jueves, 25 de abril de 2024

Perfect days

La película gira alrededor de un trabajador japonés de limpieza de baños públicos, Hirayama (Koji Yakusho), que es un tipo feliz en su trabajo o al menos eso parece, en todo caso tiene una mirada positiva de la vida, con éste trabajo humilde. No obstante en un momento cuando lo recargan de labores se molesta, muestra que tampoco es inconsciente de lo que tiene que hacer, algo pesado, aun cuando los baños del primer mundo no se les puede comparar con lo que el subdesarrollo deja o puede dejar ver y existen diferencias, pero debemos apuntar hacia el ejemplo. Y en sí la felicidad de Hirayama es realista, se siente verdadera, como cuando se va a descansar y le espera un vaso exótico de licor y el mozo se lo entrega con una repetida felicitación. Toma, te lo mereces, por tu desempeño, como quien indica que en el primer mundo se puede vivir bien limpiando baños públicos. Esto quiere decir que Hirayama trabaja duro y se merece todo lo que tiene y es una buena vida, desde el prisma material. Hirayama tiene una muy buena casa, parece que no le falta nada, aunque tampoco es millonario. Con hacer notar cuanto vale vender sus cassettes analógicos de música se puede percibir que Hirayama tampoco es un tipo de esa ambición desmedida de dinero que puede producir el capitalismo. Hirayama trabaja duro para vivir bien y digamos que después le saca jugo a su propia existencia de manera sencilla pero inteligente. Tiene consigo una fortaleza física, anímica y emocional que es en realidad lo que hace la diferencia, lo que le cuesta a toda humanidad y son varios frentes y no es poca cosa. Es un hombre que con todos estos atributos trasciende lo ordinario, ese mundo literal que lo circunda, es un ser humilde pero místico, sin que tenga que profesar necesariamente una religión. Él acepta plenamente éste trabajo difícil de limpiar la basura de otra gente, aun cuando se deja ver que Hirayama proviene de una familia con dinero. Pero su vida está llena de cosas buenas. Cuando termina de trabajar luce una existencia agradable. Incluso cuando va a bañarse a un baño público muy japonés, que parece un curioso sauna/spa o un lugar de relajo. Hirayama es en toda la palabra un hombre Zen, representa el budismo a la vena, cierta sabiduría legendaria, y es también en mucho un hombre nipón occidentalizado, amante de ésta cultura, llamémosle de una mirada cosmopolita. Ese hombre Zen de a pie que es él hace uso de elementos de felicidad a lo occidental, lo mejor de ésta cultura, de su intelectualidad y arte. En un momento llaman abiertamente un intelectual a Hirayama por su amor por la literatura, por sus lecturas, pero como él mismo deja ver, como cuando asume el mundo desde lo literal a través de justamente repeticiones verbales (como si recitara un haiku), es un hombre simple, uno que se maravilla y sueña con árboles, a los que les toma fotografías analógicas con suma devoción y