Se le llama la historia infinita por los fragmentos
mezclados de películas argentinas y que pueden seguir añadiéndose y dándoles otro
significado conjunto, en la forma de un narrador de cuentos encadenado, tal
cual el hambre del amante del cine donde su búsqueda hedonista de deslumbramiento
es eterno, una continua sorpresa tras otras. Se usan películas que nunca se terminaron
de hacer, las que lógicamente nunca se estrenaron, y ha sido como si nunca
hubieran existido. El director argentino Leandro Listorti hace una propuesta
nueva y autónoma mediante el found footage, reinterpretando todas éstas películas
incompletas.
La edición corre a cargo del colombiano Felipe Guerrero. La
historia en conjunto se inclina a mostrar dictaduras militares y a insinuar
desaparecidos, pero lo hace de manera en parte divertida cuando incluye la
desaparición producto de alienígenas en combinación. Pero el filme no tiene una
historia completa tampoco, aunque es el juego de la imaginación, libre. Hay cierta
ineludible desconexión, y vamos presenciando pedazos de filmes muy atractivos.
Uno de ellos es El adentro, de Hugo Gil, que cuenta como un
fugitivo se refugia en una casa abandonada donde se choca con su pasado, en lo
que parece una casa embrujada. Esto puede encadenarse con la introspección de
la culpa de haber cometido asesinatos, se ve como aún se guarda un hilo general
en la obra de Listorti. Recoge fragmentos muy buenos de ésta película, un
hombre ve rastros de cuerpos que lo acechan y como en El ángel exterminador
(1962) no puede escapar de ellos; el que parece un asesino ve un hueco en el
techo y juega a ser el hombre del Vitruvio, de Leonardo da Vinci; un hombre
torturado en una bañera muere y empieza a llover picapica y serpentinas de
papel. Es una película extravagante, pero comprensible, aun sólo observando
fragmentos. La selección ayuda mucho.
Otra película entendible, que también se le puede ligar al
conjunto creado por Listorti y Guerrero, es Emma Zunz, adaptación del cuento de
Jorge Luis Borges. Una mujer merodea por los tugurios de un puerto haciéndose
pasar por prostituta en busca de información, luego la misma mujer busca en un cajón
y halla un revolver, dispara a través de una pecera, toma venganza, hace
justicia. El eternauta, de Hugo Gil, una película de dibujos animados, aporta
un toque divertido al grupo, la trama se centra en una invasión alienígena a la
Tierra, y hay una resistencia de parte de la población de Buenos Aires. Los
desaparecidos pueden ser producto de historias, no sólo rumores, sino de leyendas
urbanas, como de algo metafórico.
Hay películas de directores argentinos de cine arte
minoritario hoy celebrados también, El ocio, de Mariano Llinás (Historias
extraordinarias, 2008), quien sintió decepción de hacerla tras aparecer Mundo grúa
(1999) cuando recién comenzaba; o Sistema español, de Martín Rejtman (Silvia
Prieto, 1999), intentando hacer su primer largo de ficción el año 1988. Una
pequeña novedad es ver un fragmento de un intento anterior de llevar Zama, la
novela de Antonio Di Benedetto, al cine, en 1984, en manos de Nicolás Sarquís.
Un tipo y su deambular ponen la nota sensible y melancólica,
especialmente cuando pasa tocando a unos caballos en un establo. La Imagen de algún
sci fi muestra monstruos frente a un gran fuego donde queman cosas, misma Fahrenheit
451. Un cuarto que parece de interrogación tiene una silla vacía mientras una
bombilla se balancea. Hay así muchos elementos que apuntan a una construcción
narrativa, aunque más es el ensayo de la imaginación, donde todo puede volverse
a interpretar, donde la edición cobra tremenda importancia, donde la identificación
cinematográfica es también como plastilina. El filme resulta muy coherente si
tenemos en cuenta además que Listorti es curador del Museo del Cine de Buenos
Aires, un gran cinéfilo, como lo muestran estos 50 minutos de película.