Basada en un cuento de Isak Dinesen, dirigida por Orson
Welles, guion del mismo Welles y la novelista francesa Louise de Vilmorin.
Apenas dura 50 minutos, pero es de una intensidad y complejidad muy subyugante.
Arranca con el cameo del actor español Fernando Rey –que no aparece en los
créditos- mientras se narra la historia de un hombre malvado, Charles Clay (Orson
Welles, con su habitual solvencia para hacer de hombres terribles y no hacerlos
unidimensionales), un comerciante millonario expatriado que se encuentra en sus
últimos días de vida, pero lo guarda en secreto. Se habla mal del hermético, estoico
y solitario Clay, se cuenta que destruyó a su socio, lo dejó en la bancarrota y
lo arrojó a la calle con su familia, le quitó su mansión y finalmente éste terminó
suicidándose. Tiene una hija ya mayor pero aun atractiva, Virginie Ducrot (Jeanne
Moreau), que vive sola, en la pobreza.
El filme se ambienta en Macao, colonia portuguesa en China, con
un aspecto típico de la colonia muy bien reflejado en las calles. Nos hallamos
en el siglo XIX. El mediometraje de Orson Welles sólo cuenta con 4 personajes,
muy bien distribuidos. Es una propuesta donde se habla mucho, y puede uno
perderse entre tanta literatura. El filme toma un giro fantástico aunque la pretensión
sea otra cuando Mr. Clay, que tiene un rostro enfermo como también uno de
aspecto demoniaco, se aburre de oír siempre sobre sus cuentas y fortuna, a su fiel
secretario y mano derecha, el judío errante Elishama Levinsky (Roger Coggio).
Un día Mr. Clay buscando ser interesante le habla sobre una historia de
marineros, pero el inteligente Levinsky le dice que conoce la historia y es
falsa, que todos los marineros solitarios se la atribuyen para ufanarse y negar su
vacía y monótona existencia. El sagaz Charles Clay rechaza lo bíblico, el
destino, lo profético, cree en los hechos, en la verdad palpable y decide hacer
realidad esa historia que escuchó del marinero, pero en el fondo planea su
redención, aunque silenciosa.
En un vuelco que hace del mundo literalmente un gran teatro
donde los actores terminan siendo en el alma y en lo emocional sus propios
personajes, creen en su propia ficción, mezclándose fantasía con realidad, ilusión
con la persona auténtica, sin distinción alguna, Mr. Clay encomienda a su
secretario cumplir con la historia, crear una historia inmortal. Lo que se le
ofrece a Virginie no es la prostitución sino una historia de amor verdadero, poético
y eterno, aunque ella crea estar en pos de su venganza. La historia que escuchó
Clay es sobre el ofrecimiento a un marinero de un hombre millonario que no
puede tener hijos de que embarace a su joven y bella mujer. Es la historia de
una noche de pasión, del hombre anónimo que coge, embelesa y se va, donde tanto
el hombre como la mujer quedan vinculados para toda su vida aunque no vuelvan a
verse.
En su carruaje tenebroso el gigantesco y moribundo Mr. Clay va
en busca del marinero, recoge a un mendigo y náufrago (como cuando Moreau se
siente vieja, pero dice tener 17 años; también es notable la seguridad que
trasmite como actriz), un danés de cabello bien rubio y falso, Paul (Norman
Eshley). Éste no será un hombre común, por algo es parte importante de una
historia inmortal. Aunque es muy joven mostrará inteligencia y sensibilidad. El
filme es una historia gótica donde Mr. Clay más que un pervertido y un voyeur o
un demiurgo omnipotente que se sale con la suya le entregará a dos almas
perdidas una noche que rememorar, un lugar para celebrar la vida, para olvidar
la frustración y con ello Mr. Clay sana sus heridas, culpas y suelta sus cargas.
La película también se puede leer como la historia romántica y maldita de una
puta y un mendigo que le venden el alma al diablo a cambio de amor.