Éste mediometraje del español Antonio Mercero tiene de eje algo como una trampa para ratones pero destinada a personas, ahí yace una lectura de
terror partiendo de algo muy sencillo. Pero lo que le da mayor volumen
argumental al filme es el pensamiento de que estamos ante la lectura de la
dictadura de Francisco Franco, con una película de terror psicológico, caer en
las manos de la dictadura, a raíz de un elemento básico en uso particular, una
cabina de teléfonos.
En el filme vemos como finalmente retiran la cabina, y de
simples técnicos de telefonía vemos militares transportando otras cabinas, es
algo surreal y kafkiano. Lo más extravagante es ver el seguimiento de un helicóptero,
es una historia algo paranoica, pero también las dictaduras suelen tener esas
dos caras, por un lado algo de provecho, como puede ser en lo económico, aunque
difícil de aceptar, y por el otro por lo general muertes.
Esas dos caras yacen cuando la gente no nota el terror que
siente el protagonista, y se divierte con verlo atrapado en la cabina. Paradójicamente
son unos payasos los que dejan de reír al ver al hombre atrapado. Esto es parte
de la extravagancia que también maneja Mercero. La cabina (1972) consta de una
parte de humor, la primera parte, y otra de terror psicológico, la segunda, donde
llegamos a presenciar cadáveres en un aire a historia de horror.
La primera parte es costumbrista, y llena de comicidad, el
hombre atrapado en la cabina hace muecas y gestos, no puede oírsele encerrado.
El actor español José Luis López Vázquez hace fácil reírse en esos momentos,
tiene un rostro gracioso y muy expresivo. La gente se va acercando y como si
estuviera presenciando un circo, un espectáculo, se divierte con la escena. En
ese rato vemos todo tipo de gente del pueblo, hasta pícaros robando comida, un
hombre fortachón tratando de resolverlo todo por la fuerza, señoras chismosas
contentas, un hombre de manualidades buscando su mejor ingenio para sacarlo,
niños festejando. El hombre aun fresco está preocupado y fastidiado por la vergüenza
y el ridículo y el show a su alrededor que incluye a policías gritando que
salga de ahí dentro y que deja de hacerse el chistoso.
La segunda parte se pone grave, desde que los bomberos
tratan de martillar el techo de vidrio. Llega un camión de telefonía y se
llevan la cabina. La gente se despide de él y agradecen las buenas risas y el
día feliz que les ha otorgado un simple hombre, que no se pretende gracioso. En
el trayecto el protagonista empieza a ver que existe algo oscuro en todo esto.
El filme se va poniendo más raro, se llena de terror. El hombre deja ver que su
hijo pudo quedar atrapado en la cabina y esto hace pensar en el futuro macabro
de las dictaduras. También una foto familiar hace reflexionar como se destruye
éste núcleo con cada desaparición. El filme entretiene y también te hace
cavilar, se puede ver muy sencillamente como también de manera más profunda. Se
maneja muy bien el humor y el terror, incluso dialogan entre sí.