La comedia de terror de los españoles Caye Casas y Albert
Pintó tiene gran humor negro. Matar a Dios (2017) es un filme sencillo que va
al punto rápido, tiene un guion muy escueto, pero sólido, a cargo también de
los directores. El arranque es muy bueno, muy fuerte además. Un hombre de
mediana edad con sus hijos, incluido un bebé, son detenidos por un vagabundo de
capucha y larga barba, un enano. No saben que hacer, les obstaculiza el camino.
Finalmente se revelará como el mismo Dios y mostrará que es alguien muy cruel,
sin medias tintas.
Después pasamos a conocer a una familia, un hombre y su
mujer pelean por una supuesta infidelidad de ella, mientras esperan que el
hermano de él y su padre lleguen. En adelante se cuentan dramas caseros, sobre
todo infidelidades y abandonos, el padre es viudo, el hermano es proclive al
suicidio. Todo el drama que es bastante es manejado como humor negro. Pero todo
se vuelve picante cuando oyen la cadena del inodoro sonar en la escalera,
delatando a un extraño en casa. Es Dios, ilustrado como un enano cruel
aficionado al vino.
Puede sonar muy sacrílego y hereje el filme, pero hay que
tomarlo como lo que es, una comedia sarcástica e irreverente. No hay más
dimensión que el entretenimiento. La figura de Dios que crea el dúo español
tampoco es novedad si pensamos en El nuevo Nuevo Testamento (2015), la película
del belga Jaco Van Dormael. En esa obra Dios es el actor belga Benoit
Poelvoorde, y es un Dios que vive en Bélgica y es igual de malvado, hasta peor,
es un loser, un tipo que maltrata a su mujer y a su hija, Jesús es como el hijo
rebelde que no puede ver. En la película de Van Dormael Dios se aburre, es
igual a una persona que odia su vida, y para divertirse crea la humanidad, pero
también cosas desagradables para ella, desde cosas idiotas, hasta accidentes, y
da poca felicidad, porque así se siente él. Es una crítica mordaz.
El nuevo Nuevo Testamento presenta mucho entretenimiento,
y exageración, no todo es ingenioso, como la intromisión de un gorila, pero el
filme es original y tiene personalidad. La hija de Dios, una niña (Pili Groyne),
hará lo que señala el título, buscando 6 apóstoles entre la gente común, de
esto saldrá mucha extravagancia, buena y mala, pero habrá mucho juego, osadía y
creatividad. Además éste filme que estéticamente está bastante trabajado optará
por una mirada algo feminista o, mejor dicho, de competencia gracias al amor,
como con la niña protagonista y su madre –aunque mujer cliché, antes y después-
que mejoraran lo que se supone que el patriarcado ha hecho mal –salvo por Jesús
que es visto como un ente de amor-. El filme de Dormael tiene mucho humor ácido
también, sumada cierta inocencia; en especial con la figura que hace Poelvoorde
a quien se le restriega todas sus ideas, o sea los pequeños daños, enojos y
accidentes que ha creado para la humanidad.
Lo mejor de Matar a Dios es que apuesta por algo fuerte y
decidido, nunca hay medias tintas, amparándose en el humor negro. Tiene
sorpresas y cumple en todo. En un momento gira el filme hacia el estado de
locura. Se permite jugar con la insania de manera brutal, la casa de ésta
familia se convierte en una casa de locos. Es la misma insistencia del marido
por la infidelidad de su robusta mujer. El filme tiene de terror y también de
ciencia ficción, pero no deja de ser todo realista en cierta manera. Uno
piensa bien y queda la ambigüedad en la mayoría del metraje aunque finalmente
se decida. Luego llega la explosión. Los gritos del enano iracundo también
definen el filme en varias formas.
En Le tout nouveau testament no es reconocible Dios, obviamente,
no sólo por creencias religiosas, o respuestas más absolutas o dogmáticas, sino
también intelectuales, ¿dónde está el libre albedrio?, ¿dónde está la culpa racional
de los seres humanos?, aunque ciertamente es audaz aunque simple como lo hacen
creíble, prácticamente de la nada y funciona. En la belga asemejando las
tragedias y dolores de cabeza en la tierra a una computadora, mientras que en
la española con una única tragedia. Y es así, la española es una simplificación
del Dios exuberante de la película belga, tal cual sus respectivos filmes,
dejando en claro que ambos son divertidos e inteligentes como cine comercial de valía,
cada uno en su propio estilo, aunque se deja ver que la película belga los ha
inspirado.
En Matar a Dios a Dios se le convierte arbitrariamente en un
monstruo, un vagabundo alcohólico y asesino, u otro tipo de loser, por lo que es
imposible pensar más allá de ser sólo un nombre y una imagen muy genérica y
básica la que yace en uso, es un filme de entretenimiento puro y duro, de
género, que tiene todo el carácter español, pero aquí la habitual extravagancia
ibérica funciona para muchos, aun en lo extremo, inaudito e insolente. Es irreverencia
sin más, tiene nula gravedad, el ingenio está únicamente al servicio del
entretenimiento. La belga en cambio tiene su argumentación en contra.
Profundizar en Matar a Dios es como dispararse en un pie. No
está para eso. En un momento, en medio de las cavilaciones del grupo familiar,
dice alguien, y si en realidad es el diablo, tal cual lo parece, pero más
atrevido sería pensar en Dios. El único momento en que hay una iluminación
argumental es cuando el Dios de Caye Casas y Albert Pintó responde si es que
existe el cielo, su argumentación es cruel y tiene lógica, pero la fe va más
allá y la mente humana tiene aún mucho pan por rebanar.