El turco Gürcan Keltek hace un documental muy artístico, muy propio de cine arte, enfocándose en las regiones kurdas de Anatolia del este, donde el gobierno turco desplegó una operación militar contra guerrilleros kurdos. El filme tiene muchas expresiones narrativas, es un collage, una composición de varios elementos, reúne y re-estructura en base a vídeos de pobladores anónimos, sobre el conflicto contra los kurdos, es una película found footage. También compone nuevas historias, no sólo se basa en material de archivo.
Utiliza a la actriz y escritora Ebru Ojen Sahin en diferentes maneras, recurre a su voz en off, también a su imagen y expresión facial, emotiva y sintomática; a su reflexión, a la lectura social y política; a su poesía. Ebru camina por los escombros y la destrucción, señala el miedo de muchos kurdos a poder llevar una vida normal tras la vista de tanques y disparos a la vuelta de la esquina, ante la amenaza de desaparecer barrios enteros, ciudadanos, y desplazarlos.
El filme es la memoria de hechos que no se han documentado, ya que se ha manifestado que el gobierno no permitió documentar periodísticamente gran parte del conflicto, y en ese lugar entra a tallar el documental de Keltek como preservación e historia. Hay breves entrevistas a niños y a mujeres mayores, se oye en ellos una voz general de pacifismo y humanidad, los niños señalan la amenaza y destrucción, sin entenderla del todo, manteniendo por su naturaleza infantil y relajada la alegría natural.
En el inicio vemos la panorámica de cabras salvajes de la montaña, yacen libres, imponentes, pero de pronto un disparo mata a una y huyen todas, se rompe la tranquilidad, la belleza, se da una fricción, esto remite a la naturaleza del ser humano, la violencia, la destrucción. Por el final volveremos a ver a las cabras salvajes, ésta vez peleando entre sí, nuevamente es la visión de la naturaleza humana, que señala la lucha entre los hombres.
Los kurdos también tienen carácter, bravura, se reúnen alrededor del fuego, se oyen disparos y cánticos, les acompañan mujeres hermosas y rurales. A su vez vemos disturbios en el campo y en las calles, pelean por lo que creen, por lo que llaman sus derechos, aunque el filme no especifica demasiado, señala la agresión del gobierno y no todo es miedo, también hay espíritu de combate, como cuando rompen los límites que les quiere imponer el estado.
El documental yace en blanco y negro. De un momento a otro en la zona ocurre un eclipse, una lluvia de meteoros, se podría pensar que es algo místico, los dioses tratan de que los seres humanos sean fraternos, se calmen y no se maten entre sí. Vemos arqueología y restos de la trascendencia espiritual, que tiene mucho de pagana, como que las cabras también pueden significar deidades. Éste filme quiere ser a todas luces una expresión artística, un vehículo de arte, de lírica, no sólo de denuncia, documentación histórica y humanidad.