Ópera prima de Ricardo Velarde. Es un filme que se ambienta
en Marcapata, Cuzco, que nos pone de protagonistas a 2 muchachos, Jefferson (Manuel
Gold) y Chino (Emilram Cossío), que son forenses y mejores amigos. Están a las órdenes
de un policía, Padilla (Ramón García), que suele ser honesto y digamos que
justo en su cargo pero es rudo y violento.
Éste thriller peruano es bueno en potenciar su misterio, que
es algo pequeño, pero se proyecta notablemente. El filme se dedica sólo a
manejar unos cuantos elementos, unir la ambición, el peligro (natural, místico-sobrenatural
y físico) y algo de leyenda inca, teniendo un ritmo un poco sosegado, no tiene
un ritmo hollywoodense, veloz, clásico del thriller, pero tampoco uno demasiado
lento, pero es cine de género, uno bien adaptado a nuestra realidad, muy
peruano.
Es un filme favorablemente autóctono, se plasma bien el Ande
y a la gente oriunda del lugar sin tantas vueltas, a lo fresco. Hay una buena
conjunción que evita lugares añejos, salvo en el anciano padre de la esposa del
hombre fallecido, lo cual resulta muy lógico siendo un hombre híper tradicional
y básico. El filme “criolliza” el asunto de la ambición, hace que la gente del
Ande también sienta mucha codicia, como esa turba con antorchas a lo
Frankenstein. El filme maneja una notable fusión de orígenes nacionales. La
gente del Ande no está romantizada ni idealizada, pero se puede percibir un
lado de inocencia y pureza en la esposa e hijo del fallecido.
Es bueno ver que no es necesario recurrir a la
grandilocuencia, todo es muy sencillo y crece en la interacción, no necesita de
un regadero de muertos en la mayoría del metraje, como la autopsia hace más
bien de multiplicación e intensidad en su lugar, con un toque gore razonable
que pega idóneo con el heavy metal que escuchan los forenses. La propuesta como
que se mueve con mucho cuidado y algo rígida, pero lo que produce en conclusión
es destacable en su medida. Como ópera prima es conservadora en varios
puntos, mientras apuesta al entretenimiento, pero tiene muchas sorpresas en el desenlace.
El tipo mafioso (Mario Velásquez) aprovechado de los débiles
y su compinche mudo del machete (Daniel Núñez) están perfectos, así básicos
pero creíbles de acuerdo a la historia y lugar. La sexy Stephanie Orúe es una
lugareña fácil y ambiciosa en la trama. Sólo su rabieta cuando la botan al piso
se ve muy amateur, parece momento de humor de telenovela, pero en general está
bien, es una actriz con potencial, e igualmente también Ramón García tiene algún
pequeño desliz, en cierto momento se traba con las palabras, pero en su mayoría
tiene momentos decentes, aparte de gran naturalidad para llorar.
Tres personajes –mafioso, guardaespaldas y amante- son muy
elementales, pero simpáticos al uso, lo que le da un toque al producto digamos
que típico de cine regional. Pero los 3 protagonistas –el policía y los
forenses- generan algunos matices cuando también se ven codiciosos y llegan hasta
pretender pasar por alto el sacrificio de vidas humanas. Esto puede sonar algo
endeble con la figura de Jefferson al llegar a romper demasiados vínculos, pero el filme es más
movilidad que profundidad, además de que
se olvidan de su pasado. El maleficio inca –detrás de la ambición colonialista-
cumple a cabalidad, con lo que el filme se hace cargo de una leyenda sencilla,
pero muy efectiva, como lo es ésta propuesta.