El filipino Lav Diaz adapta a su estilo el cuento Dios ve la
verdad pero no la dice cuando quiere, del maestro ruso León Tolstói. Como
curiosidad está decir que la estupenda The Shawshank Redemption (1994) se basa
en la novela corta Rita Hayworth and Shawshank Redemption, de Stephen King, pero
éste autor se inspira en el cuento de Tolstoi que recoge Lav Diaz. Diaz ganó
con The woman who left el león de oro 2016, del festival de Venecia.
The woman who left tiene el estilo clásico de éste director,
las secuencias llevan mucho tiempo real, es decir, corta muy poco o eso muestra
el corte final, mucho menos de lo convencional; prolonga extensamente las
secuencias, el filme por lo tanto es bastante lento. Lo que puede mostrarlo veloz
con una edición prominente se deja fermentar por buen tiempo, y la historia rápida
de contar se torna muy detallista y mínima tanto como un poco ardua de ver. Pero
sus tomas tienen encanto, sabe poner bien el ojo en la cámara, armar una buena
puesta de escena, y mostrar una visualidad virtuosa dentro de ese tiempo tan
extenso de las secuencias, en su manera de narrar, lo que podría contarse en
menos fotogramas.
La historia en sí es interesante, una vez
aguantada la lentitud de su séptimo arte. Una mujer es injustamente condenada a
prisión, por un tipo ruin y una compañera que también está encarcelada, pasa 30
años en la cárcel hasta que la compañera se arrepiente y confiesa que ella es
la verdadera asesina. Horacia (Charo Santos-Concio) libre pretende entonces
venganza, de ese hombre que le malogró la existencia. Una vez puesta en acción va
a la ciudad de ese hombre rico y cruel que la perjudicó, llamado Rodrigo Trinidad.
Es también en segundo grado un filme de clases sociales en lucha o diferencias
sociales.
En la ciudad donde vive Rodrigo Trinidad Horacia se dedica a
hacer ayuda social, a mezclarse con el pueblo, conoce a un jorobado vendedor de
baluts con quien pasa sus noches entre chismes. También se topa con un
travesti, Hollanda (John Lloyd Cruz), que suele bailar en plena calle hasta caer
desmayada en ataques epilépticos. Tiene también relación con una extensa
familia, de una madre soltera con muchos niños. El tiempo pasa y pasa y parece
que su propósito central se diluye, pero en realidad Horacia lucha contra su
odio, habiendo sido en prisión una mujer de fe, que solía ser contadora de
historias que hablaban de la vida misma.
La película es sutil en manejar las dudas de Horacia, pero yace
en el largo tiempo que pasa ella preocupada en los demás -prolongado lo que parece
inevitable-, aparte de ser una mirada de bondad hacia los más pobres y un rasgo
de identidad, de semejanza con el pueblo, a contracorriente de la hipocresía de
Trinidad de ir a la iglesia seguido y hacer donaciones pero prácticamente va a
comprar al cura y el supuesto perdón celestial. Dios está presente en toda la
propuesta pero muchas veces sin ser mencionado. No obstante un diálogo del
jorobado lo deja claro, dice que Dios lo hizo feo y pobre no sabe por qué, pero
siempre retaba a Dios y la situación trágica cambiaba, él aparecía de cierta
manera, por eso cree en milagros y en él.
Existe una relación conmovedora entre la
protagonista con el travesti y el jorobado por separado, mostrando el alma de
Horacia, al tiempo que Trinidad se hace más despreciable con algunas pocas
apariciones. El filme es algo obvio, pero efectivo. El tiempo pasa, se siente,
y empieza uno a pensar que ya es hora de resoluciones; perdonar, dejar todo atrás,
aun siendo 30 años perdidos o acabar con ese hombre que dice no sentir
remordimientos por destruir a sus enemigos. Queda por último en la memoria una
gran escena de carácter en un interrogatorio. Lo curioso es que faltan unos 40
minutos para que termine el filme y ya parece finiquitado. Lav Diaz es
detallista hasta el último suspiro, no deja cabos sueltos y tiene cierta pequeña
rareza en su haber, como con el final con los papeles de alguien perdido revoloteando
alrededor de un cuerpo que toma un halo surreal.