Documental de los brasileños Kiko Goifman y Claudia
Priscilla que sigue a un travesti que se hace llamar Linn da Quebrada que
muestra su espectáculo de baile pop -hay harto twerking- y voz por la libertad absoluta
de los homosexuales, con canciones atrevidas, desenfadadas sobre su homosexualidad,
sobre su travestismo, en forma agresiva. Dice las cosas de la manera más
directa, incluso mostrando desnudos, el órgano masculino y su manipulación,
como mensaje de rebeldía y postura de impacto, de una fuerte definición. Linn
da Quebrada interactúa con sus amigos, como con integrantes de su grupo
musical, y va explayando sus ideas sobre su condición sexual. No busca ser una
mujer sino un travesti, es decir, un hombre con inclinaciones femeninas pero
que proyecta su órgano sexual original. Éste documental no guarda la mínima
compostura, tiene mucho de vulgar, mientras es totalmente franco, dispara a fuego
abierto. Linn da Quebrada hace todo tipo de performances trasgresoras. En éstas
épocas no escandaliza tanto, no es ningún tipo de hito, ha llegado tarde, pero
es firme, tiene una voz potente. Puede que haber tenido cáncer le haya dado ese
autodescubrimiento, esa ofensiva como activista de su propia condición homosexual.
Hay una parte de archivo de su enfermedad mezclada con su agresividad performativa.
Linn da Quebrada también habla en la radio y se autodefine como un gay negro
travesti de las favelas, con lo que su activismo incluye lo social, la lucha
contra la marginación de distintos cauces. Es una propuesta que no se guarda en
nada, que tiene muchas escenas fuertes homosexuales, aunque exentas de coito.
El concepto gira alrededor de exposiciones artísticas propias del arte moderno.
El protagonista tiene una muy buena voz más allá de las letras a quemarropa, y
en cierta manera el filme parece un musical, tiene un lado soft, o cálido, agregando
el compañerismo, la amistad, la militancia gay y la gravitación de todo un
entorno –artístico y argumental-, ateniéndonos a un activista brutal, de los
tiempos que corren.