auténtico desinterés colectivo. No lo hace para impresionar a nadie ni para ganar ventajas de cara a la sociedad y su lugar en el planeta. Hirayama es tan simple y humilde que mira a su alrededor con un amor Zen por la humanidad, por las cosas más pequeñas y mundanas. Hirayama pasea en bicicleta, no recurre a las computadoras ni a los teléfonos inteligentes (aun cuando Tokyo es sinónimo de tecnología de punta). Es un hombre del pasado en medio del futuro, un tipo vintage se podría decir, por no llamarlo hipster. Es un viejo con alma de joven, así lo señala la música rock que oye, o su notoria simplicidad. No pretende ser un señor, por eso vemos esa forma en la que interactúa y le levanta el ánimo al amigo terminal, no teme tener el corazón noble de un niño. Puede que sea una imagen muy soft del ser humano normal o común y corriente e incluso de cualquier ser humano, ya que muchas veces el mundo no deja ser buena a la gente, o siquiera no todo el tiempo. No puedes serlo siempre porque aunque no quieras verlo el mal existe y es parte de vivir (además de que verlo sirve para poder sobrevivir) e igual hay que enfrentarlo, vencerle, ser cada vez mejores. Pero digamos que existe gente como Hirayama, gente que vive feliz el día a día, la rutina, el mundo, y que (¡Dios lo bendiga!) no molesta jamás a nadie (de ninguna forma; parece gritar: ¡muerte a los adrede insoportables!). Hirayama, aunque viejo, no parece contaminado por el mundo corriente, ese que nos llega a todos, ni por un trabajo que es arduo y a veces incómodo. Y ahí lo vemos sonreír cuando un borracho se tropieza con sus útiles de limpieza o cuando uno se ha puesto a orinar frente a él. Incluso Hirayama mira a vagabundos y desconocidos con nobleza, con verdadera humanidad y comprensión, y sí, gente así existe. Éste filme es pues el espíritu sencillo y afectivo, idealista, de Ozu, en medio de la imponente nueva Tokyo, una de las ciudades más importantes del planeta. Pero Hirayama tiene armas reales para enfrentar un empleo complicado o la siempre compleja existencia, tiene en él el amor por el arte y la cultura que vive en el mejor Occidente, más la paz del budismo o la mística asiática intrínseca en él, lo cual embellece la mirada, no sólo la nuestra sino de esa humanidad que suele decepcionar. Incluso Hirayama es tan empático que apenas habla, no pretende molestar, porque hablar es también molestar (porque no se puede hacer feliz a todos hablando, sino mimetizándonos con la naturaleza). Igualmente es un solitario, que suena lógico, pero que trata bien a todo el mundo. ¿Qué se nos dice?, que se puede estar solo y ser feliz, que no todos vemos el mundo igual. Wenders dice que hay muchos mundos, muchas maneras de ver y vivir la realidad. De todas maneras éste filme no pretende ahondar en otras partes marcadas de la existencia, la frustración y la melancolía. La verdad y no es un insulto, para ser feliz se necesita ser un poco "tonto". 

