Documental que investiga la actualidad del teatro de sombras
en China, que es considerado patrimonio nacional, y yace de cierta manera emparentada
con el comunismo, en lo típico, tradición contra modernidad, respaldo social,
dinero, prosperidad, y hasta en segundo grado se percibe en el filme una
alegoría del posible final del comunismo chino, aunque es más que improbable
que este tipo de arte desaparezca por completo, e igual es con el socialismo.
No obstante aunque yacen emparentados, como por el gobierno chino que trata de
hacerse propaganda a través del folclore y lo popular, aunque salvaguardando de
paso la sobrevivencia y promoción cultural tradicional, mediante grandes
eventos en las ciudades, como el que vemos en un lugar llamado Huan Xian, que tiene la
convención de fomentar el teatro de sombras, no son lo mismo, ya que una
tradición popular vive en cualquier forma de gobierno o economía.
El filme se sitúa en todas partes de la temática que aborda,
hasta en un lugar “privilegiado” (hay niños que se asoman a verlo lateralmente,
es toda una fusión), en un ángulo espacial intermedio detrás de la pantalla iluminada
en que se presencian las sombras chinescas, pudiendo ver de primera mano toda
la manipulación escénica tras bambalinas, a narradores y titiriteros sencillos,
pero talentosos, curtidos, detallistas en la práctica artística, haciendo en el
trayecto de promotores de la tradición oral; y a los músicos folclóricos que
acompañan el teatro.
La directora china radicada en Canadá Yi Cui incluye bellas performances –enteramente ellas en toda pantalla- de guerras, amoríos y reinos, su poder cultural y artístico, observando que efectivamente las sombras chinescas tienen aún cierta repercusión en los más humildes y tradicionales, de lo que se entiende por la mayor presencia en las villas, viendo que el campo resulta más estricto y amante de lo tradicional, donde los más viejos en especial son un público cautivo, asistiendo por su parte mujeres y niños, aunque muchos jóvenes muestran ya desinterés y es una especie de sobrevivencia en general para estos verdaderos amantes del arte, sobre todo porque no hay mucho poder adquisitivo ni retribución material.
La directora china radicada en Canadá Yi Cui incluye bellas performances –enteramente ellas en toda pantalla- de guerras, amoríos y reinos, su poder cultural y artístico, observando que efectivamente las sombras chinescas tienen aún cierta repercusión en los más humildes y tradicionales, de lo que se entiende por la mayor presencia en las villas, viendo que el campo resulta más estricto y amante de lo tradicional, donde los más viejos en especial son un público cautivo, asistiendo por su parte mujeres y niños, aunque muchos jóvenes muestran ya desinterés y es una especie de sobrevivencia en general para estos verdaderos amantes del arte, sobre todo porque no hay mucho poder adquisitivo ni retribución material.
Los titiriteros y actores de este teatro trabajan muchos gratis,
o suelen ser tan conformistas, por una parte, o resignados, que se contentan
con trabajar por solamente un plato de comida y poder hacer teatro sin exigir
ninguna paga, como revelan otros artistas “quejándose” de la situación, y esto
es una curiosidad, porque se deja ver con sutileza el descontento y no por
temor, habiendo la filmación de mucha cotidianidad de un autentico entusiasmo,
mientras, aunque sobrevuela la discreción y la calma, existe también frustración
detrás de una pasividad crítica, que se palia con una predominante atmósfera de
optimismo, de alegría innata, no evitando una cierta cuota de ironía, todo
captado perfectamente en el documental en aquel incidente en particular de un pequeño
y pobre transporte atorado en el barro, que en medio de ello se ponen a cantar una
de las canciones que promueve el supuesto progreso del régimen comunista, para
terminar riendo y ponerse a empujar el vehículo entre todos los titiriteros, de
lo que se deja ver claramente una crítica al gobierno, pero mesurada, leve,
ante tanta austeridad y carencia.
En general la realizadora guarda mucho las formas, mantiene el
respeto hacia el gobierno chino, sin ser tampoco complaciente, deducido de que
los grandes eventos citadinos aun con el interés económico que fomentan, pasan
a segundo plano en la filmación de Yi Cui que apenas lo registra, cuando se
nota a todas luces que en ese lugar hay tremenda propaganda, viendo los
preparativos y requerimientos a esa disposición. El documental no pretende mostrarse
conflictivo (se ve tranquilamente la foto de Mao Tse-Tung en los cuartos de los
titiriteros entrevistados), pesimista, duro o resentido, aunque sí filmar la realidad,
la sobrevivencia y la lucha de estos artistas.