Puede verse como una película de investigación policial,
pero todo colocado sin misterio ni trabajo de desarrollo. Desde el arranque
sabemos quién es el asesino, quien se presenta de manera directa, diciendo que
quiere extirpar a la gente idolatra, a los paganos. Esto es una lectura como
que está en disputa el Perú originario con el Perú criollo, de esto suma cuando
una persona autóctona le recrimina a otra el maquillaje, como que esconde su
identidad. El filme tiene con los crímenes poca fuerza, no hay juego, no hay
intriga, no hay suspenso, no hay averiguaciones, sino éstas simplemente se ven para seguir
una narrativa, pero no se sustenta casi nada. Están ahí para dar un paso más en
el filme, como para cumplir. El final es muy obvio también, no hay fuerza escénica
alguna, todo muy elemental. Es como ver una película de Claudia Llosa o pensar
en Se7en (1995), en especial en lo que lleva la caja, pero sin el arte ni la
gracia de éstas películas. Parece una obra muy amateur, muy precaria, aunque no
de mala estética. Lo autóctono tampoco está tocado por la originalidad, es todo
lo cliché que puede ser. Éste filme está cargado de buenas intenciones folclóricas,
pero carece de carácter, de personalidad, de distinción, es todo lo básico que
puede ser. Sólo algunos momentos como cuando se usan máscaras puede tomarse por
algún juego imaginativo, pero esto pasa sin pena ni gloria. Magaly Solier está
totalmente desperdiciada. Renato Gianoli como un jefe de policía criollo es
sumamente obvio en todas sus intervenciones. Sólo Oswaldo Salas está en algo
como personaje, con su apariencia dormida, dócil, humilde, su presencia poco
intimidante, pero quien en realidad es un policía de acción, un buen policía, y
sale algo del lugar común. Se puede entender un quehacer psicológico o ambiguo
con él y la reportera-prostituta aunque no se desarrolla, porque creerla su
enamorada tiene aún menos asidero narrativo. Éste filme, ópera prima de Manuel
Siles, está bastante lejos del logro como película de Bajo la piel (1996) si
pensamos en buenas propuestas nacionales sobre crímenes e investigaciones. Como filme folclórico,
místico, sobre identidad en pugna, brinda tan poco –aunque creíble- que
tomarlo por ese lado tampoco genera ningún gran logro. Extirpador de idolatrías
(2014) es un filme bastante básico, no un bodrio, pero un filme apenas
cumplidor.