martes, 16 de abril de 2024

Yannick

Ésta es la película más coherente, más accesible, más normal si se quiere y una de las mejores del cine friki del francés Quentin Dupieux y aun así es una película que rompe un poco el molde o es curiosa, si bien es bastante reconocible, aunque hace uso de la violencia del ser marginal o que se entiende así, para que el mundo le oiga o sienta compasión hacia su situación, aunque su accionar pone en peligro la vida de su alrededor y por eso no se puede justificar la violencia, sobre todo cuando algunas personas en EEUU al sentirse menospreciadas o invisibilizadas tienden a perder la cabeza, volverse criminales y atentar contra la gente. Yannick (Raphael Quenard) es un seguridad de aparcamiento de autos que un día va a un pequeño teatro y a media obra siente aburrimiento, frustración y fastidio hacia lo que está viendo. Se levanta y reclama. Lo lógico sería irse pero Yannick no quiere perder un día más. Lo que ve en el teatro es una sátira sobre un cornudo, un hombre que yace en una situación difícil frente a la mujer que le engaña en sus narices llevando al amante a su casa. La obra luce deprimente. Yannick es un especie de obrero, un hombre que lleva una vida muy simple y muy pesada, llena de carencias digamos, y ha pedido permiso en su trabajo y ha recurrido a mucho tiempo de transporte para ver una obra que le alegre la vida -lo despeje un poco- y al no suceder siente enojo, un enojo que va más con su propia existencia, pero que se lee como una critica que defiende la cultura del entretenimiento o lo popular por sobre el resto de expresiones artísticas. Es querer que el arte nos haga sentir feliz, y esto varia en realidad, pero apunta a su acepción central. Lo que ocasiona Yannick puede entenderse como un acto de terror, sin embargo el ambiente es tranquilo, dócil, todo parece llevadero, aun cuando están atrapados en las decisiones de un hombre que implica la violencia y el miedo para hacerse oír. Yannick de pronto se descubre artista. Muestra un lado existencial que induce a pensar en el vacío, en el agotamiento de las rutinas, puede que en la pobreza. Yannick pone rostro como tocado en el alma frente a verse como creador, la creación de un hombre humilde pongámosle, que está participando de algo personal, en medio de una situación contradictoria. Dupieux es maestro en éste tipo de cosas. Pero parece honesto, no parece producto del sarcasmo, del cinismo o la conveniencia más ramplona. Es un filme entreteniendo de ver, se generan además interesantes interacciones con los rehenes en un ambiente de extraña amistad. Yannick llega a bromear sobre su posición de poder por la fuerza. En un momento otro personaje ejerce otro tipo de revancha y luce más intratable que Yannick quien luce como un tipo más controlado de lo que se puede esperar y la solución queda clara, sentirse atendido, comprendido, dentro de requerimientos normales. El ser humano siempre tiende a ir hacia adelante a pesar de todo, pero no se puede vivir aplastado. Yannick representa la voz de un ciudadano humilde, pero con inteligencia. Así mismo se puede ver como la representación de la voz de las masas dentro del mundo tecnológico y mediático actual, pero no significa necesariamente trasgresión. Igualmente se puede percibir como el anhelo de autor del propio Dupieux, con un personaje que quiere robar un poco de libertad. La propuesta recurre a algo especial para movilizar pensamientos de humanismo y sensibilidad, cosa de mezclarlo con lo inusual. Es una situación extraña para hacer pensar, no obstante tiene de sentimental, pero ahí tenemos esa maravilla de Dog Day afternoon (1975) aunque desde mucho mayor realismo, pero Yannick (2023) es más comedia amable que drama.  

domingo, 14 de abril de 2024

The priest and the girl (O Padre e a Moça)

