Éstas películas habiendo tantas películas de terror siempre
llegan a nuestros oídos con un gran hype, y aunque está bien lógicamente por el
asunto de voltear a ver no siempre es lo que se promete. Éste filme no es malo,
pero su hype no es del todo cierto. Ésta película es mucha alharaca, más que
argumentación, y recurre a mucho efectismo, sobre todo al final, que ya meten cualquier
cosa que sea capaz de moverte a miedo.
El filme de Ari Aster tiene mucha atmósfera, se percibe que
algo anda mal, que algo va a suceder, llamémosle un logro entonces, aunque no
sepamos en realidad a que se debe del todo, es decir hay un vacío debajo. El
filme usa a una chiquilla, a Milly Shapiro, y la hace ver freak, comiendo su
chocolate, decapitando un ave, paseando por una fiesta de chicos mayores que
ella, luego simplemente es sádico con su persona, sumamente extremo, que tanto
lloriqueo ante semejante impacto no se fusiona bien y queda una sensación de
incredulidad con esto, que luego medio olvidamos para bien, aunque el histerismo
juegue solo. Puede ser como dicen, en el cine tienes que ser más coherente que
en la realidad para que te crean.
Luego pasan al muchacho, el hijo de ésta familia
protagonista, tocado de nervios, y entra a tallar el sonambulismo asesino y la
sugerencia macabra –en una subtrama que es lo mejor de todo-, con una madre histérica,
interpretada por Toni Collette. El hijo, Peter (Alex Wolff), es igual de
inquietante que lo que muestra la actriz Milly Shapiro. Hay que dar crédito a
todos, mueven sensaciones, están muy bien, el problema es el filme en realidad,
ya que finalmente se puede resumir en una palabra, o en una película, El bebé
de Rosemary (1968).
Puede que le esté pidiendo mucho a ésta película de terror, las
hay más planas y aun así divertidas, pero por lo mismo hay mucha agua bajo el
río, y a uno le es más difícil sorprenderse, comprar un hype, aunque espero oír
de muchas películas del género. Pero también hay que reconocer que los momentos
de locura del muchacho son perturbadores, ésta propuesta juega cruelmente,
aunque no es gratificante. No obstante ahí aguanta mucho.
El misterio no es lo que uno espera, optando por lo muy
sencillo, también lo sobrenatural –el creer y funcione la ouija- presenta
demasiada naturalidad cuando no representa ninguna originalidad, es solo
aceptar que existe sin más, lo mismo que el mal. Después es una explosión de
sustos, propio de decapitaciones autoinducidas, un hombre en llamas, cuerpos monstruosos
flotantes y etc y por ahí alguna relación con las miniaturas, en otro manejo de
la locura, en una subtrama que pega un giro como quien ya no da más.