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domingo, 2 de diciembre de 2018

La estrategia de la araña (Strategia del ragno)


Athos Magnani hijo (Giulio Brogi) va al pueblo donde murió su padre, donde lo mataron, quien se ha convertido en un héroe para éste pequeño pueblo italiano, la ficcional Tara. Athos Magnani padre murió luchando contra los fascistas, cuando planeaba matar al mismísimo Mussolini. En Tara el hijo interactúa con los 3 mejores amigos de su padre y su amante, Draifa (Alida Valli). El filme de Bernardo Bertolucci juega con el doble al tiempo que presenta a padre e hijo con ayuda del presente y el pasado.

Para diferenciar a Giulo Brogi que hace de ambos Magnani el filme utiliza simplemente una bufanda roja que lleva el padre y una actitud más decidida, como un semblante enojado o serio de éste; el hijo es más de rostro meditabundo y observador. Con ésta sencillez tenemos dos protagonistas en la misma persona, algo importante porque veremos por mucho tiempo como se presentan junto a los demás personajes que mantienen idéntica figura, es decir, edad. Brogi es de lo más austero en su interpretación, pero es realmente efectivo.

Es importante diferenciar padre e hijo para entender pasado de presente, aunque una posible lectura apunta que el hijo se fusionará con el padre y a la vez el presente con el pasado. Esto se percibe en especial con el envejecimiento repentino de las vías del tren. A esto también se le puede agregar que en el filme predomina la manipulación de la idea de que Athos sea un traidor o un héroe, haciendo difícil decidirse por una opción, que es donde yace la maestría del creador original de la historia, el gran Jorge Luis Borges, en su cuento “Tema del traidor y del héroe”, quien con mucha sutilidad plasma una escritura de múltiples miradas con apenas unos pocos detalles puntuales y aparentemente sencillos, pero sorprendentemente ricos.

Bertolucci hace un filme muy competente, uno que logra coger la esencia del original de Borges, y aunque muchos pueden creer que es fácil conseguirlo no lo es en realidad porque son 2 lenguajes distintos y pasar la maestría de la literatura al cine siempre es harto arduo. Uno puede obtener algo sobresaliente, pero muy diferente, como le pasa a Michelangelo Antonioni adaptando el magistral cuento de Julio Cortázar, Las babas del diablo, creando Blowup (1966), una película descaradamente arty, pero divertida e interesante a un punto, pero bastante diferente al original, e incluso bastante menor a su grandeza. Bertolucci no, es artístico, personal, original y curioso en cierta medida, pero coherente y digamos que de cierta manera fiel al magma de Borges, como que comprende notablemente bien el libro. Y rompe con lo que solía decir Hitchcock, que un libro no tan sobresaliente solo puede crear una película notable. Una curiosidad también es que La estrategia de la araña (1970) no es un filme muy conocido y aquí existe una injusticia, porque es realmente una muy buena propuesta.

El filme de Bertolucci es un filme que no recurre a muchos elementos, no es un filme grandilocuente ni fastuoso, ni siquiera en extravagancia, pero es un filme complejo aun así. Y nuevamente es que coge la esencia de Borges, tal cual su escritura. Apenas recurre a cierta poética como con las ancianas sentadas en la carreta de bueyes explicándole al protagonista la situación a puertas de entrar a la memoria de la ópera de Rigoletto. Igualmente la mención del genio de Shakespeare es simple en el filme, muy didáctica, pero invoca al mismo tiempo el metalenguaje, que es donde también trabaja Bertolucci buscando romper con el tiempo, con los personajes, con los propios límites de la narrativa.

Mientras, no descuida la belleza de la narrativa, el arte de contar (y crear modernidad), proponiendo novedad. Conocer a los tres viejos –propulsores de una golpiza variopinta, paradójicamente divertida, curiosa, pero no ridícula- y sentirse atraído por la amante del padre tiene un aire de misterio, de ir contra lo convencional, pero sin caer en la incoherencia. Finalmente (casi) todo tiene sentido. El filme se explica, dice un diálogo que uno no es uno, sino muchas personas, un cúmulo de contradicciones. La obra puede ser catalogada de imperfecta, aunque sea genial, porque no explica en profundidad el lado traidor. No obstante se entiende que esto remite a la complejidad de las personas. Simplemente pudo dudar, aunque finalmente la originalidad vence al destino.

jueves, 29 de noviembre de 2018

La commare secca


Debut cinematográfico de Bernardo Bertolucci que escribió el guion junto a Pier Paolo Pasolini y el guionista y también director de cine Sergio Citti. La maravillosa Accattone (1961) ya los había reunido, Sergio Citti fue coguionista de Acattone junto a Pasolini, donde el hermano de Sergio, el gran Franco Citti, sería el protagonista; y Bertolucci sería asistente del director.