Basado en un poema del importante poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. Dirige Joaquim Pedro de Andrade. Es una película donde una joven, Mariana (Helena Ignez), fue a vivir a temprana edad donde un hombre rico al quedar desamparada, quien en lugar de adoptarla como hija la hizo su mujer. Esto la perjudico en su personalidad siendo muy propensa a la liberalidad sexual. Éste hombre rico quien vive en un pueblito perdido de Minas Gerais está enamorado de ella, quiere casarse ahora, mientras la tiene aun en su casa como su protegida. Él sabe de ese instinto sexual que tiene Mariana y vive dudando de ella en todo momento. Sus miedos llegan a parecer como producto de la imaginación, ya que a ella se le ve muy (engañosamente) dócil. Entonces entra a tallar el farmacéutico y borrachito del pueblo (Fauzi Arap), quien se siente un poco degenerado y esto es parte de que se entregue a la bebida. Es un pueblito que sufre por sus pecados. Cuando llega el nuevo cura (debut de Paulo José) será parte de algo repetitivo, éste ambiente de impudor, de trasgresión moral, que el borrachito deja intuir, sospechar, en el cementerio, donde también todos son una comunidad, y tratan de vivir como hermanos. El filme es bastante arty, el sufrimiento y la tensión melodramática del cura se vive a ratos con maestra ambigüedad, y un poco podría haber jugado con lo psicológico. En un momento él abre muchas puertas de golpe como si ingresara en un laberinto, que es su mente sufrida frente a las acciones que no puede contener y denigran, insultan, su relación con Dios. Lo mismo lo hará tirarse atrás y luego volver a lo mismo, es un mar de emociones encontradas, el deseo de poseer a la mujer lo tiene enloquecido. Mariana parece un canto de inocencia, pero es un gen de seducción muy fuerte y ella está consciente. Actúa cómo automáticamente, no hay mandatos o conveniencias mayores, ella es simple y llana tentación -manejándose la lujuria elípticamente-, desde una mujer que se nota humilde, pero que entiende que así juega el demonio también, desde la que ironiza ésta identificación a lo El Exorcista (1973). Ella parece enamorarse de todos, puede que no soporte como ha sido y es su vida en éste pueblito. Se produce una larga caminata, una extensa secuencia, que igualmente tira y afloja emociones con fuerte fricción tras bastidores, de quien quiere seguir pero también volver atrás, dentro de una gran puesta de escena en medio de mucha austeridad, como yacer en el desierto mítico de la biblia, expuesto sin mucho adorno contextual. Ella piensa también, le dice que se quite la sotana, que abandone la religión y quede sólo el hombre. Quiere rehacer su vida. En sí es un filme que rompe con lo exuberante, asumiendo la pasión desde lo simple, desde lo sugerido, como si se pensara como cine social, una pasión y trasgresión de gente humilde. El cura queda encerrado en la iglesia, el monstruo, y éste parece un animal enjaulado, ciego por ese cuerpo que se maneja no con erotismo o sensualidad abierta sino con mucha atípica delicadeza y mucho cuidado estético, quizá por el tema que trata, quizá por la censura. Se hacen composiciones muy artísticas de ésta relación que pueden pecar de muy artys, de muy abstractas o gaseosas y seguramente le va a costar público, ser masiva. Es por el final medio un ballet, tanto como teatro, una performance de cine sin diálogos. Todo esto se percibe atractivo, muy visual, muy de composición, de una notable mise-en-scène de bajo presupuesto. Ésta propuesta parece inspirarse tal cual en la poesía en general, queriendo perpetuarse visualmente en dicha sensibilidad. Presenta su buen toque de pueblo, como cuando el borrachito se mofa de la impetuosidad y ansiedad ajena aludiendo la obsesión y la ceguera, querer el cuerpo sin meditar la corrupción que implica poseerlo, desde tres frentes, la pedofilia, la infidelidad y el sacrilegio. 

