Dios y el Diablo en la Tierra del Sol (1964)
Ésta es la obra más aclamada y famosa del brasileño Glauber
Rocha, la figura mayor del movimiento llamado cinema novo. Es la película más
narrativa, más clásica y más clara de ésta trilogía, también la más potente y
entretenida, cargada de folclore brasileño, historia nacional y mística popular.
Hay varias figuras claves y representativas en su trama, figuras que hablan
también de cine social y lucha de clases, pero que se adscriben a contar una
historia ficcionalizada con cierto background real, apoyada de una estética y
un estilo muy personal, no sólo por el típico blanco y negro.
En un lugar llamado el monte santo un hombre se autoproclama
santo y lo siguen fielmente, dan la vida por él, el pueblo le tiene fe a
detrimento de la religión oficial con la que yace separado y repudiado.
Sebastián (Lidio Silva) es éste santo de descendientes africanos. Un vaquero común,
pobre, llamado Manuel (Geraldo Del Rey), exige justicia, la que la ley oficial
le niega, porque es una ley que está al servicio de los terratenientes,
entonces va en busca de Sebastián, a quien cree la justicia. Sebastián es un
tipo extraño y a ratos cruel y violento. Éste maestro popular depara grandes
escenas, llenas de esa fiesta y locura típica de carnaval brasileño; como
cierta penitencia con una enorme piedra y después un doble crimen –ocasionado
por un simbólico pueblo- en busca de la destrucción de ésta fe marginal.
Todos los protagonistas de ésta película son ambiguos,
tienen crímenes en su haber o hacen cosas perversas, a veces obligados por las
circunstancias, pero finalmente todos son como llaman al vaquero Manuel, satanases.
Antonio Das Mortes (Mauricio do Valle) es un cazarrecompensas, un matador de cangaceiros.
Los cangaceiros son bandoleros de espíritu revolucionario identificados con el
pueblo, pero que le dan una mala imagen, son perseguidos por el ejército y el
gobierno, están en su última época (los 30s), luego los desaparecieron.
Antonio vive sintiéndose culpable por quién es y qué hace,
pero es el único sentido de su existencia, matar cangaceiros, pero su trabajo
lo obliga a trabajar para terratenientes y enfrentar al pueblo, que convive con
estos bandoleros y santos ambiguos, pero es un pueblo a los que se les ilustra
indefensos, constantemente maltratados, sojuzgados, hambrientos, pacifistas. Antonio
es un antihéroe, y tiene su mítica de cowboy, en un mundo perdido. Este mundo
es el sertón, tierra casi desértica.
Corisco (Othon Bastos), es el cangaceiro de la historia, el número
uno tras el más famoso cangaceiro de todos, Virgulino (alias Lampiao), de quien
sólo se habla, pero se le menciona bastante, también se canta sobre su nombre y
leyenda. Se oye por la voz admirativa de Corisco y el afán asesino de Antonio Das Mortes. Corisco es un extremista, un salvaje, un hombre que vive de la
violencia. Es un tipo mujeriego y ladrón, pero también es un tipo con folclore
y mítica; representa a los grandes bandoleros históricos. Tendrá que enfrentar
a Antonio Das Mortes, dejando ver que tiene el filme un romance con ambos, lo
cual se hace muy interesante, en una propuesta que ensalza en toda épica a sus
protagonistas.
Es importante también la banda sonora, original y representativa
de la película y que ayuda a contar la historia sin fastidiar, sin exagerar su
presencia, sin asumirse una carencia visual
o una sustitución, aunque es notorio que el filme no recurre a un gran
presupuesto. Genera mayor presencia en los protagonistas y en como contar la
historia. Hay un estilo particular de canto.
Aparte de la búsqueda del hombre humilde y maltratado, por algún
tipo de justicia, de un líder y guía salvador, escarbando en el propio pueblo, se
ve mucho el rechazo y abandono a la mujer, que en Rosa (Yoná Magalhaes) se
repite una y otra vez, obligándola a actuar, corrompiéndola. También está la búsqueda
de la fe y de la paz interna al caer en la violencia, como en la historia del
mar como si fuera el cielo.
Tierra en Trance (1967)
Ésta película es muy política, impresionantemente frontal y
audaz, no esconde en absoluto su deseo de denuncia del abuso y mediocridad del
poder, tiene un potente cine social, inteligente, que abarca toda arista,
inclusive cree algo idiotas a los votantes, pero más es una crítica a la
pasividad, desechando el sobrenombre de extremistas.
