jueves, 6 de abril de 2023

Crónica de un amor efímero

Ésta película francesa le pertenece al galo Emmanuel Mouret, un director celebrado actualmente aunque aun no demasiado popular. Es una película clásica del cine francés, sobre parejas y sexo, desde un hombre casado llamado Simon (Vincent Macaigne) que tiene una aventura con una mujer y madre soltera llamada Charlotte (Sandrine Kiberlain). Simon es muy educado y suave en su trato, incluso parece algo tímido, si bien hace cosas, engaña muy orondo a su mujer, a quien jamás veremos. Charlotte es muy liberal y acepta que se trata de una aventura netamente sexual, no le exige nada a Simon. Esto curiosamente se desmentirá después, pues en el fondo Charlotte querrá lo que todas/os, cuando conozca demasiado bien a Simon. Simon parece muy bueno, pero como todos sabemos, no siempre lo somos o no nos damos cuenta del todo. Charlotte es una mujer culta pero al mismo tiempo es muy práctica, es de trato muy simple. El filme dice gustarle mucho el sexo y hablar, hablar mucho, y eso justamente hace el filme, en locaciones austeras, tal cual la vida ordinaria, pero vista desde la naturalidad de la infidelidad. El filme se forma de los tantos encuentros entre Charlotte y Simon, y hay novedad aun en la simplicidad de la propuesta. Aunque el filme se trata de un hombre casado y su amante, entre ellos se forma un vinculo sólido y se plasman escenas románticas. Pueden parecer útiles al uso más que fuente de verdadera arte, pero ayudan a dejar clara la idea del enamoramiento. Pero para ello Simon debe dar el gran paso; la obra propone, de eso va, aceptar ese trance de amante a amor de uno. Luego el filme se pone mas liberal, con un trio y la inclusión de la homosexualidad, pero siempre mantiene una especie de sofisticación y mucho cuidado en como nos muestra ésta liberalidad tan francesa, tan europea, tan moderna y también medio en boga. El último minuto del filme puede parecer relajado o típico cierre en medio de un salto de comicidad, en una propuesta que lleva siempre ratos sutiles de ironía, pero a la vez ese último minuto -que es visto por la cámara a la distancia- es de suma genialidad, salvando del melodrama complaciente, fácil y superficial al filme. No obstante esa nueva y sorpresiva relación, ese múltiple autodescubrimiento, representa ser una cachetada a dar todo por hecho, a la pasividad, a la modorra, a la falta de obligaciones. También toda ésta liberalidad y ultra modernidad en una comedia romántica con visualidad soft le otorga a la película de Mouret su cuota de originalidad, su valía y no ser una más del montón detrás de Bergman (el más complejo y profundo de los autores de filmes sobre relaciones afectivas), Rohmer, el mejor Woody Allen o, el maestro de las pequeñas pero ingeniosas variaciones de su mismo microcosmos, Hong Sang-soo. Ese último minuto deja bien cimentada la tesis de Mouret; es decir, el amor rompe toda barrera, cualquier limitación, por denominarlo poéticamente (y ya uno ve también a donde apunta o qué defiende o porqué pelea), y no bajo un filme para nada malo, pero medio molesto como Historia de un matrimonio (2019) que fácilmente podría ser la otra cara que completa la imagen o moneda. Curiosamente, por una parte, aquí la mujer de Simon, que es invisible o inexistente (lo cual ayuda a manejar mejor la frescura de la propuesta), parece ser una persona tan dócil y confiada que prácticamente podemos creer que vive en la rutina y la indiferencia, cosa que por otro lado no es actualmente la interesante Charlotte, que es además por lo general muy complaciente, aunque hay ratos, como a través de esos excelentes bien usados zoom in, que ella parece tener carácter fuerte (como toda mujer mayor), aunque todavía maneja su paciencia. Pero es ir un poco por otros rumbos más elípticos y obviar la efervescencia y travesura y goce que representa Crónica de un amor efímero y la entretenida interacción de su aventura romántica extramatrimonial (donde se habla de sexo, pero se vive, se ve, el amor). Otro dato para pensar es que Sandrine Kiberlain tiene 54 años en la vida real durante ésta película, en la trama no se menciona su edad, pero se dice que tiene un hijo casi en los 20 años, y se le ve muy bien en todo sentido, mientras Vincent Macaigne tiene 44 en la vida real. En el filme no sé piensa del todo en ello -en la diferencia de edad en una relación de personas adultas de mediana edad a los 3/4 de la existencia promedio- que hasta pasan años de su aventura en la historia que nos cuenta Mouret. Una ironía no sé si voluntaria (quizá harto sutil), o involuntaria, es cuando Simon le dice a Charlotte, lamentándose de los sucesos, que debieron invitar a un hombre y no a una mujer a su trio. El filme a ratos, de tanto relajo que muestra, aunque sexualmente (en ideas de ello) es bien europea, te hace pensar en la comedia romántica americana donde hay un manejo maestro de la inocencia.