viernes, 12 de abril de 2024

Dream scenario

Ésta película del noruego Kristoffer Borgli producida por Ari Aster es una película peculiar pero que juega justo, deja rastros en pantalla para que la comprendas, incluso de manera notoria. La idea central suena original e interesante, un catedrático, Paul Matthews (Nicolas Cage que ya tiene bastantes películas curiosas y destacadas en su haber y no es poco decir), un día empieza a aparecer sin mayor motivo en los sueños de la gente. Todos se extrañan de que él simplemente esté ahí paseando o mirando sin actuar en el devenir del sueño. Es entonces que se vuelve popular, ésta celebridad vacía lo beneficia. Es una clara lectura de nuestros tiempos, ser popular o conocido sin mayores motivos dirían muchos. No obstante Paul Matthews quiere escribir un libro científico, intelectual, de su propia autoría, es decir, tiene ideas propias, pero a nadie le importan, no es vendedor, es por eso que se le asume como un perdedor, no es rentable, no produce dinero, no produce atención, pero esa popularidad gratuita de los sueños se la proporciona y es donde lo llama una empresa exitosa que vende cosas atípicas o freaks, apuesta por personajes que tan solo sean fuera de lo común, que de alguna manera rompan el molde y tengan una buena historia a cuestas. Quieren aprovechar su popularidad. No importa que no se sostenga de mucho. Matthews no es tan oportunista, pero tampoco es bobo y acepta trabajar con dicha empresa. De pronto surge un giro, alguien quiere hacer realidad un sueño dicho literalmente, algo onírico, y termina en una broma gruesa, pero de la que ciertamente te ríes. Lo que viene después es la cultura de la cancelación y todo lo desagradable que puede ser padecerla, para el caso igualmente gratuita, capaz de destruir todo tipo de relaciones humanas producto de que la gente no te quiere y te tacha, aunque incluso los amigos no pueden soportar el poder de la simulación o dígase lo virtual. En esto entra a tallar el terror, la remembranza de Freddy Krueger, que literalmente se usa varias veces en pantalla. Es un filme claro en realidad que juega con una premisa curiosa. También se menciona qué interesante sería poder meterse en los sueños ajenos. Hay una escena estupenda donde se homenajea la creatividad de David Byrne, que así mismo se anticipa. Más que argumentar del filme, es bastante entretenido de ver, hay muy buen manejo de su premisa general, siendo muy audaz con el misterio, como si pusiéramos algo extraño en la humanidad y simplemente tratáramos de vivir con ello. Éste es un filme extravagante, entretenido, con terror y comedia, y un buen uso de nuestra cotidianidad frente a una rareza que hace abierta metáfora de las redes sociales y lo mediático. La relación con la esposa que hace Julianne Nicholson es bastante sustancial, produce muchos grandes momentos, está muy bien aprovechado, puesto que es muy importante en la vida de éste hombre ordinario que hace el gran Nicholas Cage en otra de sus memorables actuaciones. 

