viernes, 4 de junio de 2021

Blaxploitation y vampiros


Blacula (1972)

Ésta película de William Crain fue un hit comercial, la rompió en taquilla, y abrió las puertas a que se hicieran muchas más películas de terror pertenecientes al Blaxploitation. Es una película con algunos altibajos, pero decente. Tiene sus buenos momentos de terror, como cuando víctimas de Blacula -un Drácula negro- se despiertan convertidos en vampiros y salen corriendo a atacar con los colmillos fieros ensangrentados y lanzando gritos, fuera de sí. Blacula vive para amar a una mujer que murió asesinada por el Drácula original y quien lo condenó a ser un monstruo. Tina pareciera su reencarnación. Blacula la asecha por las calles cuando la ve por primera vez. A la actriz Vonetta McGee, quien hiciera de la protagonista de El Gran Silencio (1968), cuando es perseguida le enfocan las bellas piernas en tacos coloridos. En ésta maravillosa escena hay tensión y sensualidad. Esto pronto deriva en romance. Hay un buen contrapunto del amor con el terror, con el miedo, con la muerte. Una cosa interesante del filme es que Blacula es aceptado como real de manera contundente por todos, incluida la policía, en medio de la modernidad, aun siendo un ser clásico, y un heredero africano de mucho atrás. Blacula se mueve por L.A., por lo urbano, de manera normal, sin lucir incongruente o propio de la comedia. La policía lo persigue como a un monstruo, pero capaces de matarlo, como una amenaza más. Blacula no se ve débil, pero tampoco con demasiada ventaja. En un momento hay más agresores que héroes, hay más vampiros presentes, y así la propuesta se resuelve con astucia, mediante unas lámparas, lo que propicia una gran secuencia de terror. En el inicio también luce curioso que quienes descubren el ataúd de Blacula y lo despiertan son una pareja de homosexuales, quienes llegaran a ser vampiros. Blacula tiene buena música de acompañamiento, hay perfomances en vivo notables. El Drácula negro (William Marshall) también no luce anticuado, ni tampoco demasiado cool, está en su punto moviéndose entre lo clásico y lo moderno, llegando a manejar su buena dosis de ironía verbal inclusive. 


Ganja and Hess (1973)

Hecha tras el éxito de Blacula, pero aquí los directores, Bill Gunn y Lawrence Jordan, especialmente Gunn que es dueño del guion, hacen una cinta de cine arte minoritario y cine experimental, que es una obra de culto; poco conocida, sobre todo bastante en comparación a Blacula, pero a la vez muy interesante. El filme tiene cierta elipsis y fragmentos a unir sobre como deviene el protagonista en vampiro. Se entiende que por una daga maldita y un ritual, que tiene mucho de místico, tribal, pagano, con acercamientos y enfrentamientos con la religión cristiana, de la que nuestro protagonista, el Dr. Hess (Duane Jones, el héroe mayor de la mítica Night of the living dead, 1968), participa. El propio Bill Gunn actúa, como el asistente malévolo -de Hess- que disemina la maldición. Gunn se manda con tremendo discurso filosófico, extenso e histriónico, antes de perpetrar un apoteósico suicidio. Éste filme tiene escenas potentes, cargadas de dramatismo. Igualmente es muy sensual, erótico. Los afroamericanos lucen apasionados, pero finos y sensibles en las muy bien trabajadas escenas de sexo. Hay fetichismo y harta liberalidad, también igualdad entre hombres y mujeres en el sexo, incluso la mujer presenta harto poder en ello -aunque no altruista-. Se representa a los vampiros de manera muy fiel como seres muy sensuales, muy carnales, pero algo extraños como paquete completo. Hess es el maestro de Ganja (Marlene Clark) que se revela más perversa que él. Hess es un ser romántico, atormentado por sus pecados. Ganja es una mujer materialista y no teme humillar al débil. La traición y la deslealtad le viene natural. El retrato de ella es muy particular, es poco halagador, pero lleno de intensidad. La larga secuencia de trasformación de ella es notable. El filme tiene momentos apagados, lentos, pero en conjunto es bastante especial.