en la presente propuesta. Luego veremos hasta el rally en acción. Aparte el checo Juraj Herz espolvorea terror en el filme, pequeños sustos, pero también coloca una pesadilla potente con el ferat a lo Cronenberg, con un auto latiendo como la carne, lleno de sangre. El rally que es auténtico está bien inmerso en el filme. La compañía Ferat tiene una administración y directores que da a entender a un capitalismo violento, un capitalismo depredador y corrupto. El filme tiene su erotismo, pero nunca deja de lado su historia. La escena con las botellas en la cama es chocante, pero el filme da una explicación freak, así se ve un poco el filme. Es un cine de terror raro, particular, cine de autor con su roce con el ridículo en el que nunca cae. Ferat vampire no será una obra maestra, pero es una película bastante curiosa.

Vampire doll


Un hombre llega excitado en taxi bajo una intensa lluvia en busca de su novia a un lugar apartado en el campo, y se da con la sorpresa de que está muerta, la ha dejado de ver 6 meses y se iba a casar con ella. Se queda a pasar la noche en la casa de la madre de quien iba a ser su futura esposa, de pronto ve pasear por fuera a la joven, sale corriendo a buscarla. Afuera está su tumba, bien a la japonesa, de pronto la tiene muy cerca, ella llora y le dice que la mate. Enseguida él promete curarla, en eso a la mujer le brillan los ojos de amarillo y abre grande la boca, muestra dientes afilados, el sujeto en cuestión va a morir. El hombre desaparece –como en un sueño- y su hermana va en su búsqueda. Así empieza la película, y tiene una buena consistencia, como cuando el visitante despierta por el ruido, ve por la cerradura de la puerta y ve a alguien mecerse en una mecedora, luego ya no hay nadie, y se pregunta si era ella, Yuko, su novia, la muerta. Una muñeca cae al piso y se rompe en pedazos; por la ventana ha pasado un fantasma. El filme tiene encanto, así de terrorífica y clásica es. Michio Yamamoto hace su primera película de una trilogía (The Bloodthirsty Trilogy), con una mujer bella vampiro. El filme anexará mucha historia, con el pasado de la familia de Yuko. En la casa gótica donde caen las victimas espera la señora misteriosa de la madre de Yuko y su sirviente jorobado, chato, grueso y retardado. El sirviente quiere matar al novio de Keiko, la hermana del hombre muerto de la apertura. Esto da cierta risa, porque el sirviente retardado se mueve autómata a ayudar a la familia a quien sirve, siempre está al acecho de saltarle encima al novio, mientras éste esquiva hachas y armas como puede para sobrevivir. Keiko también pasa las de Caín en la casa, es sedada, secuestrada, encerrada se topa con la vampiro. Hay momentos así de buenos, de convincente suspenso. La mujer vampiro es efectiva y se suman historias. El campo como contexto es fértil en sustos. La casa señorial brilla como punto de terror en medio de la inmensidad. Los pasajes de la casa se prestan para el miedo, para el sobresalto, en cualquier momento puede salir la vampiro, que ronda. En medio de todo Keiko y su novio sospechan, escuchan llorar a alguien, van a ver. La madre de Yuko se mantiene seria, vestida bien japonesa, su seriedad se percibe de demencia, se mantiene fría. Es una película que gira en torno de la casa señorial y su imponente soledad, donde se guardan secretos tétricos, salvajes. Las posibles víctimas solo son Keiko y su novio, pero se dan muchos sustos con ellos, se proyecta bastante el peligro aun así. A ratos aparece la vampiro. El sirviente también como asesino propone su cuota de terror y muerte, aunque haga escapar algunas risas. El filme no se oye perfecto con la ensanchada historia familiar, pero tiene buenos sustos.

