Perteneciente a la directora rusa Natalya Kudryashova. Ésta película parte de una mujer que quiere abandonar a su hija, huir cuando baja del carro, a un bosque, a miccionar. Ella sueña con tener otra vida, no sabe cual, pero no una con su marido e hija pequeña. El marido se volverá alcohólico. Una vez que ya no estén juntos irá el hombre a perseguirla constantemente, aun cuando lo rechazan. Ésta mujer que quiere huir y no puede, le es difícil abandonar a la niña (la ama finalmente, tampoco la trata mal), sufrirá de desequilibrios mentales. Estos desequilibrios serán producto de no haber dejado ésta vida de casada, así de simple o, quizá, feminista. La hija pequeña crecerá y será desnudista (aun en el seno familiar), coqueteará con la prostitución, todo desde la frialdad, como si fuera aparte de quien es ella. La joven estudia sociología, irá siempre a hacer entrevistas de tipo social; verá gente muy humilde, ojeará cierto maltrato (con el que se identificará y llorará), también gente rara. Es la nueva Rusia la que se vive, post URSS; en las entrevistas se maneja sutilmente el pasado y el presente del ruso promedio. La joven protagonista, Gerda (Anastasiya Krasovskaya), nombre de batalla, sufrirá también bastante emocionalmente producto de que ha hecho todo -y se mantiene haciéndolo- por retener a su madre a su lado, de ello queda la poco sutil escena final, lo que pasa con el bosque que ha escapado del sueño. El filme es cautivador, con las peripecias de desnudista que pasa Gerda, mientras por el otro lado aparece el desequilibrio y el desorden familiar. Gerda sexualmente es muy fría, aunque sufre en sueños a través de éste trabajo. Hay un momento donde su astucia le salva el pellejo de un posible abuso múltiple. Ella produce melancolía para lograr escapar. A ratos Gerda se quiebra, y es que aun es una muchachita haciendo cosas poco saludables, nada elogiables. Todo a razón de algo que se percibe un poco ridículo ciertamente, pero original si se quiere, que la madre ha debido de abandonar a su pequeña niña, niña dulce que le pide que la lleve al mundo fantástico del que le habla la mamá sin especificar, porque en realidad se trata de la llana libertad absoluta. La madre dice haber amado al marido siempre -cosa que se hace extraño de oír porque quiere huir-; mientras tanto éste sigue al pie del cañón por otra oportunidad, pero la mujer no quiere. La hija tampoco quiere mucho al padre, siente que le afecta a su madre. El filme recurre a cierta elipsis en la relación entre padre y madre, pero se entiende que no es tan buen partido, ni tan buen padre ni tan buen esposo. La madre describe todo su proceso y sentir emocional con un sueño recurrente. En el trayecto la hija padece, estudia, conoce, crece, y al mismo tiempo se pudre, en el desnudismo, aun cuando está al tanto de todo. El negocio del calateo no es lapidado, hay camaradería y fastidio, hay putrefacción y erotismo -dígase cierta arte-. Gerda es elegante y muy sexy aun siendo tan delgadita; las compañeras la creen especial -de esto que surjan envidias y ataques-. Es un buen filme, lleno de momentos interesantes, que abarca buena cantidad de lugares -no es una propuesta de historia magra o pobre-, es una obra fuertemente emotiva, tiene su buena cuota de psicológica, aunque finalmente apunta hacia un derrotero claro, la paz que trae la libertad, así surja la posibilidad de la autodestrucción (pero todo puede generarla finalmente, es consciencia personal).