viernes, 13 de agosto de 2021

74 Festival de Locarno: Espíritu Sagrado

 


Espíritu Sagrado (2021), del español Chema García Ibarra, compite por el leopardo de oro. Es una propuesta de humor negro bravo, sobre esoterismo, misticismo y cosas raras. En la trama se vive la pasión por los Ovnis, desde un club llamado Ovni Levante, en la localidad de Elche. Es una película de misterio, manejando en su trama un toque de sci-fi de bajo presupuesto, que se vuelca al realismo, que alude al género de la ciencia ficción y es un drama hecho y derecho, mediante lo irreverente en una buena parte, a algo de siempre y no menos miserable, desde la expresión seca, el humor sarcástico, pero que tiene de serio como historia, como narrativa, el que es humor inteligente, extraño. Ésta es una muy buena película, muy coherente al final, aun cuando recurre a cosas raras. En un momento en el desierto los del club de Ovni Levante arman unos triángulos con luces y se meten dentro. No todo tiene que entenderse de manera precisa, es simplemente los medios o formas por los que muchos ponen en práctica la creencia por lo sobrenatural, por lo esotérico, su manera de comunicarse o expresarse, el resto puede tener de inexplicable. Es un filme que bromea con todo ello y al mismo tiempo arma una historia sólida, que entretiene, que seduce por su originalidad. Es una propuesta de cierta manera inclasificable. Es un cúmulo de prácticas y creencias extrañas -igual a ese bar de corte egipcio en plena España-. Por todo esto es un filme que produce harta curiosidad, sin perder el hilo de una narrativa clara y un humor complejo. Éste filme es un éxito de la creatividad, rozando los límites, pudiendo saltar y ya no regresar, perderse, autodestruirse, pero sabe mantener el tino, siendo atrevido. Es una propuesta asertiva siempre, haciendo cosas locas, proponiendo algo freak, hasta el desenlace. El humor siempre está presente, pero está encubierto de cierta manera, como cuando los hermanos hablan contentos, mientras preparan unos panes especiales con harta grasita, que los transporta a su infancia afectiva, a esa libertad rebelde y de cierta inocencia ("venenosa") que tan bien trabaja Chema García.