Memorias del subdesarrollo

Ésta es la película cubana más celebrada, más popular y más destacada de la historia de su cine. El cubano Tomás Gutiérrez Alea adapta la novela de su compatriota de mismo título, de Edmundo Desnoes. Es una película históricamente interesante, puesto que se contextualiza en pleno comienzo del gobierno comunista y revolucionario de Fidel Castro. La novela es de 1967 y la película de 1968. La toma del poder por los revolucionarios fue en 1959 y en 1965 se convierte Cuba en un gobierno comunista. Ésta propuesta combina una ficción con imágenes de medios de comunicación, archivo o en plena efervescencia sobre noticias y acontecimientos reales que atañen a Cuba en todos los 60s, como su fricción y tensión con EEUU por su postura política y apoyar a la URSS en la guerra fría. El protagonista del filme es Sergio Carmona (Sergio Corrieri), un tipo con poder adquisitivo, un tipo de plata y con cultura, que mientras la mayoría de gente de su clase social optan por salir del país él decide quedarse y adaptarse al cambio, a la nueva realidad. Con él se habla de la transición, o renacimiento para entrar en las filas del régimen, para la clase intelectual o sus postulantes, para la clase media alta que debe transformarse, aun cuando él es más pedestre, más simple. En su vida personal y por otra parte a la vera de la nueva realidad cubana siente que todo se le escapa de las manos, como que él mismo se está evaporando. Carmona representa el pasado burgués convirtiéndose en el presente proletario. Es un personaje complejo -puede caer antipático tanto como pasar por un gen de reflexión- aunque también sirve de vehículo para enaltecer a la revolución cubana, apostando a defender sus postulados, aun cuando con su persona hay aun algo de cierta identificación con lo americano y europeo y como que contrasta un poco ambas formas de vida, ambas formas de ver el mundo. Es un tipo que inicialmente lo vemos portarse de manera infantil y atorrante con su esposa, a la que tacha (y se deshace de ella) porque la considera materialista, una mujer que quiere vivir como reina, a costa digamos de la identificación con la realidad nacional, con lo difícil que suele ser, con ese pueblo que ahora cargan todos encima. Pero el personaje va más allá, luego tiene una relación con una chica de 17 años, con Elena (Daisy Granados) y su exhibición de personalidad como que evoluciona, mientras hay coquetería, seducción, juego y choque intelectual entre ellos, produciéndose mucho entretenimiento a esa vera, generándose diversas capas para ver en éste filme. La palabra subdesarrollo yace muy presente en el relato, se adscribe éste país tropical a un lugar de mucho conflicto, no sólo ante lo obvio (la fricción con EEUU) sino desde lo natural, diario o habitual, y tal cual representa la palabra en cada cosa, deficiencia. Carmona juzga su entorno, a los propios cubanos, a ratos de manera bastante dura, que algunos pueden señalar de clasista. Incluso por momentos como que se contradice o se desmiente lo que dice, como que se ponen a prueba algunas ideas para desmontarlas o desarmarlas, que van desde lo banal hasta lo trascendental, desde lo cotidiano, universal o común y ordinario hasta la realidad política y a su diestra la realidad social. Es el lente y la luz colocados sobre Cuba como país desde el ser opuesto de su nueva realidad, pero quien se nota a todas luces que quiere pertenecer al presente nacional, a ésta revolución y a éste gobierno popular, que hasta se autocritica abiertamente, es autoconsciente de la clase a la que pertenece y a la que el gobierno comunista ha movido a desterrarse, tanto que sabe que puede perder su casa y sus propiedades. No obstante hay un resquicio para la duda, quedándose sutilmente sin hacer nada en plena soledad o cierto abandono y sentimos la proyección de la austeridad y la necesidad -que puede traslucirse sobre el resto-, al tiempo que al tomar conocimiento del armamento militar cubano que circula cerca de la playa es como que en la mirada del protagonista no todo encajara, como quien no sabe si se estarán haciendo bien las cosas del todo o son las mejores salidas, es la vida nueva golpeándole también, como esa otra capitalista y americanizada que ya ha sido desnudada, triturada y echada a la basura por el régimen y la ideología reinante y dominante, como deja ver bastante material real político que muestra la película. Carmona -aunque termina cavilando más al respecto- es un poco un Don Juan, o un hombre de mujeres, es también la historia de sus relaciones amorosas, de aventuras, de rupturas, de comparaciones, de errores, tal cual en otro ámbito más profundo lo representa la revolución cubana, de la que se entiende de las mujeres que seduce o interactúa el protagonista. Es un acompañamiento que se entrelaza muy bien, y no suele pasar, puesto que la ideología política se discute con fuerza y cada parte marca su presencia. En un momento se desromantiza al mismísimo Ernest Hemingway, y en ese trayecto se postula apologético con la proclama de pueblo, de notoria identificación social, que es tan determinante para la razón de ser de la nueva Cuba, como así mismo Carmona llega a criticar algunos privilegios, desde su humildad como ser político que pocos quieren escuchar o van a escuchar, sin embargo como el propio Gutiérrez Alea dan vida al régimen, porque lo insufla de gente pensante. Y en sí el filme también se permite ser un poco osado y presentar personalidad, si bien la postura izquierdista predomina, es un canto de adaptación a ésta.  

