La propuesta se divide en 3 partes del rezo islámico (reverencia,
levantamiento y postración), la trama significa un
recorrido por la fe frente al mundo del escepticismo religioso que se ha vuelto
tan influyente, pero primero hay que tener presente que hacia la caravana que
lleva a un Sheik a su descanso –quien ha decidido morir- llegará un maestro sufí y no cualquier persona.
El personaje especial del filme es un maestro sufí que
parece retardado y hasta suena cómico, Shakib (Shakib Ben Omar). Inicialmente todos
lo ponen en duda, como cuando habla del demonio en la estación de taxis, y
hasta se burlan de él, incluso su pupilo que aún no se ve así, sino un avispado
hombre de mundo, el corpóreo. Shakib tiene su manera revolucionaria y naif
de ver el mundo, como cuando opta en su idealismo, bondad y locura por el
sacrificio, una muerte segura ante unos bandidos del desierto de Marruecos, instando
a pelear por el amor, expuesto de manera muy básica. Shakib Ben Omar no es un actor
profesional y en buena parte está haciendo de sí mismo, pero resulta harto carismático.
Por más curioso que parezca Shakib es el guía espiritual del
autosuficiente Ahmed (Ahmed Hammoud) quien con otro truhan se comprometen a llevar
el cuerpo del Sheik al lugar que había escogido para descansar, la ciudad de
Sijilmasa, pero en realidad no conoce cómo llegar hasta allá cuando están cruzando
por la cordillera del Atlas, solamente quería aprovecharse de la situación y
coger la recompensa por llevarlo, y pretende abandonarlo. Pero aparece de
pronto Shakib, uniendo dos tiempos, perpetrando un espacio conjunto de
introspección.
Shakib en el presente es un taxista marroquí, vemos los vehículos
ir por el desierto (luego uno transportando gente no identificada), como si
fueran conducidos por ángeles, lo cual dígase que sonaría bastante cómico si lo
pensáramos/emuláramos literalmente en nuestra realidad (la peruana), donde por
lo general brilla la vulgaridad, la misma que se representa en los bandidos y
asesinos y los peligros del desierto.
Marruecos es un lugar místico para el director gallego nacido
en Francia Oliver Laxe, que está por encima de lo salvaje o, en todo caso,
cohabitan. El filme recurre a lo mínimo aunque es una película de aventuras
también, un neo western metafísico sin mucha acción, de andares cansados frente
al poder de la naturaleza, contextualizado en un lugar imponente, el desierto y
la cordillera marroquí, agradeciendo de paso la fotografía del catalán Mauro
Herce. Mimosas (2016) ganó el gran
premio Nespresso de la semana de la crítica, festival de Cannes 2016.