domingo, 9 de abril de 2023
La cifra impar
La cifra impar (1962) es el debut del argentino Manuel Antin. Se basa en el cuento Cartas de mamá, del celebrado escritor argentino Julio Cortázar. Ésta es una película bastante frontal, clara y en mucho así es notable, aunque por el final subraya mucho, se sobreexponen las ideas, como esa llegada del tren y ese final que explota demasiado su esencia en la obviedad total. Pero en gran parte es una buena película, bastante interesante, y su sencillez formal, estética y contextual y por el número de personajes envueltos en la trama, está bien manejada en general en una visualidad bastante competente. Pero la forma de filmar tiene su cierta creatividad, no pretende ser plana, y llega a jugar con ver las cosas o la narrativa a través de los reflejos o espejos, desde algunos ángulos íntimos y algo curiosos mediante la cámara, y su amalgama entre presente y pasado es virtuosa como pasa de un lado a otro con tremenda naturalidad, audacia y dejándose entender sin mucha dificultad. Es una película que quiere romper el ámbito de los tiempos -como concepto pero comprendiendo el cambio, mientras se es creativo-, todo vivido intensamente, un poco como en un thriller psicológico, pero desde cierto toque clásico; más que perturbador, es reflexionar por uno mismo. Se señala como tesis que hay dos tipos de personas, las que están estáticas y las que yacen en movimiento; es como decir que unos son como muertos o zombies -que se les menciona incluso literalmente- y otros están anhelantes de vida o llenos de pasión (y aventuras, riesgos, osadías, puede que hasta de polémicas), pero el problema es que estos que yacen con tanta vida como que tienden a maltratar al resto, a los pasivos, o pueden llegar a ser muy crueles, como el propio Luis lo es (Lautaro Murúa), aunque curiosamente siente que es injusto culparlo, por como es su personalidad y haberle quitado la mujer, el gran amor, a su hermano menor, a un hermano enfermo, débil, tímido, sensible, y hasta se dice que lo han destruido. Sin embargo la mujer carga mucha culpa, Laura (Maria Rosa Gallo); vive en mucha tensión. Luis también, pero trata de manejarlo, hacer desaparecer ese peso, pero su mujer como que llega a estar poseída por esa alma que han terminado de destruir, de ésta posesión se habla directamente incluso, y el filme por ello es un poco una historia de terror, como aquel tren que para la pareja cruel y traidora es capaz de vencer a la muerte, hacer presente un fantasma. Al mismo tiempo la madre y la casa de ella en Argentina, como con la pelota sobre el charco de lluvia, plantea un eterno retorno o purgatorio, a donde mentalmente vuelven los culpables con las cartas que manda. La madre aviva la culpa, materializa el terror. En medio yace la locura. Luis es muy cruel, es una persona terrible, hay escenas donde consciente de lo que hace desmerece a su hermano y se considera mejor que él, argumenta merecer más que él, incluso a su mujer. Que justifique con ideas su odio o enojo hacia su hermano es algo poco común, e interesante como obra cinematográfica, sin por ello celebrar sus acciones, obviamente. Compara a su actual mujer con la situación del mutuo crecimiento con el hermano menor frente a la actitud de su madre, y es una revancha también, donde cree que la vida se estaba aprovechando más bien de él. No obstante aquí las personas que han hecho daño se vuelven victimas de sus acciones, son mortificadas por la culpa, los fantasmas, la locura, las cartas, incluso por su vida tranquila en Francia, su cierta soledad, también todo es un especie de secreto que cargan, aun cuando explícitamente nadie los señalaba en Argentina, aunque está muy claro lo que han hecho, las acciones han sido frontales contra el hermano menor. El suicido también es un tema, y aun con ello no se pega de exceso melodramático; esto pasa porque la crueldad de Luis aporta matices, no cae aunque es cruel en lo telenovelero (en el gran villano caricatura), como ayuda a la cierta moderación no haber señalamientos directos. La madre parece conocer bien el alma de sus hijos, y curiosamente parece hasta muy dócil. Justifica ella también los sucesos, la personalidad de Laura y los cambios de las mujeres en general; esa indiscutible inclinación hacia el bad boy, hacia el peligro, la sempiterna tentación de Eva con la manzana. El hermano menor lo llega a decir, dejará una pequeña y potente venganza ante haber tenido esa vida estática (vacía) de la que se le señala; el filme trata de robar, ganar y sufrir por siempre. Al hermano menor se le ha quitado no solo a su gran amor (se dice que antes jamás se había enamorado, prácticamente de nada), sino su único triunfo existencial. Luis fuma y bebe en la cama fastidiado (que se percibe una escena sensual cuando está cerca Laura), aunque también se esconde del tren "fantasma", emparejado a ese otro tren del ayer (presente y pasado siempre juntos). Hay una escena, de zoom de detalle, muy buena, se cierra de golpe la gotera del caño, que incomoda, truco habitual del terror (pero aquí es otra cosa), pero luego Luis al poco rato deja el caño abierto, como quien quiere hacerle frente a todo, pero ese es el meollo, no puede, ni lo dejan. Se maneja una gran imagen y elección entre el hermano menor que hace el actor Sergio Renán, que con ventitantos años, llegando a los 30, en la vida real, exhibe muchas características de juventud, como inexperiencia o cierta inocencia; mientras la pareja del "mal" son treintañeros llegando a los 40s, más pícaros, más despiertos, más astutos, más atractivos en cuanto a ser seductores. La pareja del mal parecen indicar mayor complejidad, pero el hermano menor finalmente deja en claro que hará su gran movimiento (en su propia esencia), como quien finalmente ha reaccionado frente al mundo. Sin duda Cortázar es un autor inteligente y muy interesante, pero también lo es Manuel Antin para concretar sus ideas en pantalla, aun con haber caído en cierta obviedad y literalidad por el final; quizá falló en no volver ese final en algo hecho más abiertamente en el terror o en el thriller psicológico, que le hubiera quedado audaz. Pero éste filme tiene una claridad increíble que proyecta muchísimos pensamientos; presenta un jugoso juego intelectual y es además una obra entretenida. Mejor trabajo que con el engreimiento arty de Blow up (1966), donde ahí como Luis se mira mucho el ombligo. El título -claro e ingenioso como ésta propuesta- de La cifra impar hace alusión a cierto terror, a una suma dispareja que le malogrará la fiesta a todo el mundo, a la falta de complemento también, el que alude al numero imperfecto con todo lo que esto acarrea.