domingo, 17 de junio de 2018

Une femme douce


Una mujer hermosa, pero pobre, Elle (Dominique Sanda), visita a menudo a un prestamista, a Luc (Guy Frangin), y éste queda enamorado de ella, busca conquistarla, ella lo rechaza, pero finalmente accede y se casa con él. Basada en un cuento de Fyodor Dostoevsky la película de Robert Bresson nos habla de una mujer que nunca será feliz. El arranque lo señala, vemos que se acaba de suicidar, se ha tirado por el balcón de su apartamento.

El que cuenta la historia, en flashbacks, es Luc a la criada, mientras Elle yace muerta sobre la cama con un pequeño hilo de sangre en la frente. Luc rememora todo el amor que sentía por ella, estaba enloquecido por Elle, y como ella se aisló en el silencio, metida entre sus discos y libros, manteniendo un estado de insatisfacción y rebeldía hacia él. En un momento puede la mujer engañarlo, y no lo hace. Supone una cierta incógnita, pero Luc entiende que rechaza al hombre en última instancia. Luc llevaba un arma, pensaba dado el caso matarla, luego ella tiene la misma posibilidad, y esto genera una distancia lógica entre ellos.

El filme de Bresson no especifica la razón de la infelicidad de la mujer, como todo su cine es austero, mínimo, de pocos diálogos, de acciones muy concretas y sencillas. El filme pasa revista a la mirada de Luc, y de ahí hay que sacar conclusiones para saber cómo fue ella, que sentía. Esto, desde luego, es una mirada parcial, incompleta, y puede que distinta a la realidad en sí, pero es interesante para ver como el hombre adoraba a ésta mujer que nunca le correspondió en realidad y que prácticamente vivió obligada a él, puede que por su pobreza.

Se observan pequeñas fallas en él que apuntan a esa falta de amor. Una es su manera de adorar el dinero y de ser tacaño y abusivo con quienes atiende como prestamista, que incluye recordarle que ella si no fuera hermosa y la amara la hubiera tratado de la misma manera. Hasta le recrimina su soltura cuando lo ayuda en su negocio. Otra son sus celos y desconfianza que lo llevan a querer matarla y ella a intentar vengarse. No es mucho entre manos, pero va sumando en el escenario. Otro punto que se ve es la soledad y estar encerrados frente al otro, en un momento ella hace ver que solo estarán ellos y pregunta si todo seguirá igual.

Cuando ella se encomienda a él tras perdonarse, promete amarle y respetarle, al poco tiempo viene el impremeditado suicidio. Es un claro mensaje de que ella no quiere deberse a él, pero como es una mujer integra no intenta engañarlo, o lo hace y luego se arrepiente, o puede que tema que él ocasione un crimen. No siente tampoco el deseo de dejarlo o lo cree imposible. Hay la puesta en práctica de obligaciones que resultan lógicas en ciertos cánones, pero que consume a la persona, esto se puede leer como una crítica a convenciones cristianas.

El filme nos habla de no querer a alguien y que se nos obligue a mantenernos junto a esa persona. Elle es objeto de adoración, es el centro del mundo de un hombre, y presenciamos como en la práctica, al comprarla quizá, hace que al tener el objeto lo destruya. Pero desde el arranque esto está presente. No es lo mismo anhelar que ser, tampoco. La mujer al parecer no se tiene en el mismo estándar que el ente adorador. Ella ante sus propios ojos es mucho menos que lo que ve el hombre, es una mujer humilde, abocada a la inteligencia, por hermosa que sea. Elle a todas luces parece un ser enfermo en distintas maneras, también.

Van conviviendo en ésta incomunicación, en estos eternos silencios, en un estado de cierta pasividad y sentido del destino, a través de un panorama sencillo, algo inexpugnable, cuando esta película pudo ser más artificial, más llamativa o mucho más efectista. El filme prefiere el misterio, la duda, la depresión secreta, el desamor. Bresson escoge actores en su primera actuación, pero Dominique Sanda logró trascender, tras impresionar en su debut, y hacer una carrera con títulos memorables como El jardín de los Finzi Contini (1970) o Novecento (1976).