martes, 16 de abril de 2024

Yannick

Ésta es la película más coherente, más accesible, más normal si se quiere y una de las mejores del cine friki del francés Quentin Dupieux y aun así es una película que rompe un poco el molde o es curiosa, si bien es bastante reconocible, aunque hace uso de la violencia del ser marginal o que se entiende así, para que el mundo le oiga o sienta compasión hacia su situación, aunque su accionar pone en peligro la vida de su alrededor y por eso no se puede justificar la violencia, sobre todo cuando algunas personas en EEUU al sentirse menospreciadas o invisibilizadas tienden a perder la cabeza, volverse criminales y atentar contra la gente. Yannick (Raphael Quenard) es un seguridad de aparcamiento de autos que un día va a un pequeño teatro y a media obra siente aburrimiento, frustración y fastidio hacia lo que está viendo. Se levanta y reclama. Lo lógico sería irse pero Yannick no quiere perder un día más. Lo que ve en el teatro es una sátira sobre un cornudo, un hombre que yace en una situación difícil frente a la mujer que le engaña en sus narices llevando al amante a su casa. La obra luce deprimente. Yannick es un especie de obrero, un hombre que lleva una vida muy simple y muy pesada, llena de carencias digamos, y ha pedido permiso en su trabajo y ha recurrido a mucho tiempo de transporte para ver una obra que le alegre la vida -lo despeje un poco- y al no suceder siente enojo, un enojo que va más con su propia existencia, pero que se lee como una critica que defiende la cultura del entretenimiento o lo popular por sobre el resto de expresiones artísticas. Es querer que el arte nos haga sentir feliz, y esto varia en realidad, pero apunta a su acepción central. Lo que ocasiona Yannick puede entenderse como un acto de terror, sin embargo el ambiente es tranquilo, dócil, todo parece llevadero, aun cuando están atrapados en las decisiones de un hombre que implica la violencia y el miedo para hacerse oír. Yannick de pronto se descubre artista. Muestra un lado existencial que induce a pensar en el vacío, en el agotamiento de las rutinas, puede que en la pobreza. Yannick pone rostro como tocado en el alma frente a verse como creador, la creación de un hombre humilde pongámosle, que está participando de algo personal, en medio de una situación contradictoria. Dupieux es maestro en éste tipo de cosas. Pero parece honesto, no parece producto del sarcasmo, del cinismo o la conveniencia más ramplona. Es un filme entreteniendo de ver, se generan además interesantes interacciones con los rehenes en un ambiente de extraña amistad. Yannick llega a bromear sobre su posición de poder por la fuerza. En un momento otro personaje ejerce otro tipo de revancha y luce más intratable que Yannick quien luce como un tipo más controlado de lo que se puede esperar y la solución queda clara, sentirse atendido, comprendido, dentro de requerimientos normales. El ser humano siempre tiende a ir hacia adelante a pesar de todo, pero no se puede vivir aplastado. Yannick representa la voz de un ciudadano humilde, pero con inteligencia. Así mismo se puede ver como la representación de la voz de las masas dentro del mundo tecnológico y mediático actual, pero no significa necesariamente trasgresión. Igualmente se puede percibir como el anhelo de autor del propio Dupieux, con un personaje que quiere robar un poco de libertad. La propuesta recurre a algo especial para movilizar pensamientos de humanismo y sensibilidad, cosa de mezclarlo con lo inusual. Es una situación extraña para hacer pensar, no obstante tiene de sentimental, pero ahí tenemos esa maravilla de Dog Day afternoon (1975) aunque desde mucho mayor realismo, pero Yannick (2023) es más comedia amable que drama.