viernes, 4 de febrero de 2022

Festival de Rotterdam 2022: Hold Me Tight (Serre moi fort)


Mathieu Amalric no sólo es un gran actor, consagrado, también es uno de los mejores directores franceses contemporáneos. Su última película, Hold me tight (2021), yace entre The lost daughter (2021) y Petite Maman (2021), más su propia experimentación y personalidad. Tiene una estructura de personajes e historias que duplican posibilidades, hasta las triplican, dependiendo el ojo atento. El filme centralmente nos señala a una mujer, a Clarisse (Vicky Krieps), que siempre deja el hogar, a su familia, lo hace a veces por corto tiempo, hasta que se decide y desaparece; no se sabe por cuanto, pero contabiliza no volver nunca, cosa que es improbable, porque le presiona la consciencia, su amor finalmente, pero ella quiere liberarse de algo no especificado y que uno imagina, la fuerte carga de responsabilidad y entrega con los hijos y el marido, aun cuando ellos te quieren. Puede sonar egoísta y flojo de uno, pero el nuevo feminismo apunta a valorar la sensibilidad femenina con respecto a éstas "cargas", a esa entrega, exigencia y pasión que ya no se da por sentado, que puede mermar metas, personalidad, libertad, etc, pero amar también es un paquete que no todo es placer. La vida misma en general es así, incluso ruda, frustrante, cruel. Puede que la gente también tienda a ser mala, tienda a ser egoísta, egocéntrica y aun en esa persona pueden cohabitar valores, sensibilidad, remordimiento, dolor, motivaciones, etc. El mundo no es ni blanco ni negro, tampoco los seres humanos, no por lo general, aunque se debe uno esforzar por ser siempre una mejor y buena persona, en lo posible, sin ñoñerías ni idealismos de manual. Puede que Clarisse simplemente esté pensando, rumiando fugarse, sopesando cosas. No obstante el filme la pone difícil, lo que piensa abandonar le ama y le trata bien por lo general. Clarisse es un alma libre en parte, siente atracción por otras personas; la gente no la juzga, tampoco se sobreexcita con la oportunidad de tenerla entre la sábanas; hay un halo extrañamente poético ahí por raro que suene, quizá un feeling bien francés, de liberalidad contra vida familiar, monogamia contra infidelidad. Otro juego de confundir personas o superponer personajes, dobles, espejos, pasado y futuro, puede que hasta fantasía o mundos alternativos, vacilar con las decisiones y las posibilidades es que la hija apunta a ser en una línea narrativa Clarisse de chica, desde la vocación y la renuncia de tocar al piano, actividad que jugará también a los muchos escenarios. Otra línea menor, menos desarrollada, es la de caer en la brutal soledad tras una tragedia, puede que sea más bien complementaria; literalmente es débil en un sentido melancólico aunque diversifica la mirada, si bien el filme tiende a rehuir ser empalagoso o muy sensible (Krieps yace en su punto de sufrimiento, de lucha contra su libertad, también de pasar la página de sus errores). La muerte también es un simbolismo, detrás de ese paso de huir; éste escape se manifiesta poderosamente trágico. Estamos quizá, finalmente, ante salir y tomar aire, así de simple, aunque alberga tanto debajo y en su estructura narrativa. Es razonar, no dejarse llevar por lo banal, por el impulso. Centralmente tenemos el piano y la familia propia, decisiones que tomar, algunas buenas, otras malas, el filme de Amalric juega a poner pros y contra a diestra y siniestra desde ángulos atractivos, aunque algo complejos de coger. Ésta propuesta es inteligente, sabe que no trabaja con decisiones fáciles. Hay que dejar al niño detrás, madurar, enfrentar cosas. Es un filme con una historia para debatir, tanto como interesante, sutil y al mismo tiempo se trata de un cine ingenioso.