Soul of a beast (2021), del suizo Lorenz Merz, es una película exuberante e intensa. Trata sobre un romance apasionado de juventud, en los veinte, y también de ser padre, de cuidar de un pequeño niño. Por el filme circula la muerte y la vida; en un lapso existencial nuestro protagonista debe redefinirse. Gabriel (debut de Pablo Caprez), un chico rubio de ojos claros, es un chico humilde, pero rebelde a un punto, hace pequeñas locuras, aunque también se hace responsable de un pequeño. Éste muchacho debe madurar. Éste filme no es convencional, maneja una narrativa que al final no es lineal, está lleno de momentos de auto-auscultación, momentos que yacen mezclados, reinterpretados para poder crecer. Lo que vemos principalmente es el orden mental del muchacho, de como asume los momentos en la memoria (también un juego de tiempos, proyectando, viviendo distintas posibilidades), de como palia el nacimiento de un bebé y el duelo. Además el filme tiene de sobrenatural, donde cabe esa línea que menciona que los solitarios necesitan de su imaginación para sobrevivir. Merz ha hecho una película muy personal, muy entretenida de paso, y ha evitado caer en clichés. El tema de los romances y rebeldías juveniles es muy manido, y Merz hace algo notable. El filme luce cosmopolita, hay una fuerte influencia de Japón dentro de Europa de contexto y hay presencia latina; ahí yace un narrador japonés, y Gabriel es como un joven samurái moderno, recurre a una katana, aunque no es que enfrente combates de acción. Lo suyo es una lucha intima, emocional, interna, y la katana es un reflejo de esos sentimientos en juego. Corey (Ella Rumpf) es la chica excepcional, el golpe potente de pasión, la mujer que lleva corona de flores, que sale sensual en camisón, pero también es la mujer del mejor amigo de Gabriel, donde me lleva a la relación con la maravillosa Romeo + Juliet (1996). Así como hay una cierta presencia de lo samurái, un jale cool, se siente similar la presencia del mundo del skateboard, aunque luce más lógica con la personalidad de Gabriel. No obstante todos podemos vernos como samuráis, amar algo y querer atrapar su esencia; el samurái tiene muy alto el honor, es un soldado al servicio de otros, es un idealista, un guerrero humilde, algo tiene de ello en ser padre, porque propone virtud, pensar en alguien más que nosotros todo el tiempo, dilema que enfrenta a Gabriel con un amor rebelde y pasional, con esa chica que se despide -nos bota- para luego hacer el amor con uno, es un amor faite (fighter) y es correr de la mano por encima de los autos a una edad como quedar impresionado -sin palabras- con un nacimiento.