domingo, 30 de abril de 2023

20.000 especies de abejas

Ésta película le pertenece a la vasca Estibaliz Urresola, tiene cierta originalidad al tocar un tema que no se ha tocado o profundizado en el cine o no ha tenido demasiada visibilidad, mucho menos en un lugar de la envergadura del festival donde compitió por la máxima presea, el oso de oro, la Berlinale 2023. El filme habla sobre la transexualidad en los niños. Tenemos a una niña, a Sofía Otero, de 9 años de edad, haciendo de un niño que quiere ser una mujer. Sofia ganó el premio de mejor actriz en la Berlinale 2023 por éste papel. El uso de una niña haciendo de niño que quiere ser mujer hace que lo que vemos sea mucho más amable y digerible, sería mucho más polémico -y quizá menos artístico- si tuviéramos en realidad a un niño de 9 años queriendo ser una niña. Pero el filme hace que uno entienda el filme y vea a Sofia como un niño, cosa que no llega a verse esa imagen completamente porque las facciones de Sofia prevalecen. No obstante es una gran actuación de Sofia y una labor más que decente de la imaginación y arte de Estibaliz para generar el protagonista que necesita. El problema se discute, es tremendo dilema, pero la postura del filme queda clara, y se intensifica la decisión con el uso de un caso extremo o de graves consecuencias. Ésta decisión pasa lógicamente por los padres, ya que Aitor (Sofia) tiene 9 años de edad, y depende, obviamente, de sus padres. El filme realmente no es tanto un dilema, porque Aitor es menor de edad y todavía no es edad para pensar en la transexualidad; quiera o no, sus padres deciden, interpretada, la frágil madre en particular, por Patricia López Arnaiz. Ane (Arnaiz) sufre mucho éste dilema y el deseo de su pequeño. El relato hasta como la mitad maneja cierto misterio, uno se pregunta, si no sabe nada, ¿cuál es el asunto?. El filme va dando indicios y llega luego a explicarse abiertamente, todo queda dicho, pero hay una tendencia. La idea de la abuela y el padre son solo una pequeña parte; la abuela culpa a la debilidad y permisividad de la madre, lógicamente ésta luce muy endeble, muy para el aplauso inclusivo, pero estamos hablando de niños, y no es el momento. Éstas decisiones se toman a la mayoría de edad. Una vez adultos, sabiendo en realidad que es el sexo, también bien que es la transexualidad, incluso quien uno es, ahí recién pueden tomar sus opciones. Uno debe crecer primero, para tomar semejante decisión. Un niño es un niño; incluso, lo mismo, un adolescente (falta crecer y formarse). Si esa es su verdadera opción finalmente la tomará pero no antes, cuando aun no tiene formación mental, ni tampoco física natural, ni madurez en todo sentido, aquí no importa ningún tipo de precocidad, un niño está para ser un niño y no pensar en sexualidad, que no sea como precaución de no caer en ningún abuso. La madre que hace Arnaiz es tal cual le dice su propia madre y la abuela del relato, una progenitora -de Aitor- que está actuando mal (o incluso que no está actuando, no está haciendo nada, hasta yace distraída tratando de imitar profesionalmente a su padre, un tipo que fue un cliché o un clásico del machismo), pero el filme prefiere darle más feeling y más "empatía" a la tía rebelde, hiper liberal, típica española moderna, a la tía tóxica (que pinta de solterona para peor panorama de consejera maternal; hay una distancia). El padre (para no caer en el machismo) se ha convertido en un cero a la izquierda; todo recae en la madre frágil. Es entonces que el filme termina en esos gritos desesperados -es indiscutible el amor maternal que se percibe en el ambiente- pero medio ridículos (¡Lucia!, ¡Lucia!) tras el melodrama manipulador, una secuencia que es un posicionamiento. A ese lugar se llega justamente por la notoria fragilidad de la madre, de no asumir en realidad el asunto -que es difícil-, pero la luz está en fomentar y respetar la niñez, y hacer entender al pequeño que no es el momento, que la transexualidad es una decisión de un adulto (cuando lo sea), no de un niño, y si ese en realidad es su destino llegará entonces cuando crezca, no antes, porque hay que vivir cada edad como corresponde. Es una película interesante, mucho más que esos filmes de tendencia naturalista donde la amabilidad yace demasiado exagerada y no aportan mucho o como que van prácticamente de nada; no aportan tampoco creatividad -y no hablo de ir de raro; mucho menos de sórdido, que aquí hay aplaudible delicadeza en ese sentido- ni abordan temáticas morales atractivas. Ésta película refleja a la sociedad española y desde un lugar también interesante como el País Vasco y su frontera francesa. Es además un filme de narrativa clásica que suma en la exhibición de la apicultura y la escultura, expuestas de manera realista y aportando curiosidad.