domingo, 14 de abril de 2024
The priest and the girl (O Padre e a Moça)
Basado en un poema del importante poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade. Dirige Joaquim Pedro de Andrade. Es una película donde una joven, Mariana (Helena Ignez), fue a vivir a temprana edad donde un hombre rico al quedar desamparada, quien en lugar de adoptarla como hija la hizo su mujer. Esto la perjudico en su personalidad siendo muy propensa a la liberalidad sexual. Éste hombre rico quien vive en un pueblito perdido de Minas Gerais está enamorado de ella, quiere casarse ahora, mientras la tiene aun en su casa como su protegida. Él sabe de ese instinto sexual que tiene Mariana y vive dudando de ella en todo momento. Sus miedos llegan a parecer como producto de la imaginación, ya que a ella se le ve muy (engañosamente) dócil. Entonces entra a tallar el farmacéutico y borrachito del pueblo (Fauzi Arap), quien se siente un poco degenerado y esto es parte de que se entregue a la bebida. Es un pueblito que sufre por sus pecados. Cuando llega el nuevo cura (debut de Paulo José) será parte de algo repetitivo, éste ambiente de impudor, de trasgresión moral, que el borrachito deja intuir, sospechar, en el cementerio, donde también todos son una comunidad, y tratan de vivir como hermanos. El filme es bastante arty, el sufrimiento y la tensión melodramática del cura se vive a ratos con maestra ambigüedad, y un poco podría haber jugado con lo psicológico. En un momento él abre muchas puertas de golpe como si ingresara en un laberinto, que es su mente sufrida frente a las acciones que no puede contener y denigran, insultan, su relación con Dios. Lo mismo lo hará tirarse atrás y luego volver a lo mismo, es un mar de emociones encontradas, el deseo de poseer a la mujer lo tiene enloquecido. Mariana parece un canto de inocencia, pero es un gen de seducción muy fuerte y ella está consciente. Actúa cómo automáticamente, no hay mandatos o conveniencias mayores, ella es simple y llana tentación -manejándose la lujuria elípticamente-, desde una mujer que se nota humilde, pero que entiende que así juega el demonio también, desde la que ironiza ésta identificación a lo El Exorcista (1973). Ella parece enamorarse de todos, puede que no soporte como ha sido y es su vida en éste pueblito. Se produce una larga caminata, una extensa secuencia, que igualmente tira y afloja emociones con fuerte fricción tras bastidores, de quien quiere seguir pero también volver atrás, dentro de una gran puesta de escena en medio de mucha austeridad, como yacer en el desierto mítico de la biblia, expuesto sin mucho adorno contextual. Ella piensa también, le dice que se quite la sotana, que abandone la religión y quede sólo el hombre. Quiere rehacer su vida. En sí es un filme que rompe con lo exuberante, asumiendo la pasión desde lo simple, desde lo sugerido, como si se pensara como cine social, una pasión y trasgresión de gente humilde. El cura queda encerrado en la iglesia, el monstruo, y éste parece un animal enjaulado, ciego por ese cuerpo que se maneja no con erotismo o sensualidad abierta sino con mucha atípica delicadeza y mucho cuidado estético, quizá por el tema que trata, quizá por la censura. Se hacen composiciones muy artísticas de ésta relación que pueden pecar de muy artys, de muy abstractas o gaseosas y seguramente le va a costar público, ser masiva. Es por el final medio un ballet, tanto como teatro, una performance de cine sin diálogos. Todo esto se percibe atractivo, muy visual, muy de composición, de una notable mise-en-scène de bajo presupuesto. Ésta propuesta parece inspirarse tal cual en la poesía en general, queriendo perpetuarse visualmente en dicha sensibilidad. Presenta su buen toque de pueblo, como cuando el borrachito se mofa de la impetuosidad y ansiedad ajena aludiendo la obsesión y la ceguera, querer el cuerpo sin meditar la corrupción que implica poseerlo, desde tres frentes, la pedofilia, la infidelidad y el sacrilegio.