miércoles, 3 de julio de 2019

Lake of Dracula


No es muy común ver un Drácula japonés, y eso es lo que nos trae Michio Yamamoto. El filme es muy práctico y lleno de momentos de terror, de sustos, de suspenso. Uno de los buenos es con una paciente de hospital infectada por el monstruo. Akiko Kashiwagi tuvo un encuentro con Drácula a la edad de 5 años y creció con esa visión que ella creía un sueño. Pero Drácula la perseguirá hasta su casa del lago. El ataúd llega así en una camioneta de lo más simple. Drácula se dedica a convertir en no muertos a quienes se cruza. Akiko y su novio, el Dr. Takashi Saeki, investigan la situación. Es un filme entretenido, pero no plus ultra, aunque tiene su pequeña originalidad con la aclimatación de Drácula a un japonés, pero en general parece una película europea, la propuesta está bien occidentalizada, y esa es la curiosidad que quería ofrecerle Michio a la gente de su país. Todo es clásico del mundo vampírico, se ha respetado bastante la leyenda occidental. Es un filme algo lento, con su melodrama con el miedo que siente Akiko. Es un Drácula más de terror que sensual. Tiene una atmosfera clásica, gótica, exhibe un toque a añejo, a nocturno, a frío.

domingo, 24 de julio de 2016

La saga de Drácula de la Hammer

Escrito en honor al Drácula más popular del séptimo arte, Christopher Lee, que murió el 7 de junio del 2015, a los 93 años, dejando una muy extensa carrera, donde su máxima mítica yace en la saga de Drácula de la famosa productora británica de cine de terror de bajo presupuesto Hammer; saga a la que le paso revista, contando con 8 películas, en las cuales el muy querido Christopher Lee representó al legendario vampiro en las siete primeras.

Drácula (1958)

Ésta es una de las inmortales obras de Terence Fisher, la mejor de la saga, claro, la primigenia, que se pega más a la historia de la novela. Sin embargo hace ciertos cambios, otorgándole agilidad al producto. Ésta vez Jonathan Harker arranca con una misión secreta, como un cazador de vampiros, pero no es hasta que el Doctor Van Helsing (Peter Cushing), su maestro, interviene que Drácula enfrenta su gran reto. Ese choque vital entre dos nombres míticos del cine de terror, Cushing y Lee, otorga un entusiasmo memorable, visto tales clásicos roles en su mayor exposición. La intromisión de los colores intensos, pastel, como esa sangre de aspecto exagerado, el espacio rural y lo aristocrático, los modales ingleses, la mirada penetrante y furiosa de Christopher Lee, todo es simplemente un goce mayúsculo, de lo que se subvierte escuchar por enésima vez la historia típica de Drácula, que en el conjunto histórico del cine afírmese que yace en lo más alto del podio, la que tiene excelente ritmo que la deslinda de muchas otras igual de famosas, brillando un encanto de lo bellamente clásico, que está por encima del presupuesto, donde sorprende ver la alta calidad del producto, sin ostentación.

Drácula, príncipe de las tinieblas (1966)

Secuela dirigida por Terence Fisher, un grande del cine de terror, que lo demuestra fehacientemente en un filme que es bastante bueno, sobre todo en la escena de resurrección de Drácula que está de lujo para la época. Es una película en que Christopher Lee no habla nada, asumiéndose como un monstruo absoluto, que sólo quiere asesinar a la gente que atrapa en su castillo, habiendo dejado la orden de que su siniestro mayordomo y esclavo llamado Klove atraiga a los curiosos ante sus garras, cuando el pueblo yace advertido y niega la existencia del castillo, en un bar típico, antesala en que se anuncian peligros y temores. A éste sitio caen dos parejas, dos elegantes hermanos y sus esposas, que torpemente no escuchan y son guiados por fuerzas mayores al castillo. El salvador es un cura tosco, que yace armado y es peleón. El filme cumple con entretener y bastante, con una historia muy práctica y sumamente sabrosa.

Drácula vuelve de la tumba (1968)

