Dusan Makavejev hace una película ambientada en Australia
con el actor americano Eric Roberts como un genio del marketing y de la
promoción de la gaseosa Coca Cola –promoción que será bastante nutrida en la
película, aunque al final prima lo nacionalista-, para ello él mismo suele
decir que es él quien decide quien lo necesita y no al revés. Bajo esa idea se
pone la tarea de visitar un pueblito aledaño a la sucursal local de su empresa,
donde no venden Coca Cola, esto por el éxito de otra bebida, perteneciente a T.
George McDowell (Bill Kerr).
El filme es muy suelto con ésta trama, pero se puede
entender como lectura el poder empresarial avasallador americano por sobre lo
autóctono, pero sin romperse las vestiduras, ya que prima la extravagancia, la
comedia, el romance algo atípico, la aventura. En el romance tenemos a Terri (Greta
Scacchi), una divorciada medio rara que se enamora del igualmente particular Becker
(Roberts), alias The Coca-Cola kid, y lo persigue con ahínco. Con ella tenemos
una escena de navidad y seducción –vestida la fémina de papá Noel- que suena
ocurrente, moderna y muy cálida. Terri tiene también una hija y la pequeña pone
la cuota de ternura. En sí todos aportan buena onda y simpatía, como el padre
de la niña que se presta al asunto aun cuando tiene todas las del alcohólico,
generando momentos de locura naif.
Se trata de entretenimiento, con una historia que
quiere ser original y un tratamiento a esa vera. No es una obra muy excéntrica pero
tiene lo suyo –como cabe esperar del cine de Makavejev-. Eric Roberts
personifica a un tipo que se comporta distinto al común, que busca la novedad,
como cuando se pone a lanzar golpes de karate al aire, hacer ejercicios y como bailar
cerca de una piscina, pero sin exagerar su distinción o empalagar, aun cuando
en un inicio parece algo autista –recordemos el rato en que le preguntan si
quiere té o café y no responde cual pero siente que ya respondió-, y
ciertamente es una muy buena interpretación.
Es una propuesta que tiene de memorable, pero sin ser
tampoco plus ultra, es sencilla, sólo que con gracia y encanto, produciendo
diversión e interés, se deja ver bien. En otras manos sería una historia
convencional, pero Makavejev le da estilo y personalidad y la narrativa
proyecta más de lo que se tiene en realidad. Hay hasta una pequeña historia de
conspiraciones y una avioneta persiguiendo al paladín marketero cuando yace en
su vehículo. Todo esto pareciera que huele a Hitchcock, tanto como a ratos a la
comedia americana, pero el filme prefiere bañarse en la personalidad del cine
australiano, junto a la locura de Makavejev que pretende coger el sonido australiano
(implicando su esencia), dicho en la trama, expuesto en un jingle, compuesto
por el neozelandés Tim Finn. Finalmente sobresale la hechura de personajes
curiosos, locales, en medio de una mirada cosmopolita.