La ganadora del oso de oro 2017 es una película romántica de
cine arte, pero próxima al público, y en la dosis precisa de sensibilidad. El
jefe a cargo de un matadero, Endre (Géza Morcsányi), queda prendado de una
nueva trabajadora, de una inspectora de calidad, Mária (Alexandra Borbély).
Endre tiene un brazo tullido y es un hombre ya de cierta edad, mientras Mária
sufre del síndrome de Asperger, ambos se corresponden, sólo que ella dificulta
la situación por sus deficiencias sociales, y él es un tipo algo solitario,
esto puede sonar algo cursi o falto de naturalidad, pero la directora húngara Ildikó
Enyedi sale a flote con sus protagonistas, porque en otros momentos evita el
sentimentalismo, aunque lo tiene, como en el intento de suicidio, pero en
general es una película sensible en una medida equilibrada.
Lo extravagante del filme es que ambos yacen conectados de
forma sobrenatural, ambos sueñan con ser ciervos en sus sueños y que se encuentran
a cada rato y se muestran afecto. En la película esto no se nota tan arbitrario,
producto de que hay un llamado del alma gemela en todo el conjunto, de eso
va el filme. El resto es la falta de comunicación fluida entre ellos, los
continuos baches sociales, incluidas anormalidades, pero que también remiten a
lo romántico y poético, en el hecho de perseverar hasta consumar y formar su
relación, en demostrar que el amor lo puede todo, ya que son almas gemelas,
como sus sueños lo indican.
El filme tiene sentido en colocarse en un matadero como
contexto, porque le quita ñoñería a toda la propuesta, y remite a una frialdad
y humanidad en pugna, también propia del autismo, creando una simbolización
general, y que hacen del filme uno más digerible, aunque les pueda parecer lo
contrario a los más convencionales amantes de las historias de amor. A pesar de
esto el filme es de tipo amable y para un público grande, no es un filme
difícil, es muy coherente y tiene una historia muy empática.
La enfermedad hace que todo sea simpático a la vista, a la
vez que especial, entre comillas. Los sucesos hacen uso de
cierta creatividad, como el hurto de drogas para excitar la copulación, aunque
quede en simple anécdota, salvo crear algo de juego con la psicóloga. El filme
aporta más en que Mária tenga que aprender la interrelación habitual de todo
romance, con actos pequeños como tener un teléfono o escoger una canción, hasta
entender cómo es el acto sexual, a través del terapista infantil a películas
pornográficas. Pero también adolece de mayores sorpresas, quedándose mucho en
un filme amable, aunque con su encanto.