Dirigida por el británico Freddie Francis, mejor director de fotografía (ganó por ello 2 premios Oscar, por Sons and Lovers, 1960, y Glory, 1989) que director de cine, pero que en algo se distingue haciendo un filme con toques frescos y llanos de romance y rebeldía juvenil. El héroe es ateo y no lo esconde a nadie, tiene el mal de decir la verdad todo el tiempo, aun cuando su amada vive bajo el ala bondadosa de un tío que es obispo; el héroe se mueve trabajando en el clásico bar de borrachos y risas vulgares (gente que lo quiere), aunque soñando con progresar estudiando a la par. Acoto que en las historias de Drácula, como el apasionado vampiro es un seductor siniestro que se mete con las mujeres de sus víctimas, no faltan los rescates heroicos de pareja. El argumento del filme es simple y pedestre, el obispo ha exorcizado el castillo de Drácula, dejando una enorme cruz en la puerta, y cuando éste regresa a la vida se enardece y promete vengarse, para lo que persigue al religioso a su pueblo. Antes, hace algo sacrílego, toma como esclavo a un párroco. Es curioso recordar que Christopher Lee como Drácula es un abusador de mujeres, no sólo las domina con la hipnosis y su mordedura, sino las trata peor que trapeador, sin importarle belleza alguna, como la que exuda la damisela en peligro, la rubia actriz Veronica Carlson (haciendo además mención honrosa de otra actriz, Barbara Ewing, por su llana sensualidad y su inocente juego de tetas). Uno podría pensar que el ateo novio aprenderá una lección, pero ésta queda de tarea para la casa. 

El poder de la sangre de Drácula (1970)

Aun siendo la cuarta de la saga sigue siendo entretenido ver una película de Drácula. Dirigida ésta vez por el húngaro Peter Sasdy. En ésta trama tres hombres acaudalados de poco más de mediana edad, misma lectura literaria de Fausto, vender el alma al diablo, aburridos de la cotidianidad de sus vidas y su imagen de gente prominente, supuestos maridos y padres correctos de la buena sociedad, cosa que se desmiente por completo, conocen a un vividor practicante de ritos ocultistas. En busca de emociones jamás vividas, cansados ya de los burdeles, éste les propone beber la sangre de Drácula. Tras ser hallado donde la última película lo dejó, la aventura concluirá fuera de lo esperado. Se desencadenará la ira y la venganza del vampiro más célebre, que irá uno por uno tras ellos, a poco de un rato clave y distintivo del filme. Habrá un rito negro que aplica devoción, y al mismo tiempo una aventura extravagante. Tendremos dos o tres buenos momentos; es un filme que tiene su sana cuota de originalidad, a pesar de que a Christopher Lee se le muestre harto ordinario en varios lapsos. Se trabaja la ejecución de la frase de desembarazarse del pasado, que suele reinar en toda necesidad de desarrollo artístico y de madurez; también un ataque repentino y facilista de “enfermedad” de un posible psicoanálisis a Drácula en el desenlace.

Las cicatrices de Drácula (1970)

La quinta película de la saga se pone algo barata, pero sigue entreteniendo. La dirige el inglés Roy Ward Baker. Parte de las correrías sexuales del hermano pícaro menor, Paul, con historias medio salidas del imaginario porno, aunque sin, obviamente, su explicites. Sólo presenciamos algún trasero desnudo femenino bien formado a lo máximo. Paul es perseguido por la policía por tener sexo con la hija del poderoso burgomaestre del lugar que escondiendo la alegre fémina su aventura lo acusa de aprovecharse de ella, todo en un tono bien ligero, al estilo de las comedias de adolescentes descarriados. Éste es el pretexto para que Paul caiga en garras de Drácula, al ir de tumbo en tumbo hasta caer en su castillo, pasando primero por un atemorizado y castigado pueblo próximo, donde hay una masacre algo gore en una iglesia, bajo efectos especiales no tan pulidos, pero con su gracia. El rastro hace que el educado y valiente hermano mayor, Simon, junto a su bella novia rubia, termine enfrentando a Drácula. En ésta versión Christopher Lee se muestra todo un caballero y por otra parte del tipo asesino serial, con el criado Klove teniendo bastante presencia y mayor repercusión que antaño. En la presente película hay mucha sangre, hasta un saludable descuartizamiento. En lo bueno del filme yace que es impredecible, y tiene una original idea con un cuarto sin puerta, con una ventana por entrada y una tremenda altura, vista con un efecto no tan realista, semejante a la intromisión recurrente de murciélagos gigantes, entre aceptables y fallidos. La propuesta tiene un arranque y final con personalidad propia, aunque lo justo, nada más. Otro encanto del filme es la trepada de Drácula al estilo de una araña.