La cosecha estéril (La commare secca, 1968) puede remitir en un inicio a Ryūnosuke Akutagawa, a su cuento En el bosque, donde diferentes personas hablan de un mismo caso proponiendo distintas perspectivas para resolver un crimen. Rashomon (1950), de Akira Kurosawa, adaptaría gran parte de ese cuento. Lo mismo parece hacer la película de Bertolucci, pero finalmente el crimen entre manos se resuelve directamente, aunque como una arista más de la figura geométrica. No hay nada que interpretar, todo está ahí a la vista, claro como el agua, pero hermosamente contado.

El filme muestra mientras tanto personajes propios de una época austera, de necesidad económica, tienen mucho del Pasolini inicial. Un chiquillo pícaro roba a parejas románticas en un bosque. También es el típico ladrón cobarde. En las mejores secuencias de presentación de personajes –que es de lo que se trata en realidad la película- tenemos a un vividor y a su mujer (unos geniales Alfredo Leggi y, en especial, Gabriella Giorgelli), una arrendadora de inmuebles, que orgullosa muestra a su “marido”, un tipo de vida alegre. Un joven militar en lugar de lucir estricto, o disciplinado, se muestra como un muchacho inmaduro. Va molestando -bromeando- a las bellas mujeres con las que se cruza en la calle.

Los mejores personajes de ésta propuesta son Francolicchio y Pipito, dos muchachos pobres, de quienes no vemos familiares, parecen dos aves solitarias, que sueñan embobados y hambrientos con comer ñoquis o pasteles de papa, y pronto pueden ver sus sueños cumplidos al conocer a unas chiquillas. Ambos son musicales, alegres y positivos, aunque se tornen algo criminales, y ahí vuelve a intervenir la figura de Pasolini, con un tipo con dinero que quiere –como con putos- algo con ellos. De las mejores escenas –de aplastante naturalidad- es que se pongan a cantar a capela o a reír sueltos como ríos viendo las féminas bailar.

En el filme hay momentos poéticos, hermosos visualmente, aunque sencillos, como con el soldado dentro de un túnel con mujeres haciendo de peatonas, o con Pipito gritándole a Francolicchio que yace nadando a la distancia, cuando Pipito frustrado, desesperado y melancólico grita no saber nadar. Por último tenemos al hombre de los zapatos raros, suecos, zapatos de madera. Todo bajo las luces del interrogatorio policial, con los policías ocultos en las sombras, muy secundarios porque en realidad es la historia de sus variopintos personajes, pobladores del imaginario italiano clásico, y el crimen suena más a pretexto y así se resuelve.  

miércoles, 16 de marzo de 2011

El último emperador

Ganadora de 9 Óscars ésta película de 1987 dirigida por el maestro italiano Bernardo Bertolucci es una de las más premiadas en la historia de los galardones americanos. La historia relata la vida del último emperador chino Aisin-Gioro Pu Yi (1906-1967), que no estuvo mucho tiempo en el trono, solamente tres años de 1908 a 1912, debido a la deposición que sufrió producto de la ascensión al poder de una nueva forma de gobierno conocida como la república. Su vida sin embargo estuvo llena de azares, privilegios y transformaciones que fueron especiales porque hasta 1949 estuvo considerado emperador aún sin realmente ostentar poder alguno salvo de 1934 a 1945 en Manchuria, conocida por los japoneses como Manchukuo, territorio chino que invadieron y en que lo colocaron al mando pero solamente en apariencia porque las decisiones finales eran tomadas por los nipones. Al perder el dominio verdadero de China continuó viviendo en un lugar conocido como la ciudad prohibida, el palacio imperial, rodeado de muchos súbditos, abundantes eunucos a su mando y un regimiento armado que lo protegía. Tuvo de instructor al inglés Reginald Johnston (Peter O´Toole) que le descubrió el mundo occidental al que adoraría.

La historia se cuenta desde que Pu Yi es arrancado de los brazos de su madre y es transportado a la ciudad prohibida a la edad de 3 años, es nombrado emperador y vive encerrado al cuidado de muchos sirvientes que le toleran todo hasta las ordenes más descabelladas como cuando obliga a un vasallo a beber tinta para confirmarle al hermano su posición real. En ésta parte él se muestra muy simpático al espectador, se hace querer de alguna forma, podemos comprender su soledad y aislamiento, tanto que incluso pierde a su nana porque consideran que ya no la debe tener y eso le produce aflicción porque era muy cercano a ella, la que lo mimaba como si fuera su verdadera progenitora dejando hasta de niño que lamiera uno de sus senos.