martes, 9 de abril de 2024

Assalto ao Trem Pagador

Expuesto de manera sencilla y sin extenderse demasiado, vemos el robo de un tren al parecer del estado que transporta mucho dinero. Pero lo que importa es lo que viene a continuación, cómo éste grupo de ladrones tiene que no dejarse atrapar, para ello deciden no llamar la atención, gastar solo un 10% cada uno de su parte, puesto que quitando al que concibió la idea del robo todos viven en favelas, es decir son gente pobre y no sabrían justificar tanto dinero repentino, sobre todo cuando éste robo ha sido uno de los más llamativos de la historia de Brasil, basándose el director brasileño Roberto Farias en un robo real. El líder físico, de las acciones, no intelectual, es un hombre de color llamado Tiao (Eliezer Gomes) y es el tipo más rudo del grupo, pero con un cierto sentido de lo justo que veremos durante la película. Tiao amenaza al grupo, si gastan más de la cuenta, él se hará cargo de esa persona, deberá matarlo. Pero como suele pasar, no siempre las cosas se cumplen como se espera, y la mayoría empieza a gastar más de lo acordado, incluso el líder intelectual, Grilo (Reginaldo Faria), se da a la buena vida, aunque en una discusión se justifica desde las diferencias raciales y sociales. Roberto Farias lo hace como parte de que Tiao luzca como el negro inteligente -autosuficiente- y poderoso, como un especie de ser heroico, aunque desde lo políticamente incorrecto, desde el crimen, el deseo de tener mucho dinero cuando no tenemos esa oportunidad. El jefe de policía llega a sentir admiración por éste hombre de color que de cierta manera a sus ojos rompe el molde. Quien tiene 2 familias, 2 mujeres, muchos hijos. Se llega a mencionar que el robo parece hecho por extranjeros, y en cierta forma es un autoelogio al propio filme que tiene muy buena pinta, muy buen acabado, como si fuera hecho justamente por hollywood dirían. Pero no, está hecho por brasileños. Y hace mucho uso de su identidad, desde el cine social, con un realismo portentoso, mostrando en toda fuerza la realidad de las favelas y articulando y extendiéndose ahí el presente noir, produciendo un gran manejo de lo popular, de lo nacional, alrededor de un acto criminal, de vivir sin ser descubierto. El dinero empieza a gastarse y a tentar a otros en la favela y empiezan a surgir problemas como con el tío chantajista. El que no le teme a los hombres le pone al descubierto Tiao antes de hacerse cargo de él, de ésta molestia. El personaje más importante es Tiao. Farias le da personalidad y lo utiliza muy bien con la identidad social que tiene. Es un ladrón que respira pueblo, un tipo que intenta burlar muchas cosas, las reglas, al estado, el peligro, intenta hacerlo con el destino y un poco huele a justicia social -aunque es para uno mismo-, retando todo ello. No obstante es cuestión de tiempo caer detenidos -frente a un poder notoriamente mayor- y el filme tiene mucha vida en ese trayecto, produciendo mil entretenidos momentos -varios tensos-, desde el cine que le habla fácil al público otorgándole algo notable. La mujer de un ladrón hace como talón de Aquiles para él y no para de complicarle la existencia y de paso a los demás, añade mucho al conjunto. En ese sentido se ve a Tiao cómo domina a las mujeres, quien lleva mucho de guerrero tribal en la imagen de un humilde camionero. Incluso en un momento les dice a sus 2 parejas, ambas presentes, que deben llevarse bien entre ellas, implicando como principal la solidaridad económica. Igualmente se ve como se les ilumina los ojos a sus inocentes hijos cuando le ven, habiendo en la propuesta varias imágenes donde choca ver la pobreza desde la infancia y es un elemento que implica pensar más que en Tiao. Las actuaciones son buenas, como la de una de las esposas -una morena guapa desprovista de adornos- que se quiebra frente a la presión policial -luciendo estos como buitres, aunque están cumpliendo con su deber- y de los medios y produce tremenda secuencia hacia lo melancólico, mostrándose una mirada social dentro del abandono de los pobres y te hace reflexionar aunque no solemos hacerlo. También son memorables las escenas con el popular actor brasileño Grande Otelo como un borracho lleno de risa (picardía) en su pequeño e intenso cuerpo. 