Drácula 73 (1972)

Éste filme se contextualiza en la edad moderna, en el siglo XX, en los 70s, con un secreto súbdito de Drácula, Johnny Alucard (Christopher Neame), trayéndolo a la vida una vez más, por medio de una misa negra llena de sobrenombres del demonio, lo que tiene su incomodidad, pero que ya es algo visto en la saga. Lo mismo pasa con el propio personaje de Alucard que se comporta idéntico a Alex DeLarge, de A Clockwork Orange (1971), queriendo liderar una banda de hippies en la que se halla una descendiente de Van Helsing, viendo por otro lado que Peter Cushing lo interpreta en ésta película como un pariente sucesor. Alucard se pinta de seductor para atrapar víctimas, y Drácula de monstruo tras bambalinas, con lo que hacen de la suyas, y pronto la policía termina preguntándole a un experto en lo sobrenatural y rituales paganos, a Van Helsing, quien enfrenta nuevamente a Christopher Lee, pero con un trazo poco original. Atrás queda la época victoriana y lo gótico en una trama con una música actual que le da un toque a lo que será Starsky y Hutch (1975-79) más que de vampiros. Otra curiosidad es ver en la historia a la bella Caroline Munro, aunque rápidamente sale de escena. Hay que decir que el director canadiense Alan Gibson intenta ganar vitalidad, con un giro impensado de actualidad, y no queda del todo bien, pero para fanáticos de la saga ésta de Drácula todavía guarda algún carisma.

Los ritos satánicos de Drácula (1973)

Alan Gibson repite en la dirección y vuelven ideas de su anterior realización, habiendo igualmente muchas novedades, entre ello otro estilo de filme. De lo anterior tenemos principalmente la adaptación de la época, los 70s, pero ahora intervienen magnates y gente de la política o de la ciencia asociada a un culto satanista, una china como administradora de la mansión de los ritos –por algo el guionista es Don Houghton que se encargó de escribir las tres últimas de la saga- y unos motoristas de secuaces y matones, contra policías infiltrados que parecen jugar al Inspector Gadget, ya que sabiendo donde se reúnen estos conjurados terroristas no los detienen, sino luchan como si se enfrentaran fuerzas similares. Ésta es una propuesta que más parece una película de James Bond que una de vampiros, pero eso ya no es novedad viviéndose la decadencia de Drácula en la Hammer; incluso el Conde que nuevamente hace Christopher Lee es un jefe corporativo. Su muerte yace en lo risible, sacando nuevas formas de matar vampiros, con agua, con espinas y con una bala de plata. Vuelve también de Drácula 73 que la iglesia donde muere Drácula se torna una pista actual definitoria; también está el mismo agente de la policía como héroe más activo, interpretado por Michael Coles, y la nieta de Van Helsing, Jessica (pero con otra actriz, la bella Joanna Lumley, que como no falta tiene muy bellos pechos), y otro infaltable, el mismo Van Helsing (el noble Peter Cushing). El filme ahora se enfoca en el apocalipsis maquinado por Drácula; la grandilocuencia llega al límite. Algunas escenas son buenas, como las que suceden en un sótano lleno de vampiras, o un ahorcado como ajusticiamiento a lo giallo, pero predominan los francotiradores, las persecuciones motorizadas y el combate a puño limpio.

Kung Fu contra los siete vampiros de oro (1974)