Aunque es el emperador y rige sobre su entorno tiene que seguir un estricto protocolo que dirige sus movimientos. Casi no tiene contacto con pequeños de su edad. En una ceremonia singular conoce a su mujer, la que le es escogida, de nombre Wan Jung (Joan Chen) que sería la emperatriz, a su vez se le concede una segunda consorte, Wen Hsiu (Vivian Wu), ambas de exuberante hermosura sobre todo Wu. Con Wan Jung hay un enamoramiento muy tierno, ambos comparten la pasión por occidente y ella es muy inteligente, moderna y dulce. Al final en una escena se meten a la cama los tres, Pu Yi con sus dos esposas siendo el primer encuentro con el sexo opuesto. El personaje del emperador es interpretado una vez que está por salir de la adolescencia por John Lone, en adelante hasta su vejez, lo cual no crea muchos cambios físicos aunque hay leves diferencias que permiten transitar efectivamente por ésta biografía basada en el libro del mismo Pu Yi llamado “Yo fui emperador de China”.

La historia se cuenta desde dos tiempos que van avanzando progresivamente, en uno estamos en 1949 en la prisión de Fushun desde que baja del tren e intenta suicidarse cortándose las muñecas. Es la era de la República Popular China y es enviado a la cárcel para recibir una instrucción que lo readapte en la doctrina del comunismo, está padeciendo pena por traición al haberse unido al gobierno japonés durante la ocupación de Manchuria. La otra es desde que se convierte en emperador y pasa por la ciudad prohibida hasta que es echado del lugar en 1924 yéndose a vivir como un hombre adinerado y libertino en la ciudad de Tianjin donde empezó a relacionarse con occidentales y la alta sociedad política japonesa. Durante esa época se separa de su tutor quien más tarde escribiría un libro de memorias sobre su estancia en China titulado “El ocaso de la ciudad prohibida” que será utilizado para culpar a Pu Yi de traidor porque se menciona en la obra que se une a los japoneses por voluntad propia y no como dice el emperador que se defiende alegando que fue obligado por ellos. En ésta parte del relato Pu Yi deja de ser el agradable joven de antaño que estaba inmerso en un título dignatario y que se emocionaba con una bicicleta, hacía correr a su séquito por el patio del palacio, ansiaba cambiar las rígidas normas del imperio o intenta arrojarse de un techo porque no lo dejan ver a su difunta madre, para dejarse seducir por la oportunidad de retomar su mandato a costa de ir contra su patria y apoyar al enemigo invasor, perder el amor y la lealtad de su mujer que lo dejará en el oprobio y a ella en la autodestrucción, quedarse lentamente solo abandonado por quienes lo quisieron, ser un títere de los japoneses que le exigen firmar papeles que implican reglas como imponer de idioma oficial al nipón en Manchukuo. También luce engreído en la cárcel aún sintiéndose especial, pero eso va a cambiar por los largos años de encierro hasta su salida en 1959 y gracias a la benevolencia del director de la prisión que le instruirá en la nueva identidad y forma de vida china, la doctrina maoísta, a la que finalmente se adherirá Pu Yi terminando siendo algo increíblemente distinto a su predestinado destino imperial.

Ésta película maneja efectivamente los diferentes escenarios y contextos que requiere la recreación, en la ciudad prohibida en especial lo hace con mucha majestuosidad, cantidad de extras y detalles culturales, aborda plenamente las distintas etapas del personaje principal en su calidad humana y dinástica, el reparto colabora adecuada y fielmente con el desarrollo de ésta reconstrucción cinematográfica, lo que demuestra la grave maestría de Bertolucci quien obtuvo el permiso del gobierno comunista chino para usar los lugares originales. La historia se hace próxima a quien la observa y no tan rígida como pudiera esperarse, fluye con frescura sin dejar de respetar los sucesos tal y como sucedieron. Se presenta a Pu Yi tanto favorable como desfavorablemente con relativa imparcialidad que hace más realista la película. Nos lleva sin concesiones por ese viaje que es la existencia del último emperador de China desde el principio hasta el fin, mostrando al ser humano en sus diferentes capas y acciones; aquel que se nos recuerda que guardaba un saltamontes en un pequeño recipiente dorado.