Basada libremente en la novela Manon Lescaut, de Abbé
Prévost. La película de Henri-Georges Clouzot ganó el león de oro –festival de
Venecia-. Manon (1949) es una película romántica, por complicado que suene
verlo de esa manera. Retrata el enamoramiento absoluto de un hombre, Robert
Desgrieux (Michel Auclair), de una puta, Manon (Cécile Aubry). En el filme se
repite lo mismo, Robert perdona una y otra vez la facilidad con la que Manon se
prostituye. Primero quiere botarla, pegarle, pero luego llora y es él
curiosamente quien pide perdón. Manon lo quiere de verdad, al parecer, porque también
sufre y se preocupa por él, pero no puede evitar su promiscuidad que se debe
mucho a que Manon quiere una vida pudiente y fácil, y detesta convertirse en
ama de casa.
Manon siempre se muestra accesible a los hombres, no es algo
que se disimule o ella oculte, la palabra puta está por todas partes, incluso
para poder ver a su amado en un momento de separación forzada quiere regalarse
al vigilante. Robert conoce a Manon así desde el principio, como una prostituta
que se vende a los alemanes en tiempo de ocupación, por lo que la gente del
pueblo y la resistencia francesa van a castigarla, pero es Robert quien queda
flechado por la belleza de Manon y se escapa con ella.
Robert pasará mil penurias por su culpa, e igualmente ella
al corresponderle en la desgracia y el crimen mostrará esa lealtad tantas veces
corrompida por su libertinaje y sufrirá también. Todo esto lo vemos en el
presente del filme cuando un barco surca el mar hacia el mediterráneo, con una
carga de refugiados ilegales judíos rumbo a Palestina. Manon sabe bien de su
tendencia hacia la promiscuidad y le dice a Robert de golpe cuando la descubre
mintiendo metida en un burdel que es su oportunidad para abandonarla con
aquella imagen sucia suya en su mente. Pero Robert tiene un amor a prueba de
todo.
La manera de exhibir a Manon como furcia no es tan poético
como muchas películas acostumbran a mostrar, pero a pesar de esto entre ellos
existe un tipo de amor verdadero, Manon ama la devoción de Robert, pero no
puede con su esencia. Robert lo sabe y luego lo dice en un discurso que huele a
un masoquismo consentido y penoso. Difícil justificarla, pero eso hace de
alguna manera el filme, o trata de darle humanidad sin quitarle lo que es.
Cécile Aubry hace de una mujer muy coqueta y que se divierte
con su actitud libertina, superficial y ambiciosa, sólo que tiene a su vez en
su actuación un quehacer luminoso, bonito y simpático pegado a lo clásico, que
deja en fuera de campo lo sórdido, sucio o desagradable, tiende tan sólo a la
sugerencia visual, aunque los diálogos son fuertes y directos con quien es. Manon
es vulgar, pero el filme no. Manon es una mujer que su hermano León (Serge
Reggiani) explota sin vergüenza alguna. Es una mujer ordinaria. Robert es un mártir.
El filme de Clouzot recoge la vida de unos pobres bastardos,
tanto Robert y Manon eso son, de esto que el capitán del barco sienta pena de
ellos, por más criminales y corruptos que sean. Manon intenta varias veces reformarse,
pero no puede consigo misma, e incluso el mundo le falla cuando cree descubrir
el paraíso y pensar en una vida familiar. Ahí éste le enseña lo putrefacto, y
la asusta, le llama, como si fuera su destino ineludible. Robert es poca cosa
frente a la realidad, lo cual suena triste. Su amor verdadero en lugar de
salvarle lo atrae hacia la derrota, hacia el mal y Manon eso es, aunque no lo
parezca. Lo duro del filme es que todo el mundo está consciente de todo y eso
hace más dramático y lamentable saber de ellos. Son personajes que dan pena, muy
ricos como cine.