Ésta es una película que mezcla kung fu y vampiros en los 70s. Puede sonar a varias cosas, a una idea oportunista o de querer hacer mucho dinero, propia del auge de la época por este tipo de arte marcial, y a que la Hammer estuviera apuntando a sobrevivir, también a una idea salida de algún Takashi Miike de antaño (dirige Roy Ward Baker, detrás del pacto de la Hammer y la productora hongkonesa Shaw Brothers), por lo que dependiendo puede ser lo peor o una gran ocurrencia. Seguramente los puristas odien este filme, donde lo fantástico está mezclado con vistosas peleas con armas tales como hachas, arcos o lanzas y golpes complejos; matar a un vampiro pasa por agarrarlo a golpes primero y luego atacar su corazón, como quien no quiere olvidar que el maestro chino ocultista y líder de los 7 vampiros de oro, o guerreros especiales y sobrenaturales, sea en realidad Drácula transformado. El Conde en su figura tradicional apenas aparece al inicio unos 10 minutos y 5 minutos al final para morir en su ley e imagen. Drácula ya no es Christopher Lee, sino John Forbes-Robertson, que sólo lo interpretaría por ésta sola vez, y no es que le pidas dignidad, que la tiene, en éste tipo de combinaciones, pero no es Lee. El que vuelve es Peter Cushing como Van Helsing, y sí que es un genio, porque se acomoda a lo que sea y sale indemne; ahí lo ves peleando con una antorcha contra guerreros marciales (muertos vivientes, victimas pasadas, que salen de debajo de la tierra), o matando a traición. No le queda otra, aunque los hermanos de Hsi Ching, un estudiante chino que quiere rescatar a su pueblo natal de los vampiros de oro, lo defienden; estos solventan las coreografías de lucha, en un filme que tiene algo de Los siete samuráis (1954) a pesar de la diferencia de calidad. Los siete vampiros de oro, enmascarados y desfigurados, gustan de secuestrar vírgenes chinas, a las que les arrancan la ropa y dejan ver sus tetas, y las usan de alimento alrededor de una olla de sangre en un accionar que sirve de rito. A Van Helsing se le hace difícil matar a uno de ellos; no está, claro, en su elemento con el kung fu, y eso se nota de lejos, pero la propuesta es, dígase honestamente, más entretenida de lo que uno hubiera pensando, aparte de tener relaciones amorosas interculturales, y una mezcla cosmopolita entre chinos y europeos compartiendo folclore y tradición.

martes, 5 de abril de 2016

Drácula 3D

Que Drácula haga su aparición embistiendo en forma de un búho y no como un murciélago da la nota de cómo será la presente película, del maestro del giallo, Dario Argento, que tiene películas destacadas como Profondo rosso (1975), Suspiria (1977) o Phenomena (1985) que todo amante del cine de terror debe ver. Es así que Dario Argento seguirá la historia clásica del Conde Drácula, con el secuestro de Jonathan Harker, la transformación de Lucy (Asia Argento, fetiche cinéfilo que explota un potente lado carnal) y la victimización/enamoramiento de Mina Harker (una bella y competente Marta Gastini), junto a personajes típicos de la novela, sumando a la propuesta varios cambios narrativos, distintas secuencias de trepidante acción de terror, intervenciones de nuevos roles y sobre todo de un estilo particular y personal, el que caracteriza a éste genio italiano del terror, como en su extravagancia y su toque sangriento, excesivo y chillón, donde pocos saldrán con vida. Al respecto hay muchas escenas que si uno se deja llevar, y conoce como trabaja el arte del horror de Argento, las encontrará sumamente entretenidas, vivas e intensas, por encima de cierto rechazo e incomprensión, como de algunos efectos especiales (véase la incineración de un vampiro), apreciando por el contrario que la película está cargada de un grato hedonismo cinematográfico. Hay mucho de lo cual agarrarse y sentir entusiasmo, como ver una mantis religiosa gigante haciéndose cargo de algunas muertes, o cuando hace presencia el temido Conde Drácula (Thomas Kretschmann), en una sala de justificados conspiradores, de siervos traicioneros, y hace un festín de sangre con todos ellos, a poco de converger tras un enjambre de moscas. El Conde Drácula de Argento posee la mezcla de la elegancia ortodoxa de la historia de Bram Stoker con la modernidad del exceso de las muertes, de la mano de una gran sensualidad y belleza, hasta el punto de sobrellevar un momento homoerótico, cuando Drácula grita ¡es mío!, peleándose por chupar la sangre de Jonathan Harker con la vampira Tanja. Más adelante hará su esperada aparición Van Helsing (el viejo pero mítico Rutger Hauer) que le otorgará un porte mayor al personaje, aunque no demasiada solemnidad al filme (Argento mantiene su esencia de dominante relajo, al tiempo que cree en lo que cuenta), con lo que el devenir final será la eterna reencarnación de la pasión de un hombre por una mujer, tal como el fuego que brilla en el alma de un imperfecto, pero auténtico -y admirado por ello- Dario Argento.