domingo, 17 de junio de 2018

Maurice Pialat


La infancia desnuda (L'enfance nue, 1968)

Un niño terrible, Francois (Michel Terrazon), es cambiado de hogar en hogar de adopción producto de su mal comportamiento, su rebeldía y crueldad. Mata gatos, roba, rompe todo a su paso sin razón, se pelea con sus amigos de colegio, anda con los peores niños y hasta con jóvenes, entre otras cosas -no todo se ve, se hacen menciones-. Cuando llega al hogar de los abuelos Thierry uno cree que se enmendará, pero ésta no es esa película, tampoco Pialat hace de Francois un monstruo total, tiene espacio para algunos afectos, como el que siente el niño por la más vieja de la casa, generándose también ternura. Hay ratos en que Francois se muestra muy cariñoso, pero rápidamente vuelve a lo mismo, rompe con la tranquilidad, apunta a ser un criminal, un desadaptado. Lo misterioso del filme es que no sabemos porque es así el niño finalmente, porque no se rinde al amor de los ancianos. Pero puede que lleve un gran dolor secreto, que no llegamos a ver. Puede ser el sentir de que lo van a volver a abandonar el que yace en su psiquis o es el quehacer de la inmadurez. El filme hace uso de actores no profesionales y le queda muy bien. Francois apenas pronuncia palabra, lo que produce más misterio sobre su comportamiento impetuoso. El ser hijo adoptado puede generar agradecimiento, generar amor al verse uno amado, pero también rechazo hacia uno mismo y esto en reflejo hacia los demás. Francois es un niño perdido, denota que no sabe muy bien porque actúa así en su última carta, es bastante inconsciente, en medio de esa mezcla entre cierta sensibilidad y actos repudiables, clásico estilo de Pialat, aun en su debut en el largometraje de ficción, en una labor mucho más extrema que la de Los 400 golpes (1959). Lo de matar a un inocente gato ciertamente genera odio y escozor, y cómo lo expresa el niño. Luego lo vemos compartir con la anciana y se genera un contraste arduo de procesar.

Loulou (1980)

Una película que se puede leer como la muestra de dos contrincantes, la época hippie versus la calidad de burgués, la libertad versus la sofisticación. El burgués con su selecta música clásica, su buena literatura, un gran trabajo y un piso acomodado lo representa André (Guy Marchand), el marido, porque ésta es una historia de infidelidad, abandono y amor. El hippie lo representa Loulou (Gérard Depardieu, en toda su época de esplendor físico), como un hombre que vive la vida en la calle, libre, sin ataduras, un tipo seductor, potentemente sexual, mujeriego, que de vez en cuando participa de robos bien planeados para vivir. En medio de los dos, la heroína, la pequeña pero autosuficiente Nelly (Isabelle Huppert, que muestra un lado muy sensual con Depardieu, varias veces desnudos, sin perder su aura de mujer inteligente), que está harta del control de su marido y quiere una vida más intensa cuando conoce a Loulou. Lo interesante del filme es que no sataniza a Loulou, lo hace avispado y muy imperfecto pero también le pone melancolía y lo hace pensar –como en el muy sutil final-. Loulou es un tipo duro y algo vulgar pero no violento, un tipo insensible en buena parte –con las mujeres, no obstante se ata a Nelly-, pero también está lleno de vida y trasmite eso en su forma simple y libre de vivir. André no es tampoco un mal tipo –nadie es un cero a la izquierda ni está para recibir dardos totales de orden político-, pero es el tipo sin gracia, aunque un intelectual, un tipo con dinero, sólo que normalizado sin grandilocuencia, enfocada su disminución en la emoción social y en lo poético, lo que es Loulou, representación del placer y de la felicidad sin meditación, aunque nunca se sabe, porque Pialat nunca cierra del todo la puerta, aunque apunta a cierto pesar. André es la estabilidad, pero la vida sin entusiasmo, la monotonía; Loulou es el alegre caos, lo impredecible -para bien y para mal-, el azar.

A nuestros amores (A nos amours, 1983)

Gran debut en el cine de Sandrine Bonnaire como una chica de 15 años que ha dejado de creer en el amor y halla felicidad en estar con hombres por puro placer. Esto parece que sucediera repentinamente, no obstante esto tiene un claro eje psicológico, la fuerte fijación con el padre (interpretado por el mismo Maurice Pialat), que es un poco insoportable, pero en sí toda ésta familia lo es con su histeria. Suzanne (Sandrine Bonnaire) es muy sexual, pero no está tampoco satanizada por ello, no es ese el estilo de Pialat, que deja que sea una chica normal también, tanto como que disfrute de su cuerpo y su apetencia igualmente, pero el problema es cuando ella pretende llenar un vacío eterno y es un especie de trauma el que lleva en su mente. Su promiscuidad es de tipo típica masculina, en un clímax, la búsqueda del placer, consumación y enseguida la fuga, luego repite el patrón y así se va perdiendo en un ciclo efímero. Pero es una sexualidad como problema psicológico (su dificultad de mantener una relación estable y fiel), señalado en la lejanía del padre, una figura autoritaria, quien no solía aceptar su salida con nadie, y le ha dejado una tara. Puede leerse también como la lucha por la libertad sexual, un cierto feminismo, en segundo plano, como contra el abuso del hermano. Bonnaire está radiante, ilumina todo a su paso. Sobresalen sus senos dentro de un poder erótico bastante bien trabajado, con esa naturalidad tan francesa por la liberalidad, especial para contener la historia, una que no es tan grave, no hay una gran argumentación, pero suficiente para ser interesante, entretenida y visualmente cautivante.

