Éste western de Anthony Mann es más un drama
que una película con llamativas escenas de acción, apenas hay un par y sirven a
la historia, a ese respecto tiene muy poca adrenalina. Pero hay varias escenas
dramáticas bastante intensas y alguna hasta chocante. El filme pone primero un vínculo
muy cercano entre padre e hija, entre Vance (Barbara Stanwyck) y T.C. Jeffords (Walter
Huston, padre de John Huston, en su último papel en el cine), para luego enfrentarlos.
El filme es sobre un patriarca dueño de muchas tierras, con
gente que vive en ellas sin su aprobación, colonos, y éste terrateniente, T.C.,
quiere botarlos, pero su hija Vance defiende a una familia de estos habitantes,
en especial al hijo mayor, Juan Herrera (Gilbert Roland), galán enamorado de
ella, todo un caballero, pero ésta corresponde más bien a un tipo más
discutible, de cierto aire vanidoso, jugador, apostador, materialista,
seductor, Rip Darrow (Wendell Corey). Pero guarda una gran amistad y lealtad por
Juan y viceversa.
Ésta propuesta es una épica, que recurre a caminos
imprevistos, muy ricos, es todo un clásico que parece tomar de pretexto ser un
western. No hay pistoleros ni outlaws, no hay duelos ni tiroteos grandiosos. Apenas
hay un pequeño choque entre los colonos y el patriarca y su gente, y el resto
son relaciones de familia y de negocios. Rip tiene una vendetta con T.C. pero
piensa como capitalista y no con las armas, ganar dinero, quitarle el poder al
patriarca.
Tanto Rip como T.C. están muy bien dibujados para el oeste sin
ser pistoleros, como unos excéntricos y amantes de sí mismos. Rip es más fino,
pero con un toque machista; T.C. es más brusco, como cuando coge a un borracho
y lo arroja como un saco de papas, o domina un buey frente a su tropa de
trabajadores. Pero ni Juan hace ninguna gran demostración con las armas, todo
queda en imaginación, prefiere quedar como un tipo de poeta.
Vance es inteligente, pero también salvaje y un poco
engreída, gracias a una gran Barbara Stanwyck, como cuando le dice una mujer
voluptuosa que los hombres las prefieren flacas, como quien quiere decir
actrices talentosas y con personalidad primero que demasiado atractivas. El
filme tiene un lado romántico rudo propio del oeste en Rip y uno muy suave en Juan.
Hay varias escenas en ese son, de seducción, de traición, rechazo y
sensualidad.
El filme es algo pesado, es un gran drama, pero también tiene
momentos impactantes, tanto como discutibles, como los que propicia la relación
tirante entre la madrastra Flo Burnett (Judith Anderson, la muy recordada señora
Danvers de Rebecca, 1940) y Vance, que salta del intelecto avispado a lo bruto
y criminal. Con esto los personajes tienen un lado bárbaro y bastante recriminable,
no hay figuras limpias de polvo y paja. También está el maltrato físico visto
como seductor y macho, propio de la época.
Pero también tienen un lado de nobleza. El trato de T.C. con
Flo y su trato con Juan, el bien y el mal habitan en todos, hacia lo extremo. La
franqueza de Flo –aun con cierta ambición de por medio- y su argumentación no
merecen lo que le pasa en la trama, luce más como un error del filme y
flagrante contradicción en Vance, algo demasiado extremo y que se toma a la
ligera.
El filme brilla por su interacción, por sus relaciones
tensas, y lo típico de lo rural, con un pie en el pasado –lo tosco, lo violento,
la falta de ley- y otro en la civilización –el poder del dinero, los negocios y
no las armas-. Es más que todo un drama, un clásico que puede bailar en varios
géneros, que un western en toda la palabra, pero aun así una buena película.