En el Pont Neuf, Jacques (Guillaume des Forets, en su gran debut
y despedida de la actuación, como acostumbraba buscarlos el director) salva del
suicidio a Marthe (Isabelle Weingarten, recordada más tarde por La mamá y la
puta, 1973) y queda enamorado de ella. Es la mujer que ha estado buscando el
enamoradizo Jacques, que ve pasar mujeres hermosas y las sigue en silencio sin
saber abordarlas. Y hace igual, no declara su amor a Marthe quien sufre por
amor. Ella iba a encontrarse con el ser amado tras un año de separación y
promesa de reencuentro, pero él ya está en Paris y no acudió a su cita, lo que
la impulsa al suicidio.
El filme de Robert Bresson es una historia romántica basada
en el cuento Noches Blancas de Fyodor Dostoevsky. Bresson hace un clásico del
romance, una historia que parece que uno ha oído mil veces y sin embargo se muestra tan
hermosa. Es también una historia que Bresson moderniza. El soñador Jacques se graba en audio y escucha
sus declaraciones de amor, repite hasta el cansancio el nombre de Marthe, es un
poeta, un hombre de amores platónicos. Pero también Bresson lo hace despierto,
cuando puede tocar a Marthe.
Marthe se mira en el espejo desnuda al son de una canción en
portugués. El filme de Bresson tiene ese encanto y magia lírica, la música
acompaña en momentos claves. Un crucero pasa cerca de la pareja y se oye música
brasileña o portuguesa, brilla el amor en el ambiente. Esto simplifica la lección
de romance, la falta de declaración de Jacques, que como amigo trata de que
Marthe sea feliz y vuelva con el hombre amado, aun a expensas de su amor
secreto, aunque bastante obvio, salvo para la distraída Marthe.
Jacques es pintor y un joven en desarrollo y autodescubrimiento,
Marthe una chica deseosa de salir de la monotonía, del hogar materno. Asunto que
a ella la acerca con el hombre que dice amar en total devoción y primero
rechazar –hay pocos elementos en la práctica de ese amor tan fuerte-. Pero hay
de por medio una sencilla pero potente escena romántica, dos figuras reticentes
a dejarse ver se espían tras las puertas y un pequeño pasadizo.
Bresson inspirado como el mejor de los poetas hace de
Jacques su pequeño alter ego. Él sufre silencioso por no hallar el amor, como joven
apasionado, y lo vuelca en el arte, un espacio de libertad, de espíritu hippie,
como con cierta música en inglés que llegamos a oír o ver en músicos callejeros.
Repite en el transporte público su sencilla pero contundente y simpática grabación,
oímos el nombre de Marthe repetido hasta el unísono, es poesía en el aire.
Los lugares en los que se encuentran son muy primarios,
calles parisienses, cafés, habitaciones, una sala de cine –donde el hombre
amado produce una inocente venganza, una crítica-, nada del otro mundo, todo
muy cotidiano y llano. Es la sencillez de una puesta en escena que nos remite a
cualquier pareja. La trama son las 4 noches de amor secreto de Jacques
repitiendo el nombre de Marthe como eje.
Es una película muy esencial, sumamente simple, pero agradable así, una
que reconocemos fácilmente. Los protagonistas se ven comunes, no lucen de ninguna manera excepcionales. En ésta película está la naturalidad
y el ascetismo clásico de Bresson en una muy clara representación, una película
humilde sin exacerbar la melancolía por más que se hace cargo de suicidios, rechazo, abandono y un quehacer platónico. Es la vida tal cual.