El filme del brasileño Tiago Melo se sitúa en Nazaré da
Mata, Pernambuco, una zona rural, donde es muy importante el maracatu,
tradición afrobrasileña de baile y música que se celebra como carnaval y es
fuente de identidad y hedonismo. El protagonista, un hombre grueso de color,
ama ésta tradición, pero su mujer lo restringe, también porque él se convierte
en Catita, se traviste y se comporta con desorden. Su mujer, Darlene, es muy
religiosa, asiste donde un pastor evangelista que detesta el maracatu, éste lo
ve como un lugar de pecado. Pero el filme satiriza el fanatismo religioso, a lo
Pasolini, hace que el cura se avispe y trate de cumplir un sueño de Darlene
donde ella debe tener un hijo con el pastor. Ésta propuesta tiene esa lucha,
entre religión y carnaval, aunque la mayoría de la población participa del
maracatu. Mientras todo esto sucede hay una atmósfera de ciertos
acontecimientos sobrenaturales, en que gente del campo se viste como salidos de
tribus y se dedican a secuestrar gente haciendo ritos populares. El filme es
bastante variopinto y algo extravagante. Tiene un sentido del humor que pondrá
a prueba nuestro convencionalismo. Hay mucha juerga y cotidianidad, como la introducción
de batallas de samba, que imitan las batallas de rap en que uno trata de decir
la última palabra audaz frente a algún contrincante, revelando lo que al otro
le tortura, y como están en un pueblo chico todo se sabe, pero de todas maneras
no faltan las sorpresas como aquella joven mujer morena casada con un cerrajero
que tiene un amorío con un músico. El filme muestra el tonteo de los amigos de
Catita, todos amantes de la fiesta, del maracatu. La religión y la superstición
ponen la nota discordante. El pastor es visto como un extremista. Es un filme
loco, como su protagonista, lleno de humor y escenas llamativas, como la de la
mulata teniendo sexo en el carro o los secuestradores paganos que parecen
extraterrestres corriendo detrás de sus presas como historia de terror por los sembríos
de caña.