sábado, 7 de agosto de 2021

74 Festival de Locarno: Mad God

 


Ésta es una película monumental, un clásico instantáneo, ésta película la verá todo el mundo con anhelo, todo cinéfilo amante del stop motion, del cine de género, del sci-fi, del terror, todo amante del mejor cine, del cine con tanta alma y dedicación. Ésta hecha por Phil Tippett que ha demorado ¡30 años! en terminarla, estrenada en el festival de Locarno 2021. Es una película endiablada, como con esa imagen del grafitti por el final, pura anarquía, hecha a espaldas al cine popular, aunque lo será; es cine experimental, sin diálogos, pero lleno de intensidad, con un sonido que te ubica inmediatamente, que te mete en el lugar. Es una película que no tiene mucha historia, es más algo libre, pero se entienden algunas líneas narrativas interrelacionadas, como la de un científico de aspecto de sacerdote satánico que envía soldaditos -como salidos de la primera guerra mundial- en cápsulas, en misiones, a un submundo de mutantes monstruosos, humanoides mecanizados sin identidad hechos del excremento de gigantes electrocutados, casas infernales donde salen reptiles deformes a picar otros seres vivos como carniceros, hasta llegar a un lugar donde hay cerros de cerros de diminutas maletas, que avisan qué acontecerá con el soldadito. Otra línea narrativa parte de una cirugía tipo autopsia bastante gore, extensa, y a la vez fantástica, llena de imaginación, que genera todo un proceso que lleva la historia a un lugar donde los fluidos, los líquidos, las sustancias, el cosmos estallará en medio de la creación del mundo y de seres vivos, algunos monstruosos, o de otros planetas. El filme versa sobre la creación en general -tiene de metacine también-, versa sobre los procesos y las transformaciones, las continuas y eternas misiones fallidas -de los hombres vistos como protohombres, para ser aplastados, destruidos, dispuestos como máquinas-, las que nunca cesaran, como cuando el científico se pasea por cerca de su ejército de soldaditos preparados para funcionar en el apocalipsis, en la mente enajenada de un Dios cruel. A ratos se siente como indica el título del filme, estar viviendo en la mente de un esquizofrénico. En un momento hay un poco de luz, de arco iris, de estilo alucinógeno, como con una (extraña y algo enternecedora) mascota. No obstante sirve de alimento a un arácnido, termina en una risa irónica, que simboliza el goce del entretenimiento extremo, libre, anárquico, tan personal, tan laborioso, tan propio, para todos, hacia un super viaje de constante sorpresa, impredecible de no pensar en lo perverso, pero también con algo de inocencia, y en especial para los más cinéfilos. Una perforación a una cabeza, mostrando un ojo venoso, saltón, tenso, moviéndose, abre la puerta a lo audiovisual -con una simple antena-; nos metemos en la mente de lo que señala al arte del cine hecho con gran creatividad y originalidad, la imaginación y el largo trabajo de nada más y nada menos que 30 poderosos años de pura y dura cinefilia, la cinefilia de los más bravos.