El filme de Eduardo Mendoza se basa en la captura de Abimael
Guzmán, líder terrorista de Sendero Luminoso, a manos del GEIN, grupo de inteligencia
de la policía peruana. La propuesta mezcla ficción con hechos reales. Pero es
más entretenimiento, lo cual está muy bien, es un buen thriller. Los
protagonistas son 2 policías, Gabriela Coronado (Nidia Bermejo) y Carlos
Zambrano (Pietro Sibille), ambos fingen ser pareja para vigilar casas de
posibles terroristas.
El filme tiene mucha acción, muestran al SIN, Servicio de
Inteligencia Nacional, como secuestradores y torturadores, que dificultan las
labores del GEIN, y desconfían de sus policías. Estos generan mucho juego con
Zambrano y Coronado, culpa de que Coronado tiene a un hermano terrorista, pero
quiere salvarlo. Zambrano enamorado de ella duda en entregarla. Zambrano
también tiene su propia historia en la separación de su hijo adolescente y lo
mal que se lleva con su ex mujer (Katerina D'Onofrio).
El filme tiene bien insertada la realidad de los pasos que
llevaron a la captura de Abimael Guzmán, mientras va moviéndose a través de los
problemas de la pareja de policías que tienen momentos que desaparecen como
aparecen, por completo. El guion es potente, intenso, desde aquella explosión
del coche bomba, la imagen de la tortura con la mujer colgando del techo y sus
senos al aire, y el cuerpo arrojado al mar. Ésta película propone un buen toque
de tensión y un desarrollo violento. En los intermedios hay risas y camaradería
de los compañeros del GEIN, encabezados por Bernales (Toño Vega).
El filme tiene un manejo visual muy fotogénico aun siendo
algunos lugares pobres, hay control en ese aspecto, con la toma de la casa en
el cerro o la panorámica del encuentro del ente del gobierno con Bernales. El
filme tiene una estructura sencilla al igual como son los diálogos que tampoco
exageran con la campechanía ni la jerga. Es un filme muy bien calculado y
decentemente estético, pero finalmente austero y práctico en general. Algo que
siempre llama la atención en nuestro cine son la recreaciones de personajes
famosos, como ver a un Abimael Guzmán propio de ésta película y es notable su
parecido, no cae en la mala broma.
No se trata de un filme espectacular, es más medido en
cuanto a la realidad, prefiere ser más modesto en su creatividad, recurriendo
al thriller, pero con hechos más bien pequeños, resueltos de manera total y
marcada, como para que no queden dudas. Tiene un aire bien peruano, como la
escena de Coronado y su hermano ideologizado peleados en el puerto con música
andina de fondo, dos ayacuchanos sufriendo por el terrorismo. La propuesta de
Mendoza sigue una tradición de cómo hacer cine en nuestro país, pero con mayores
recursos. Es una historia bien narrada, competente, aunque asumiendo poco
atrevimiento.