Ésta película habla de un matrimonio en trámite de divorcio,
que tiene un niño de 12 años, pero parece que no saben que hacer con él, como
que les importa poco y no encaja en sus futuras nuevas vidas, y el destino les
prepara un duro golpe, el niño desaparecerá y entrarán en fuerte tensión por
hallarlo. La burocracia policial demorará el proceso de búsqueda –ellos apuntan
al crimen- y los padres harán uso de voluntarios para la búsqueda, todo será
muy profesional. Más de media película se trata de hallar al niño.
Loveless (2017), de Andrey Zvyagintsev, es un filme que
señala la frialdad en distintas formas. Una se ve en el paisaje, en el bello cromatismo
del filme, en aquel lago por donde el pequeño Alyosha pasa y deja una cinta
colgada de un árbol; es el clima de la ciudad, y que invoca a Rusia, descrita
en aquella madre, Zhenya (Maryana Spivak), que en la máquina de correr se
detiene sintiéndose golpeada, sufriente, melancólica, agotada por las
circunstancias de su pasado, de manera idéntica a su país. Ésta frialdad está
también en la pareja protagonista, que caen en la desesperación tras el hijo
perdido, aunque son malos padres. Al hijo lo han maltratado psicológicamente y
les ha sido indiferente, tal cual apreciamos en el cuidado del segundo hijo del
padre de Alyosha, un padre que no reflexiona.
Lo más poderoso de la propuesta es que la mayoría del filme es
una autocrítica y auscultación del propio país, en gran parte a través de lo
transversal, en como son tratados los ciudadanos por Rusia, visto como el nuevo
país que es, pero con mucha historia (peso) detrás, al tiempo de cómo lo sienten; falta el amor en su mutuo trato, similar a ésta pareja a punto de divorciarse.
Rusia es vista desde su modernidad, es tan igual a cualquier país capitalista. Pero
el resentimiento le cobra factura, resentimiento que yace a diestra y siniestra,
resentimiento que señala justa culpa, véanse esos conflictos con Ucrania que
muestra casual el televisor.
Es una película muy cuidada y calculada, muy correcta, muy
bien hecha, aunque puede caer en el rotulo –negativo- de académica, le falta
algo de atrevimiento y originalidad, más que presentar a los próximos
divorciados teniendo sexo con sus nuevas parejas. Estas escenas sexuales son un
requerimiento, una “trasgresión”, que lucen más bien banales.
La búsqueda del hijo se expande fluidamente y no afloja en ningún
momento el interés, mientras se refleja constante el conflicto entre la pareja
protagonista. Zhenya es una mujer hermosa y de cuerpo escultural, joven, pero sofisticada,
sólo que se comporta de manera insoportable; él es exitoso en la pertenencia a
la clase media alta, pero es algo indolente a su entorno, quizá es demasiado
simple, la parte femenina está más trabajada. Muestran una cierta superficialidad,
sin convertirse en estereotipos. Son muy emocionales, y ella en especial se
presta bastante explicativa, con lo que se entiende las razones de su desbordada
y omnipresente furia, y compensa el fastidio que genera. No obstante, la ira y
locura –por aislamiento y cerco- de la madre de Zhenya no se entiende en buena
parte, pero se desliza la idea de que es la furia de la histórica URSS. Rusia está en
todas partes.