El presente filme es muy sencillo, con su infaltable extravagancia
como distinción, pero de corte medio leve en ingenio y atrevimiento, pero no
deja de ser una propuesta placentera y eficaz. Es la historia de cómo una
mujer, Marilyn Jordan (Susan Anspach), un ama de casa, se aburre de su existencia
familiar, de su marido (Erland Josephson) e hijos, y empieza a comportarse de
manera extravagante, quiere aventura, o quiere un respiro, y esto es lo que nos
proporciona el filme de Dusan Makavejev, la historia de una momentánea fuga.
El producto genera distinción con expresiones absurdas o
poco comunes en las acciones de sus personajes, como también está la mención de
que están dentro de una película y falta emoción, como declarando al mismo tiempo
que el cine de Dusan Makavejev va a la par del anhelo hedonista de su
protagonista y heroína, digámosle a un punto feminista, aunque la salida o
sanación se trate de un deseo carnal cumplido, de un simple aunque gran
orgasmo.
Lo que además da personalidad a ésta propuesta es la
nacionalidad del director y su mirada hacia la inmigración de sus compatriotas,
yugoslavos, ubicados en éste filme en Suecia, país con el que Makavejev se
permite bromear –en lo sueco anida la comedia-, y el sueco Erland Josephson
como un esposo de ésta nacionalidad ayuda en el proceso, centralmente hablando
del aburrimiento que profesan sus ciudadanos en su apacibilidad, su carácter
sedentario, su excesivo orden y quizá conformismo.
Los yugoslavos son representados como unos juergueros/fiesteros
en pocas palabras, también algo más chuscos, más irreverentes, más
impredecibles, más sucios, más sensuales, más eróticos, más corruptos, pero aun
así gente buena o aceptable o de quienes necesita paradójicamente la protagonista.
El filme hace que la heroína termine en una taberna de obreros con algo de gánsteres
–aunque buena onda-, de striptease, de venta ilegal de licor, de inmigrantes
yugoslavos, que la tratan con respeto, aunque ella como nacida americana sea
muy llana, muy aventurera, muy en busca de su libertad y liberalidad.
Montenegro –quien confiesa ser en realidad serbio- es un
joven padrote y cumple sin ningún rollo de por medio ni elaborado background
personal su función –el filme tiene un erotismo cuidado-; suena contrario al
compañero que enarbola un cine más racional pero el cine de Makavejev es un cine que está tras lo esencial, sensual, liberador y primitivo, por ello no suena
tan curioso –conociendo su irreverencia y osadía- que Makavejev fabrique un
sueño húmedo femenino o, más bien, se trate al fin y al cabo de la mirada simplista
masculina detrás de aquella liberación del lugar de ama de casa. Se plasma una
postura rústica y básica; aunque hacia el “pecado” –entre comillas, porque
parece no existir en el vocabulario de Makavejev-, con un acercamiento velado a la prostitución,
también de cierta convencionalidad.
El filme no parece tener demasiadas pretensiones, aunque es bueno;
pensemos que una canción luce como su inspiración o disparador –dejándolo muy
claro-, La balada de Lucy Jordan, que llegamos a oír en la versión de la británica
Marianne Faithfull, que no se oye tan afinada o fina, más parece cantante de la
calle, del tipo de trovadores o juglares. Makavejev crea un filme solvente,
entretenido, llamativo, con su suave novedad por doquier, todo desde lo más
sencillo del mundo, una narrativa alegre y amable, seductora.