Es una película intrincada que luego se resuelve bien y se
entiende perfectamente, que también tiene una constitución muy paranoica. El
protagonista es el doctor Malic (Gérard Séty), un psiquiatra que desesperado
por mantener solvente su centro de descanso médico acepta esconder a un espía,
llamado simplemente como Alex (Curd Jurgens). Esto desencadena mucho juego, que
contiene mucho de teatro del absurdo y humor negro, alrededor de la guerra fría.
Cada acción parece un disparate y todo un enredo en quienes
son los espías, a donde pertenecen, si a EE.UU., a la URSS o trabajan al mejor
postor. Para ello el doctor Malic nada en cierta ambigüedad de estar demente, y
ve en su casa gente extraña apoderarse del lugar de sus empleados anteriores,
conocidos o de confianza, que entran al trato de las traiciones. Sin mucha
justificación se aceptan muchas cosas absurdas y así se despliega la mayor
parte de la película, en un estado medio psicológico y otro de aventura e intriga
de espionaje.
Por ratos el filme pareciera ser sarcástico con el thriller,
y quizá atentar contra ese sobrenombre que le pusieron algunos al director del
filme, a Henri-Georges Clouzot, del Hitchcock francés. Y de paso ansiar una
genialidad del género. El filme tiene muchos giros e imprevistos, ataques y
contraataques, desde puntos impensados y muy libres pero finalmente coherentes.
De algo tan pequeño como dar asilo a alguien se da mucha intriga y suspenso. El
tono no es muy serio, es de exageración, pero presenta un humor de cierta
manera escondido.
Los espías (1957) tiene a Véra Clouzot con un rol
irrelevante, como una paciente de Malic, ésta se presta para llamar la
atención, pero no representa mucha gracia. Éste filme no es muy conocido ni
celebrado, parece una anomalía en la filmografía de Clouzot, pero no es una mala película, es interesante, te mantiene con curiosidad, aunque uno no la tome en
serio, ya que se toma con mucha gracia tanta importancia a la guerra fría.
También tiene un despliegue original de tanto espía junto
como perro, gato y ratón, de tanta plasticidad y flexibilidad en su interactuación,
en cómo compiten por lo que parece un pretexto bastante básico, en cómo
terminan justificándose después de tanta locura. Es un filme bastante teatral, fácilmente
puede llevarse al teatro, en su mayoría yace en un único lugar, la casa de
reposo del psiquiatra, donde el sótano se mezcla con el bar.
Hacen ver a todos los personajes raros, no es un filme para
todo el mundo, es complicado de agarrar el humor que plantea, y el juego de
espías con su absurdo no encasilla en el thriller habitual, aquí las muertes
son muy artísticas, no hay mucha bala de por medio, no hay espectáculo de
acción, hay un toque muy clásico, refinado, aunque con humor. Pero por todo
esto es una novedad como película, un lugar imaginativo, sin tampoco sobredimensionarla.