jueves, 4 de abril de 2024

Les Photos d'Alix

Una fotógrafa, Alix Clio-Roubaud, una fotógrafa de verdad, de 30 años de edad, muestra fotos suyas a un amigo y empieza a hablar exagerando lo que ve, aunque lo hace muy relajada, fumando, contenta consigo misma. Las fotos que muestra se miran a la cámara, frente al espectador, y son muy simples, pero ella les da otra dimensión mayor y cada vez la ironía o el truco de Jean Eustache es más notorio. La fotógrafa –como una efigie que seduce- denota que sabe o tiene buen conocimiento general pero el trabajo en sí es distinto a como lo describe, marcando la diferencia entre lo que creemos y lo que en realidad es, como si habláramos de un trabajo trascendental que lo hace desde lo minimalista o austero, desprovisto de detalles. En sus palabras las fotos son algo complejo, mientras lo que se ve en sí es básico, en un juego que llega hasta lo obvio, puesto que el mecanismo se repite e intensifica. Se nota una mujer algo presuntuosa y ella le da además un elemento personal al asunto, íntimo. Ella misma llama al material y al trabajo de su fotografía como algo sentimental, manifestando una cierta poética, y no suena mal porque le habla a un amigo con el que parece tener mucha confianza, pero hay abierta grandilocuencia en su verborrea de mujer que se estila sofisticada o muy moderna. No obstante el material parece desmentirla y ahí brilla la “originalidad” o lo políticamente incorrecto de Eustache, puesto que se lee como un filme sobre relaciones entre hombres y mujeres, a lo Truffaut, donde la mujer cae en la personalidad extrovertida, de las que no llevan contención y es material sutil –por el compañero que quizá está un poco ciego- y no tan sutil –por el director- de crítica del hombre. Se nota más porque el joven, Boris Eustache, hijo real del director, que por entonces tenía 22 años, parece en realidad un muerto, no exuda mucha personalidad, entonces el contraste es notorio. Es un filme un poco machista, juega al cliché del tipo sencillo, humilde, sin pretensiones, el típico hombre que no se hace problemas –o le teme a toda intrepidez-, y la mujer demasiado habladora, demasiado ella, pero también habla de juventud, mientras el chico es más maduro digamos o así lo parece su recato, aunque más plano, incluso autoconsciente (que también es complicado de hallar). El muchacho parece interesado en la mujer y es todo oídos y amabilidad. Ella simplemente está en pleno ejercicio de sentirse atendida, objeto de atracción. Sea por su belleza o su personalidad extrovertida, diga lo que diga. Es un filme que se puede catalogar de sencillo, de los híper realistas, pero que es sólido y condensa muy bien su idea y lo hace provocando una narrativa autosuficiente en tan solo 18 minutos, logrando cocinar un pedazo de vida entre las relaciones hombre-mujer, de lo que no sorprende que exista el feminismo –mucho más lógico de lo que creemos, aun viviéndose demasiado ubicuo hoy-, frente a cierto estado de velada superioridad de algunos frente al objeto de adoración (o deseo de posesión), pero también de tortura. Cuando uno ve un filme -que a eso remite el contexto de la fotografía y seguramente al propio trabajo de Eustache- uno puede ser muy básico, muy práctico, muy informativo, muy escueto, parametrarse en lo más seguro, pero también un tema o una interactuación visual puede despertar muchísimos ángulos del mismo tema. No es que inventes sino es flexibilizar o manipular partes menos obvias y limitadas por lo más abierto y notorio, si bien todo trabajo artístico es un trabajo subjetivo, y tanto la crítica como la película son complementarios puesto que pueden enriquecerse mutuamente. No es solo repetir lo que está delimitado de manera general, la narrativa central. Hay critica que puede aspirar plantear literatura –la riqueza y la libertad de la palabra, romper con las reglas pero sosteniéndolo con los propios argumentos- y pensar con libertad un tema, es sacar sustancia de lo que vemos, pero tampoco es un trabajo fácil, no todos pueden exprimir un tema, es más común sólo poder ver el mundo de manera encerrada y cuadriculada. Si bien el filme de Eustache como que se burla de esto, lo que en realidad determina que es bueno y que no es la argumentación, sostenerlo, mostrar lo que pocos ven. Y aquí la chica es mofa de la personalidad femenina que seguramente Eustache se ha topado o ha conocido en gente de su entorno, gente que magnifica lo vacío, lo ordinario. ¿Dónde yace la diferencia? En reconocer interesante lo que se percibe. Uno puede burlarse como el chico no lo hace porque está seducido por la belleza y la amistad de la fémina, pero si como un Eustache que plantea un elogio de nuestra simpleza, como muchos hacen, pero nunca olvidemos el poder de tener una mirada atípica, o simplemente un ángulo nuevo que enriquece el mundo, un mundo que nunca se acaba, ni debe acabarse, aun luchando frente al canto de nuestra elementalidad.