viernes, 8 de junio de 2018

Extirpador de idolatrías


Puede verse como una película de investigación policial, pero todo colocado sin misterio ni trabajo de desarrollo. Desde el arranque sabemos quién es el asesino, quien se presenta de manera directa, diciendo que quiere extirpar a la gente idolatra, a los paganos. Esto es una lectura como que está en disputa el Perú originario con el Perú criollo, de esto suma cuando una persona autóctona le recrimina a otra el maquillaje, como que esconde su identidad. El filme tiene con los crímenes poca fuerza, no hay juego, no hay intriga, no hay suspenso, no hay averiguaciones, sino éstas simplemente se ven para seguir una narrativa, pero no se sustenta casi nada. Están ahí para dar un paso más en el filme, como para cumplir. El final es muy obvio también, no hay fuerza escénica alguna, todo muy elemental. Es como ver una película de Claudia Llosa o pensar en Se7en (1995), en especial en lo que lleva la caja, pero sin el arte ni la gracia de éstas películas. Parece una obra muy amateur, muy precaria, aunque no de mala estética. Lo autóctono tampoco está tocado por la originalidad, es todo lo cliché que puede ser. Éste filme está cargado de buenas intenciones folclóricas, pero carece de carácter, de personalidad, de distinción, es todo lo básico que puede ser. Sólo algunos momentos como cuando se usan máscaras puede tomarse por algún juego imaginativo, pero esto pasa sin pena ni gloria. Magaly Solier está totalmente desperdiciada. Renato Gianoli como un jefe de policía criollo es sumamente obvio en todas sus intervenciones. Sólo Oswaldo Salas está en algo como personaje, con su apariencia dormida, dócil, humilde, su presencia poco intimidante, pero quien en realidad es un policía de acción, un buen policía, y sale algo del lugar común. Se puede entender un quehacer psicológico o ambiguo con él y la reportera-prostituta aunque no se desarrolla, porque creerla su enamorada tiene aún menos asidero narrativo. Éste filme, ópera prima de Manuel Siles, está bastante lejos del logro como película de Bajo la piel (1996) si pensamos en buenas propuestas nacionales sobre crímenes e investigaciones. Como filme folclórico, místico, sobre identidad en pugna, brinda tan poco –aunque creíble- que tomarlo por ese lado tampoco genera ningún gran logro. Extirpador de idolatrías (2014) es un filme bastante básico, no un bodrio, pero un filme apenas cumplidor.