Police (1985)

Única película de cine negro –de cine polar francés- de Pialat con Gérard Depardieu como un policía tosco y medio bruto pero eficiente y buen agente, pero muy torpe con las relaciones afectivas y en ese lugar entra a tallar una chica que yace inmiscuida con gángsters árabes, tunecinos. La chica la interpreta Sophie Marceau que astutamente, es una mujer entregada a la continua mentira y a la seducción por interés, corresponde al torpe oficial Mangin (Gérard Depardieu), que siempre rechazado por las féminas dada su manera bruta de cortejarlas queda flechado y la ayuda a resolver sus problemas. Antes Mangin la trata como a una criminal cuando aún no hay relación, la jala, la golpea levemente, se burla de ella. En ésta primera parte vemos como se arma la lucha contra estos narcotraficantes tunecinos que manejan prostitución además. En ello observamos a la sexy Sandrine Bonnaire haciendo de puta, generando un desnudo completo, frontal, de alto impacto y agrado. Lo criminal empieza algo intrincado, pero se resuelve con tremenda sencillez, sin perder emoción. Hay muy poca acción, pero harto suspenso. Existe un gran peligro en todo momento de que pueden surgir asesinatos claves en el filme. Marceau como Noria hace una interpretación excelente, de una chica temeraria, segura de sí, corrupta e inmadura. Hay una escena medio candente –interrumpida constantemente por estar en un sitio público- en una oficina entre la bella Marceau y el por entonces galán Depardieu. Un abogado, Lambert (Richard Anconina), sobresale también del grupo de personajes, con su facilidad para involucrarse con mafiosos y a la vez tener contacto amistoso con policías como Mangin, punto para generar un vínculo social entre todos. La ilustración de Pialat es bastante buena, humaniza bastante a la policía con Mangin –que como sus personajes típicos tiene un lado desagradable-, haciéndolo muy de a pie, sin grandilocuencia pero con rudeza, y a todos los criminales, incluso los árabes muestran cierta elegancia, atractivo y se ven jóvenes con estilo, otros parecen hermanos gemelos del protagonista de Todos nos llamamos Alí (1974). En el filme hay un juego hablando de los filmes anteriores de Pialat, aclarando puntos de vista de paso, como oír una mención de la promiscuidad a temprana edad como imposibilidad en cuanto a poder amar, que recuerda a A nuestros amores, u oímos de un criminal decir que uno puede ser una mala persona pero tener sentimientos y viene a la mente La infancia desnuda. Para el caso a Mangin le importa un bledo esto y lo golpea por tenerlo acusado de asesino de ancianas. Es como decir esto es lo excepcional, lo difícil de digerir. En el cine en general de Pialat éste escabulle lo predecible y efectista –su cine tiene sentido personal- como cuando en Loulou el cuñado enloquece de celos y saca una escopeta, lo predecible es generar una muerte y hacer espectáculo. Pialat lo hace de otra manera más inteligente y auténtica. En la presente película el criminal maltratado por Mangin llama al policía en un bar y ya se sabe qué sería lo obvio, pero nuevamente el genio de Pialat no busca lo escabroso. El final de éste polar parece igualmente ese que Loulou dejo en el tintero y puede que aun más en un silbido romántico.

Bajo el sol de Satán (Sous le soleil de Satan, 1987)

Basada en una novela de su compatriota Georges Bernanos a quien Robert Bresson adaptó en 2 oportunidades, en Diario de un cura rural (1951) y Mouchette (1967). Bajo el sol de satán, un título muy sugerente, fue ganadora de la palma de oro. Ésta es una propuesta complicada, donde se habla mucho y no de manera fácil, pero sí valiosa. Un cura, Donissan (Gérard Depardieu), se debate en su fe, tiene muchas dudas existenciales, sufre por su religión, se mortifica hasta físicamente, tiene al demonio tentándole, haciéndole sufrir por su parte y descreer. Donissan pasa por muchas pruebas, inclusive se topa con el demonio mismo en pleno campo desolado, un demonio sensual aunque común interpretado por Jean-Christophe Bouvet. Donissan lleva un cuerpo a un altar cristiano, pide un milagro, lo creen inoportuno; luego se siente en posesión de uno, aunque duda de si le pertenece al demonio. Donissan es un arma de sufrimiento y culpa constante, como la misma humanidad, y en donde se recrimina la crueldad de Dios. El demonio dice ser más cómplice de los imperfectos seres humanos. Pero Donissan no quiere dejar de creer en Dios y lo vive hasta su última exhalación, en un lugar muy simbólico. Donissan llega a relacionarse mucho con la seductora y asesina Mouchette (Sandrine Bonnaire), otra alma sufrida que quiere no tener consciencia –culpa- ni creer en Dios pero no puede más que pensar y padecer. Donissan al hallarla alega que la sigue en sueños, ellos dialogan en un hermoso duelo de talento actoral, tratan de convencer al otro y a sí mismos de sus creencias, es la lucha contra el abandono de la fe y de la devoción a Dios, tras no comprender al mundo, de lo que trata el filme, bajo la vigilancia de otro cura, uno sobrio, bondadoso y convencional (interpretado por Maurice Pialat).