Un chiquillo, Alejandro (Andrew Bargsted), Tano, se dedica a robar, le
falta en su vida un modelo a seguir, y finalmente medio a la fuerza lo consigue
cuando es entregado al cuidado de su padre que ha estado ausente en su
existencia. Su padre, Javier (Francisco Pérez-Bannen), un mecánico, vive en una comunidad mapuche
en la montaña, en Wallmapu. Tano conoce allá a Cheo (Eliseo Fernández), un
muchacho mapuche retraído y maltratado en su colegio, y se hacen amigos, como
cabía esperar. En adelante la directora mapuche Claudia Huaiquimilla en su
ópera prima pone a Tano y a su padre a discutir, tratando de que el muchacho
descarriado tome rumbo y se enderece, y no caiga en manos de ninguna
institución reformatoria del gobierno. Tano junto al padre y a Cheo tomará consciencia,
se sentirá apreciado e identificado, y pegará el salto, pero antes las circunstancias lo arrinconaran.
Es un filme muy naturalista, como ver comer muy humilde y tradicionalmente.
El espacio rural se presta para una noble recreación sin que tenga mucho de
romanticismo, todo en ello obtiene una cierta belleza en su sencillez formal,
sin aspavientos. El filme de la chilena Huaiquimila comparte parecido con otra
ópera prima, Temporada de caza (2017), de la argentina Natalia Garagiola, que
también nos habla de un chiquillo problemático que es enviado con su padre a la
Patagonia, donde a través de la simbología de la cacería se reformará, le perdonará
la ausencia al progenitor y lo aceptará como ejemplo de vida.
En el filme hay un problema social general, la comunidad
mapuche hace una pequeña manifestación de descontento y enseguida el gobierno
se le tira encima, con lo que se revela la fricción con la comunidad indígena que
suele tener problemas con el gobierno. Hay un cierto desamparo de los mapuches
en Chile, que se sienten amenazados en su libertad, igualdad y derecho. Es por
eso que Cheo sufre de bullying en el colegio, lo creen un incendiario, un pirómano,
producto de señalarlo como estereotipo de manifestante social, con lo que se tiende
a banalizar socialmente la lucha por los derechos de los mapuches. Hay una
voluntad de sojuzgamiento con lo que representa algo “distinto” a uno.
Cheo es maleable con el entorno, puede verse fácilmente corrompido,
sobre todo por su deseo de ser aceptado por el resto, y Tano es un tipo poco
meditativo que se ha acostumbrado a hacer lo que le da la gana y esto quiere
decir que lo criminal y la vagancia le vienen bien en su total libertad, perpetrándose
como el opuesto de la comunidad. Tano y Cheo, de cierta manera son la
representación de Chile y los mapuches interrelacionándose, una comunidad indígena
marginal aceptada finalmente por un statu quo a corregir su libertinaje.