Tantri es una niña muy unida a su hermano gemelo, Tantra, quien
enferma y toda su familia se prepara para lo inminente. Es el sufrimiento y
como enfrentan la situación la que plasma con originalidad la directora indonesia
Kamila Andini. El filme recurre a la filosofía y espiritualidad de Bali, de manos
de Tantri, una niña de 10 años. En el filme hay momentos que pueden leerse como
sueños pero se entienden coherentes dentro de la realidad, a pesar de que tiene
un toque visual creativo. Hay mucha simbología también, como el sentir de colectividad
en el dolor con unos niños siguiendo la meditación de Tantri, con coreografías
de identificación y repetición. El filme tiene muchas puestas en escena
bastante elogiables, desde unas sencillas con esperar afuera de la habitación
del hermano enfermo o bañarse junto a su madre hasta aquellas caminatas nocturnas
por la hierba o esas miradas melancólicas a través de la ventana.
Hay una fuerte vigía en la niña. La enfermedad y la sombra de
la muerte está por todas partes, aunque también hay momentos de luz donde Tantra
participa, no solo es un eje de observación, como cuando el niño hace uso del Wayang
kulit, el teatro tradicional nacional de sombras de marionetas, en el cuarto de
hospital. Hay mucho folclore en el filme, expuesto con suma naturalidad. En un
momento la enfermedad se siente ser la luna llena que es cubierta por las
nubes, más tarde Tantri le baila a la luna. En los mejores momentos del filme
vemos a Tantri hallar inspiración en su entorno, como cuando aprecia una pelea
de gallos o pasea por la playa entre los monos. Surgen disfraces artesanales sencillos,
pero distintivos e ingeniosos, y unas danzas que tienen una suave mística, una
belleza creativa de ver y una pizca inasible.
El filme recurre a una originalidad que le funciona, aunque
se siente algo distante con la trascendencia que pudiera invocar. Pero el filme
luce muy imaginativo en la habilidad para retratar el dolor y la preocupación de
poder perder a alguien tan importante en nuestras vidas. Recurre también a lo
directo, como el llanto, pero es cuando lo vemos a través de distintos ritos
que entusiasma. Romper un huevo en la mano toma un sentir de sufrimiento, como
simplemente comerlo o abandonar el plato, es curioso ver los cambios que atraviesa
uno por el comer. El filme está organizado alrededor de su propia identidad, como
de la música, el canto reflexivo, los instrumentos (y el no poder tocarlos),
comer con la mano o el arroz en hojas, o los distintos rezos e invocaciones. El
filme no tiene muchos diálogos, son más composiciones que actuaciones
dramáticas. Trasmite desde lo esencial, a pesar de su curiosidad, y aunque le
da al mismo tema una y otra vez jamás llega a agotar.