Éste Spaghetti Western lleva bastante comedia, especialmente
con Terence Hill. Es una película un poco freak en cuanto a que Terence Hill
interpreta a Nessuno (Ninguno o nadie), un joven que de niño vio a un
pistolero, Jack Beauregard (Henry Fonda), matar en la barbería de su padre a
tres matones que iban en su busca y quedó fascinado con él. Ésta admiración la
lleva al extremo, persigue de adulto a Beauregard porque quiere que éste se
enfrente a una banda de 150 bandoleros y quede así inmortalizado en la
historia.
El titiritero Nessuno argumenta con el viejo Beauregard
buscando convencerlo, pero el pistolero sólo quiere jubilarse y cambiar de
vida, lo cual finalmente le facilitará el admirador. Todo esto lleva comedia y
no todo es efectivo, tiene algo de ridículo, de WTF, de preguntarnos qué
estamos viendo, y eso la hace una película para pocos, aunque también la
podemos ver sin hacernos muchas disquisiciones y seguirle el juego a Nessuno y
al filme de Tonino Valerii.
La lógica está del lado del viejo Beauregard, pero es lo más
común, incluso su apariencia está muy alejada de la mítica del western, pero el
aplomo, experiencia y la naturalidad de Henry Fonda le dan cierta credibilidad.
También como es una comedia como que aguanta todo. Terence Hill casi no usa la
pistola, se dedica a golpear a todo el mundo en medio de la broma, acelerando
sus movimientos, lo que hace menos interesante al filme. Éste tipo de comedia slapstick
tiene poca gracia en un western.
No quiere decir que el filme tampoco sea despreciable, tiene
su originalidad y algunas buenas escenas de acción –el bar con los tiros a los
vasos de cerveza, o frente al tren robado- y encima en escenarios vistosos
–como un circo o una casa de sustos-, aunque parece Hill un nieto persiguiendo
a su abuelo, sólo que con un viejo –en buen estado físico, Fonda tenía 68 años
por entonces- que no tiene muchas ganas de andar con él, de contar ninguna
historia. Esto también le brinda más dignidad, no es un hombre pretencioso, se
le ve muy tranquilo.
Todos se quieren deshacer de Beauregard, por meterse con el
empresario de turno, con Sullivan (Jean Martin). Solamente el extraño e
infantil Nessuno habla de mítica en Beauregard. Nessuno ni siquiera pretende
sustituirlo, es como quien tiene una ilusión y quiere que esa ilusión brille
–se mantenga- para su propia satisfacción y felicidad, suena bien, pero en la
práctica tiene un lado freak aunque se palia en parte con la comedia y quien es
Terence Hill.