Posee una composición compleja, los tiempos de los sucesos están
mezclados y puestos muy libremente y se hace algo complicado de seguirles, pero
yacen en una estructura coherente. De forma directa el filme se defiende del
señalamiento de ser una simple propaganda, y aunque tiene infaltables lugares
comunes aduce -y tiene razón- ser más bien un cine de ideas, de defensas sociales
y críticas racionales y argumentadas, quitando que ciertamente tiene un cierto mensaje
extremista y algo belicoso.
En el filme vemos a dos tipos de políticos, uno de
izquierda, otro de derecha, uno populista y demagogo, otro empresarial, mercantil,
religioso, manipulador a través de los medios de comunicación, pero los dos o son
mentirosos o cobardes –en principios- o aprovechados. Postulan primero a
gobernadores, luego a presidentes. Yacen en el lugar ficticio de El Dorado. Nuestro
héroe social es un periodista idealista y poeta llamado Paulo Martins (Jardel
Filho), quien trabajará con ambos políticos, Porfirio Diaz (Paulo Autran) y Felipe
Vieira (José Lewgoy).
El filme con su protagonista hace un recorrido por las
campañas de ambos políticos, en principio Paulo seguirá a Porfirio Diaz como a
un mentor, luego pasará a ser parte de las filas del izquierdista Vieira. Paulo
tendrá -como el Manuel de la anterior película- la influencia final de su
pareja, de tendencia social, que igualmente terminará en la soledad como en
aquella predecesora carrera desesperada, poderosa y furiosa hacia el mar. Antes,
Paulo desencantado de la política llevará una vida bohemia, tendrá mucho sexo,
con mujeres hermosas y liberales. Pensemos que Brasil es un país muy sensual y erótico,
como también uno de lucha social.
Antonio Das Mortes (1969)
La tercera y última película de la trilogía es una
continuación notoria de Dios y el Diablo en la Tierra del Sol (1964), Tierra en
Trance parece que no tuviera mucha relación con ellas o fuera una película
independiente de las otras dos, y esto se nota tanto que hasta repite muchos
lugares de la primera y hasta se repite a sí misma en demasía o prolonga momentos
sin mucho suspenso, le falla además exagerar cosas pasadas de la primera como
la banda sonora de mismos rasgos sonoros y hasta letras, pero que llega a ser
molestosa de lo ubicua que es.
Como anuncia el título se enfoca en Antonio Das Mortes (Maurício
do Valle), que presentará su redención, al poco de ver que el pueblo necesita
de la comida y las tierras de unos insensibles terratenientes que solo quieren
llenarse de dinero. Antonio enfrentará al fantasma de los cangaceiros que tanta
pasión y culpa le provocaban, en uno nuevo, del que duda, y es propio de una
decadencia de su especie, el cangaceiro Coirana (Lorival Pariz), al que
enfrentará con facón –cuchillo de trabajo o de pelea- en una lucha típica, con un pañuelo agarrado a
un lado y a otro por sus bocas. Luego Antonio también luchará con otro asesino
a sueldo, Mata Vaca.
Hay personajes estrafalarios, como el coronel Horacio y un
profesor borracho que se ríe de todo y para buscando revolcarse –literal- con Laura,
una mujer ajena y de la vida, que dan un toque lúdico y curioso al producto,
provocando uno escenas berrinchudas y el otro poco sentido narrativo, pero
teniendo en cuenta que pasan por el tamiz de lo popular. El jefe de policía
Mattos también tiene un aire a caricatura y exageración, sólo Antonio Das
Mortes y su clásica canción se mantienen en el movimiento lento y calmado,
esperando entrar en acción, como con aquel tiroteo final, en una propuesta que
lleva de western tradicional, folclórico y moderno, en un filme que ocurre 29 años después de la primera película de la trilogía.
Este es un filme que es más un pequeño divertimento, no le
falta cierta gracia, aunque es como una pequeña versión de la magnífica Dios y
el Diablo en la Tierra del Sol. El otro título con el que se le conoce es El
dragón de maldad contra el santo guerrero, nombres y significados que se
mencionaban en la primera película, y que aluden a San Jorge y su mito, un
santo cristiano hoy muy popular en Brasil, en el que prácticamente se
convertirá Antonio Das Mortes, asumiéndose en pleno la mirada híbrida de lo
popular, lo histórico y la fe.