En el documental de Gustavo Vinagre un transexual, Julia
Katharine, como si estuviera en un pequeño escenario de teatro le habla al
director que yace fuera de campo, le cuenta sobre su vida, sobre su sexualidad –que
es lo que suele llamar más la atención y nos tiene en primera instancia aquí escuchándole-,
y su afición al séptimo arte que llama su salvación frente a la depresión, e
invoca una vida dura. Julia habla con mucha soltura y facilidad, tiene
habilidad como narradora y su (casi) monólogo –con intervenciones muy breves y
contadas del director- entretiene y es interesante. Julia refiere que a los 8 años descubrió por completo su tendencia sexual
con un abuelo tío de 55 años que aunque no se quiere victimizar porque se
sentía mujer y la concibió como una primera relación se da cuenta
que en realidad si fue una relación de abuso sexual, de pedofilia. De ésta manera, su
vida se va mostrando -aunque ésta la rehúsa a concebir así-como una historia
triste. Pero su cinefilia también otorga respiro al filme, como su elocuencia y actitud positiva frente a todo finalmente.
Lo bueno del filme es que no ahonda en lo tradicional, en
esa parte sexual tan determinante en Julia y en la transexualidad, quien también
ha experimentado con ser una actriz porno amateur. El filme se apoya en la
personalidad amable de éste medio especie de personaje, porque Gustavo Vinagre también
construye uno con una pequeña puesta en escena, un escenario de estilo japonés, dándole
a Julia una vestimenta de geisha y servir el té a la manera tradicional nipona –no
obstante, Japón es parte de su identidad familiar y vivencial, además-. Pero esto
es breve también. Katharine, nombre escogido en honor de -la mítica y dicen también
de vida secreta extravagante- Katharine Hepburn, vuelve a su calidad de
narradora de su vida. Ahí brilla en su cierta delicadeza para hablar, pero abriéndose
al mundo.
Nuestra narradora tiene una anécdota con el perfume Chanel No. 5 que es bastante
curiosa, cruel, pero a su vez lleva ironía. Julia de cierta manera intenta desmentir
que solo sea un ser sexual –también tiene cierta despreocupación o dejadez por
su apariencia física, aunque esto lo toma como una autocrítica-; la cinefilia
ocupa entonces otra dimensión importante de su personalidad. Julia conoce muy
bien el cine arte, idolatra también a la legendaria Vivian Leigh, actriz sufrida,
maniacodepresiva; conoce a Bergman, a Mizoguchi y a Ozu, a éste último lo llama
su favorito, y lo describe muy bien; se siente identificada con Terms of
Endearment (1983), en su relación con su madre, parte trascendental de quien es
y de quien habla bastante. Aunque llega a decir que Nymphomaniac (2013) le
queda chica, le parece inocente, al lado de sus experiencias sexuales, es
notable que opte por mostrar otra dimensión de su ser.
Hay momentos donde la alegría natural de Julia se convierte
en melancolía, el filme del brasileño Gustavo Vinagre logra coger algunos de
estos momentos, como cuando hace sonar una pequeña cajita musical. Julia dice
ser una mala actriz, pero espera desarrollar una carrera, ir creciendo con el
tiempo y la práctica, como su heroína, Katharine Hepburn. Julia menciona amar
los premios tipo los Oscars y trasnochar mirándolos en youtube. Ella es insomne, y hoy
el filme aprovecha uno de estos habituales días para contarnos su historia, su
vida, que como cuando finalmente mueve la cámara hacia la ventana nos descubre
que no estamos frente a ningún escenario de teatro, a una puesta en escena,
sino a la mismísima realidad.